La crisis económica y la seguridad ciudadana
Es importante advertir que, al igual que la seguridad total no existe, decir que un país está blindado frente a una crisis económica mundial es utópico. Hoy día la convivencia pacífica en una sociedad se encuentra amenazada por la existencia de tensiones y conflictos que generan conductas violentas, y aumentan el riesgo ciudadano. Más aún cuando el propio Ministro del Interior de mi país le informa a los demás ministros que tengan mucho cuidado con sus comunicaciones, ya que están siendo fácilmente interceptadas.
Sin duda, el hecho de que el Estado no pueda garantizar la seguridad en nuestras comunicaciones, describe la precaria situación que estamos viviendo respecto a nuestra seguridad. Hoy los delincuentes se basan en informaciones para cometer sus fechorías como secuestros, extorsiones o grandes asaltos.
Sin duda, no a todos los países les afectará de la misma forma esta crisis mundial de la economía. Sin embargo, hay una crisis que desde hace más de una década se ha infiltrado de forma silenciosa en la mayoría de nuestras sociedades. Me refiero a la crisis de valores que hoy vivimos y que está directamente relacionada con el delito. Nada resulta más contraproducente, para hacer frente a una crisis, que negar su existencia.
Sin duda, no debemos ver estos temas con pesimismo, pero hablar de ellos con optimismo es desconocer la realidad del tema. La crisis económica obliga a un mayor número de personas a acudir a vías ilegales para sortear sus dificultades, eso aumenta el número de delincuentes ya habituales que operan en el país.
Los nuevos delincuentes incrementan sobre todo los delitos de oportunidad, los hurtos, las estafas, los delitos no violentos, pero también el crimen organizado actúa en mayor escala cuando se afecta la economía. La inseguridad ciudadana casi se deteriora al mismo ritmo. Además, las instituciones de seguridad pública, justicia y las prisiones, por la falta de una serie de factores como una adecuada selección y capacitación de su personal, así como la falta de presupuesto, están limitados en su capacidad preventiva, operativa y correctiva.
La violencia y el delito son hechos habituales que suceden en todas las sociedades, sobre todo en grandes urbes de muchos millones de habitantes. Por ello es importante saber cómo convivir con estos fenómenos. Es de vital importancia que los ciudadanos conozcamos nuestras amenazas y riesgos, más aún cuando el número y frecuencia de los delitos tienden al aumento, es allí donde el miedo en ocasiones nos lleva a situaciones limite.
Lo importante es que la seguridad pública pueda garantizar tanto el orden social como la convivencia pacífica, así como también que la propia ciudadanía asuma una cultura de seguridad preventiva. Paralelamente a la represión, se deben trabajar las causas del aumento del delito, buscando soluciones a los diversos problemas como la exclusión social, marginalidad, alcoholismo y drogadicción, la falta de oportunidades para la juventud, y la violencia familiar, entre otros factores.
La magnitud del accionar delictivo dependerá, en gran medida, de las estrategias disuasivas/preventivas que se implanten en adelante.
Si analizamos los resultados de enfrentar estos fenómenos en los últimos años, veremos que en la mayoría de los países estos fueron negativos porque lamentablemente existen limitaciones, incapacidades y corrupción, así como vacíos legales en las instituciones de seguridad pública y de justicia que son las responsables de enfrentar estos fenómenos.
Históricamente, los delitos aumentan en épocas de crisis económica ya que la tensión y la frustración que acompañan a los problemas económicos se vuelve abrumadora, agreguemos a todo esto además que cuando se atraviesan profundas crisis económicas, una de las primeras decisiones que toman las instituciones o empresas es reducir drásticamente la seguridad, lo cual desde mi punto de vista es un grave error.
Hoy debemos ver a la seguridad como una inversión y no como un gasto, lo mejor sería realizar un análisis de riesgo y de acuerdo a los resultados tratar de optimizar los recursos de seguridad. Para complicar aún más el panorama, hoy se está dando un importante número de protestas sociales en varias ciudades del país, distrayendo a un escaso número de policías que tienen que cubrir diversas zonas.
Finalmente, no olvidemos que el costo social de una crisis económica se recarga fundamentalmente en los sectores marginales del país. Los que se debaten entre la precariedad y la miseria, son los que más riesgos tienen de cruzar la delgada línea del bien o el mal. Por ello, la carencia de una política económica del Estado, basada en principios de justicia social y el bien común, constituyen un factor importante que atenta contra la seguridad ciudadana.