La seguridad ciudadana se ha convertido en un parámetro primordial para medir la calidad de vida de los habitantes de la ciudad, pero también representa una constante preocupación para los gobiernos y mandatarios locales quienes perciben en los ciudadanos el reclamo de vivir con tranquilidad y de no convertirse en las próximas victimas de la delincuencia.
Los cuerpos policiales, en ocasiones, no logran satisfacer las demandas de la sociedad y, a veces, su labor se ve desbordada por la falta de personal, recursos y tecnología. Algunos mandatarios han intentado involucrar la comunidad, el sector público y el privado, con el objeto de practicar la cooperación en el ámbito de la seguridad.
Un residente de una ciudad de más de un millón de habitantes posee dos veces más la probabilidad de ser víctima de un delito, si se compara con alguien que habite en una ciudad de menos de 20 mil habitantes. En este sentido, los resultados arrojados sustentaron que los costos del comportamiento violento son más bajos en las grandes ciudades y que, por tanto, éstas presentan contextos más favorables para la criminalidad.