El crecimiento de la violencia incide directamente en el rompimiento de la sana convivencia social. No hablamos solamente de la violencia criminal, sino también de otras manifestaciones como la intrafamiliar o sexual.
Los estudios sobre violencia han determinado que muchos casos de homicidios comenzaron a gestarse a través del deterioro de los indicadores de convivencia en una familia o un núcleo social. De manera que las políticas que intentan disminuir en forma integral la violencia social tienen como un valor positivo el rescate de la convivencia. Esta es definida como “un proceso integral de la vida, que resulta de las relaciones con otros en diferentes contextos sociales: las personas que comparten una vivienda, amigos, vecinos, ciudadanos de una comunidad y con la naturaleza”.
Convivencia implica cierto grado de participación en la vida social. Podría confundirse con la coexistencia. Pero en la primera hay una diferencia en cuanto a la calidad de la vida en común. La coexistencia, en cambio, se da simplemente cuando dos seres coinciden en el mismo espacio y tiempo.
La convivencia es un valor altamente positivo. Significa “vivir con otros”. Por lo tanto, plantea una permanente interacción con el resto de los componentes de la sociedad. La violencia incide directamente en la ruptura de la sana convivencia, pues es una forma de relacionarse con los demás basada en el poder y la coerción. Mientras tengamos consenso, pero no actuemos, la violencia seguirá fortaleciéndose. “Si no trabajamos por la paz, no lograremos tener convivencia ciudadana. La atmósfera nacional está cargada de signos de violencia. Existe mucha violencia que proviene de la atmósfera política. Debemos incluir las aspiraciones de todos, sin exclusión alguna. Las leyes y las instituciones contribuyen a fomentar la convivencia. El concepto de República está concebido como un espacio donde podemos convivir, como un espacio común de reconocimiento”.
Los principales enemigos de la convivencia son aquellos que se apropian del espacio público. La indefensión, la corrupción policial, el quebrantamiento de la vida social y de la institucionalidad, son factores que aumentan el temor de la población. “Debemos ser militantes incansables de la paz y la convivencia, aunque el otro pertenezca al bando hostil; debemos tratar de ayudar a vivir a otros”.
La convivencia implica el logro de consensos y la elevación de valores afines como la justicia, equidad, respeto, pluralismo y solidaridad. Sin ellos resulta complicada la vida en un entorno tan exigente como el de las ciudades, donde la escasez de espacios y oportunidades tiende a romper los esquemas de control y a distorsionar las relaciones con los demás.
La ciudad, escribió Jaramillo Panesso, por esencia es de todos. Incluye a los negros y a los blancos, a los homosexuales y a los heterosexuales, a los pobres, a los ricos y a los que están en el medio de ambas categorías. En la medida en que esto es así, se impone un ejercicio de tolerancia de los ciudadanos hacia las personas incluidas en todas estas categorías.
La convivencia, por lo tanto, implica la construcción de visiones de la sociedad basadas en los múltiples puntos de vista de sus componentes, en permanente interacción. Estas interacciones pueden desarrollarse a través de instituciones como la junta comunal o parroquial, las asociaciones de vecinos, los consejos comunales y las municipalidades. En ello es indispensable el fomento de la disposición a convivir. Esto fue clave en la fórmula aplicada en Bogotá para disminuir la violencia.
“La construcción de una convivencia democrática sólo es posible mediante un cambio en las emociones de quienes desean realizarla, y se debe extender a todos los dominios de las relaciones humanas para generar espacios en los que el acuerdo, la cooperación y la reflexión reemplacen a la autoridad, el control y la obediencia como maneras de coexistencia humana”.
La preservación de la convivencia sobre la base de un conjunto de normas claras debe ser un Norte para las autoridades. La inseguridad, a menudo, tiene su origen en la ruptura de esas normas. Esto puede ocurrir por el ejercicio de la voluntad de uno o varios individuos, o como consecuencia de factores tales como el mal trato dentro del núcleo familiar, la ausencia de mecanismos para la resolución pacífica de conf lictos, etc.
Por lo tanto, también es misión de la autoridad determinar mediante un ejercicio investigativo constante cuáles son las causas de la ruptura de la convivencia. No hacerlo es permitir que la violencia se instaure como norma de relación entre los ciudadanos.
¿Cómo cambiar la cultura ciudadana?
Transformar la cultura ciudadana también es un aspecto fundamental. Al construir, impulsar e inculcar una nueva conciencia colectiva, se va construyendo poco a poco un nuevo orden social. Según el ex alcalde de Bogotá, Antanas Mockus, la forma racional de hacer las cosas es a través de la ley, la moral y la cultura.