Chaparro sostiene que “desde el 10 de octubre de 1958, cuando nace la seguridad privada en Venezuela, hasta el momento, hemos dado pasos agigantados.
Somos uno de los empleadores más grandes del país. Existen más de 150 mil personas en el área, tanto de forma directa e indirecta. Estamos en todos los rincones de nuestro país y podemos decir que estamos construyendo un sector que está siendo tomado en cuenta por la sociedad y por el Estado quienes, en definitiva, son los que reciben nuestro servicio. El futuro desarrollo y prestigio de nuestro sector dependerá, en gran medida, de la percepción que se tenga de nuestro trabajo.
En ocasiones, la seguridad privada es criticada por la ausente o inadecuada calidad del entrenamiento, certificación y regulación, así como por las altas tarifas de sus servicios. Sin embargo, también tiene fortalezas significativas. Los oficiales de seguridad privada conforman una fuerza importante para proteger pequeñas áreas geográficas.
Internacionalmente, el crecimiento de este sector ha sido tan acelerado y con componentes importantes de alta tecnología y variedad de servicios, que muchas de las pequeñas empresas que prestan este servicio están siendo gradualmente relegadas por las grandes multinacionales, principalmente porque la capacidad de adquirir tecnología de punta y capacitar al personal en estrategias de seguridad especializadas, son superiores a las de las empresas pequeñas.
Ante la incapacidad estatal de hacer frente a la delincuencia, las propias entidades públicas se han visto en la necesidad de contratar seguridad privada, demostrando de esta manera las limitaciones de la oferta, cobertura y tipo de servicios de seguridad que presta el sector público.
La mayoría de estos guardianes posee capacidad técnica para conocer y proteger las redes de computadoras, plantas químicas, instituciones financieras y de cuidado médico, tiendas, establecimientos, etc. Los oficiales de seguridad pública no poseen este adiestramiento y conocimiento. La industria de la seguridad privada se arma y equipa cada vez más con recursos considerables, y a menudo sofisticados, para detectar crímenes y prevenir pérdidas.
A la seguridad privada no se le puede entender como contraria a los intereses nacionales de la seguridad pública, ni tampoco como una competencia a la función de las fuerzas policiales en los diferentes países, por el contrario, debe estar bien orientada y coordinada en su ámbito de estricta competencia, como un valioso aporte para la seguridad de los pueblos.