Primero hay que establecer una estrecha relación de cooperación y trabajo entre la sociedad civil y el país político. El secuestro requiere un respaldo efectivo de las fuerzas policiales y militares, apoyo político, material y financiero, organización, preparación, entrenamiento, equipamiento, casetas de vigilancia, botones de pánico y sobre todo una excelente comunicación, planes de contingencia y la participación de la ciudadanía.
Cuando una banda criminal secuestra a un ama de casa en la oportunidad de llevar a sus hijos al colegio, está afectando a la familia venezolana; y cuando un ganadero es secuestrado se está afectando al sector empresarial venezolano. La conclusión definitiva es que jamás pueden ser analizados estos hechos en forma aislada, sino dentro de un amplio contexto que reclama políticas dinámicas que beneficien a la población.
Una vez ocurrido el secuestro, se entra en una fase de negociación, eventual uso de la fuerza, previsiones, cobertura de los medios de comunicación, continuidad del Gobierno y responsabilidad individual, que son muy bien analizados en este libro. Como lo dice la máxima: “El negociador no comanda y el comandante nunca negocia”.
Tenemos en Venezuela una modalidad presuntamente importada de México, los llamados secuestros express, que se ha extendido por la publicidad recibida en base al síndrome criminológico del delito exitoso. Esa curva de alta impunidad provoca inevitablemente una mayor frecuencia y gravedad, indicando los casos estudiados, en ocasiones, un reconocimiento previo y generalmente un ataque por el vehículo, la forma de vestir y otras circunstancias de las víctimas.
Los cuerpos policiales cuentan con una estadística incompleta, como las piezas faltantes de un rompecabezas, pero han tenido mas éxito de lo que podía pensarse en la identificación y captura de los autores. Sin embargo, la inexistencia de un plan global y la deficiente coordinación con el Ministerio Público y los jueces han producido crasas equivocaciones y la escandalosa libertad de muchos de los autores. La organización policial está en condiciones de prevenir y resolver esta categoría delictiva, si cuenta con mas recursos y el pleno apoyo de las autoridades. Aunque los secuestros express son una nueva expresión de la mentalidad criminal, disponemos de capacidades para resolverlos.
El caso San Román no debe repetirse. Los distintos cuerpos policiales han demostrado eficiencia en la atención reciente de secuestros y toma de rehenes, que no han tenido la misma cobertura periodística que otros, al resolverse el drama sin daños a las víctimas. Quiérase reconocer o no, hemos aprendido de nuestros errores y estamos en condiciones de atender este modus operandi, sólo que la voluntad política debe expresarse con hechos concretos.
Se requiere una política de Estado para combatir con éxito el secuestro y la toma de rehenes, mediante procedimientos y habilidades en materia de negociación, comunicación entre organismos, investigación con el aprovechamiento de los medios técnicos mas avanzados, recolección de inteligencia y óptima capacidad de respuesta.
La experiencia mundial recomienda la creación de una Unidad Central especializada en los casos de secuestros y toma de rehenes, que puede entrenar al personal que sea necesario. El mejor disuasivo es el rendimiento del sistema penal y la disminución de la criminalidad: Aquí tropezamos con los índices de pobreza, la etapa política de transición y el reacomodo que altera el equilibrio de las instituciones y los funcionarios especializados.