La toma de rehenes ha tenido sus altibajos como herramienta política durante muchos años. El enfoque de su comportamiento cíclico es hoy de gran relevancia para el sistema Nación-Estado que ha caracterizado los últimos 200 años –lo que como edad ya es mucho para un sistema-. A finales del siglo 20, como el binomio Nación-Estado se encuentra compitiendo con otros protagonistas del cuadro político – algunos de ellos delictivos – la toma de rehenes asume de nuevo un papel significativo dentro de la política internacional.
Los grupos terroristas son esencialmente organizaciones de delincuencia política. De allí que se encuentren muy confortables con el uso de la toma de rehenes como táctica. El naciente narcoterrorismo nos ha demostrado hasta dónde son impredecibles las acciones en los extremos de sus ramificaciones. En Colombia está el mejor ejemplo de cómo el narcoterrorismo puede desestabilizar a un país -los narcotraficantes eran el mejor blanco para los grupos terroristas-. En 1981, el M-19 secuestró a Marta Ochoa, hija de Fabio Ochoa, patriarca de una de las familias dedicadas al tráfico de narcóticos. Esto probó ser la gota que derramó el vaso.
En respuesta, Jorge Luis Ochoa, el hermano de Marta, solicitó el apoyo de los capos de la droga en Colombia. La reunión que sostuvieron para discutir las formas de terminar con esta amenaza ha sido por muchos considerada como el comienzo del Cartel de Medellín. Fuera de esta reunión, los capos de la droga crearon una fuerza conjunta que inmediatamente se desplegó y asesinó a docenas de personas. Inicialmente, y sólo de modo sutil, empezaron a preocupar las actividades del M-19.
A corto plazo, el resultado fue la liberación de Marta Ochoa. A largo plazo, el resultado fue que ambos capos (los del narcotráfico y los de las guerrillas) llegaron a la conclusión de que tenían más en común de lo que ellos se habían imaginado inicialmente. A ambos grupos les venía bien la libertad de acción de su gente armada y a ninguno le interesaba que el gobierno de Colombia afirmara su autoridad en las regiones selváticas, donde la coca era cultivada y procesada. Ambos grupos empezaron a disfrutar de los inmensos ingresos que el esfuerzo conjunto les generaba.