La toma de rehenes política, durante varias décadas, se ha desplazado de Latinoamérica a Europa y hacia el Medio Oriente. A lo largo de esa ruta se ha manifestado en varios sitios y de diversas maneras. Esta proliferación pareciera haber ocurrido por dos razones. La primera se conoce como el efecto copycat, y trata simplemente de la repetición de los ejemplos exitosos a la vista.
La segunda razón es más compleja e implica a asuntos relacionados con la influencia organizacional. Hemos sugerido que, en ciertas fases, los grupos de terroristas se convierten en modelos. El fenómeno es cierto, pero sólo hasta un punto. Y no debido a la pureza ni a la superioridad ideológica, sino a la globalidad de la causa común desde el punto de vista internacional.
Diferentes razones caracterizan a esta etapa central. Los grupos que la propician, son observados por otros como gente que obtiene los mismos éxitos basándose en sus tácticas. En algunos casos, los grupos que servían de modelo fueron eliminados con base en exitosas contramedidas, o se han visto obligados a cambiar de tácticas para adoptar otras más adecuadas a su situación, entrando en fases nuevas, y a veces con metas distintas.
Durante los años 60 la América Latina se mantuvo en esta etapa central en el desenvolvimiento de sus círculos revolucionarios. Fidel Castro ganó su batalla contra Batista en Cuba y Ernesto Ché Guevara se convirtió en el ídolo de la izquierda. La mayoría de los países de la América Latina estaba bajo dictaduras de un tipo o del otro. La muerte de Guevara en Bolivia en 1967, demostró que ese foco estratégico no funcionaría. Se esperaba que su célula terrorista iba a atraer a muchos adeptos como núcleo de resistencia. Carlos Maringhella, por su parte, desarrolló la teoría del terrorismo urbano, que publicó con el nombre de Mini manual de guerrilla urbana. Este se ha convertido en la Biblia de los tupamaros, los montoneros y de otros grupos
Durante los últimos años de la década de los 60 y primeros de la del 70, los grupos terroristas latinoamericanos llegaron a su etapa central y amenazaron con desestabilizar a Argentina, Uruguay y otros países suramericanos. Parte de su éxito debemos atribuirlo al empleo de la toma de rehenes y a los secuestros. No obstante, por una variedad de razones, para mediados de los 70 todos estos grupos se sobrepasaron en su crecimiento y como consecuencia se han ido diluyendo, han sido derrotados o se han retirado hacia Cuba.
Al mismo tiempo, George Habash, líder del Frente Popular para Liberación de Palestina (FPLP), estaba tratando de encontrar vías para concentrar la atención de los palestinos. El terrorismo urbano resultó poco efectivo para ese propósito. Les resultaba esencial la atención de los medios de comunicación. Modificando las tácticas de Maringhella, basadas en toma de rehenes y otros tipos de asalto, Habash y el FPLP institucionalizaron el secuestro de aviones como herramienta política.
Tras sus primeros éxitos, otros grupos empezaron a imitarlos: desde los croatas hasta el Ejército Rojo japonés. Los últimos años 70 y primeros de los 80 se caracterizaron por esta actividad. Las contramedidas aplicadas, hicieron de esta táctica algo más difícil, aunque desafortunadamente no imposible.
Aun otra variación en la toma de rehenes sustituyó a ésta. Cuando la causa palestina logró su meta de atraer la atención mundial, otro grupo del Medio Oriente – los shiítas – entró en escena, en especial en el Líbano. Su objetivo fue eliminar la influencia occidental en el Medio Oriente. Los shiítas descubrieron que llamarían mucho la atención y lograrían gran presión sobre Occidente mediante la toma de cautivos y su ocultamiento. Lo que con toda propiedad puede seguir llamándose secuestro, puesto que no cambia por el simple secreto de la ubicación de la víctima. Lo que no pasa de ser una medida de seguridad para los delincuentes, ha sido la razón principal del caos en el Líbano.
El peor aspecto de esta situación es el fundamento religioso y su bendición por parte de los líderes shiítas como el Ayatola Khomeini del Irán y de Mohammed Fadlallah, líder del partido Hezbollah del Líbano. Es más preciso decir que los shiítas comparten con los palestinos el dudoso honor de estar presentando el más serio de los problemas terroristas del mundo. Hasta ahora como se trata de una mezcla de religión e ideología, y tratándose de que los shiítas no comulgan en sus creencias con otros grupos, la proliferación de sus tácticas no ha crecido mucho.
Tal como lo hemos sugerido, la introducción de la toma de rehenes en los asuntos de la política internacional no es un fenómeno aislado, aún si su empleo es táctica característica del Medio Oriente. Hoy, la toma de rehenes refleja la convergencia de la delincuencia política en la declinación de la Nación-Estado como factor dominante político.
Para los terroristas nadie es víctima inocente, nadie es neutral. Para los terroristas, la vida humana no es otra cosa que un instrumento de negociación. En vista de esta actitud, la política de toma de rehenes ha sido un gran problema durante el último cuarto de siglo, y tanto los americanos como los occidentales en general han sido tomados como rehenes con frecuencia durante los últimos 13 años.
Las estadísticas muestran que la toma de rehenes es una pequeña parte de los problemas que afrontan las sociedades democráticas. Aun así, el impacto que causan es desproporcionadamente superior a su tamaño. Uno de los pilares de las democracias es el respeto a los derechos humanos. Pero precisamente esta posición se convierte en inmensa desventaja cuando hay que enredarse en problemas con terroristas. Los gobiernos democráticos se preocupan debidamente de las vidas humanas, en tanto que los terroristas tratan a sus víctimas como "ganado listo para ir al matadero".
¿Cómo deben las democracias manejar la respuesta a este desafío?. Esa es una continua y altamente controversial pregunta. Los argumentos al respecto, duros o suaves, son bien conocidos. Desafortunadamente la discusión entre estas alternativas está polarizada. Como escribiera una vez Abraham Maslow: "Si su única herramienta es un martillo, usted tendrá la tendencia de ver en cada problema una uña ".
Muy pocos de los observadores de la conducta de los terroristas parecieran estar de acuerdo en que hay una solución en el medio de los dos extremos. La razón para esa flexibilidad está impuesta y justificada por hechos conocidos del pasado. Pese a lo atractivo de la respuesta violenta, a ningún país le ha resultado posible usarla en forma persistente.