El secuestrador

Al analizar el pasado de los incidentes terroristas nos encontramos con que hay cuatro tipos psicológicos básicos entre los secuestradores. Con frecuencia tienen la combinación de estas características. Aunque los terroristas actúan fuertemente influidos por sus programas ideológicos, el negociador debe prepararse para lidiar con personas cuya evaluación psicológica nos facilita el manejo del caso. Corriendo el riesgo de ser muy simplista, los cuatro tipos de psicología, son:

         l.- Paranoide-esquizofrénico. Este tipo de personas está caracterizado por falsas percepciones mentales. Ellos pueden aparentar normalidad en determinadas situaciones y ser absolutamente psicóticos en otras. Sus procesos de razonamiento están caracterizados por divagaciones y carencia de consistencia. Cuando la persona actúa en forma extraña e irritable, es posible que sea justo de este tipo. Alguien con mucha experiencia en negociar rehenes compara a estas personas con un auto con más gasolina de la que acepta su tanque. Está listo para salir disparando en cualquier dirección. Al menor detalle que pudiera desagradarle puede hacer explosión. Hay que tratarlo como al ambiente en el que hay mucho gas inflamable y a la menor chispa estalla. Debemos airear el ambiente y rebajar pronto la concentración de explosivo.

         2.– Psicótico-depresivo. Este tipo de individuo despliega un sentimiento de inmensa tristeza, desamparo, desesperación, dificultades de adaptación, etc. Su manera de hablar y de pensar es lenta y con una aparente indecisión. Su poder de concentración es corto y tiene tendencia al suicidio. Es poco probable que asuma posiciones de autoridad entre los terroristas. Al tratar a personas así hallamos respuestas como: “¡Váyase al carajo!”. Podremos deducir que estamos tratando con uno de esos individuos.

         Estas personas podemos compararlas con un gato. Sabemos que los gatos no son amigos de luchar, salvo cuando se ven forzados a ello. Como tal, es posible que él considere que hallándole una solución al caso se evite tener que luchar.

         3.- Personalidad antisocial (insociable). Son desleales, egoístas, duros y de comportamiento irresponsable. Es fácil que uno de ellos se convierta en delincuente. No se sienten culpables y tienen muy bajo nivel de tolerancia. Tienen la tendencia a culpar a los demás, sean cuales fueren las circunstancias y son las personas más difíciles de tratar. Cuando recibamos respuestas pragmáticas y cruzadas, podemos estar seguros de hallarnos frente a este tipo de persona.

         4.- Personalidad inadecuada.  Estos son individuos incapaces de responder a emociones con efectividad, sean de carácter social, intelectual o física. Se apoyan en los demás para sus propios programas: son del montón. Son normalmente ineptos, de poca estabilidad social y pobreza en sus juicios. Carentes de energía física y emocional. El negociador se hallará frecuentemente frente a estas personas con lapsos de ambigüedad e irracionalidad.

Gerencia de la negociación

         Las negociaciones requieren de ciertas condiciones previas. Las labores de pioneros sobre estas condiciones han sido realizadas en la Academia Nacional del FBI. Allí se han estudiado y han llegado a determinar las siguientes ocho precondiciones.

         1.- Deseo de vivir de los secuestradores. La gran mayoría de los secuestradores, sean terroristas, criminales o enfermos mentales, va dispuesta a morir. Pero todos ellos en el fondo prefieren salir vivos del problema. En algunos casos, y en especial aquellos en los que estén involucrados terroristas shiítas, la situación es inversa.

         Estos terroristas predican la aceptación de la muerte como parte importante de su misión. Esto se evidenció en el incidente de Kartum en 1973, en el que Septiembre Negro asesinó a diplomáticos norteamericanos y belgas. La importancia de la misión pesó mas que cualquier consideración personal de parte de los terroristas. Otro ejemplo fue el de Ma'alot, Israel, en 1974, donde muchos niños escolares murieron junto con los terroristas palestinos.

         2.- Fuerza suficiente para amenazar a los terroristas: la negociación dependerá mucho de las ventajas de los niveles de fuerza. Si los terroristas no sienten que deben tomar en serio a las autoridades, el éxito se hace muy difícil. La fuerza proporciona a las autoridades cierto nivel de ventaja, así como los captores sienten tenerla con la posesión del rehén. En 1977 durante el secuestro de un tren en Holanda, los terroristas nunca creyeron que las autoridades emplearían la fuerza contra ellos. De allí que las negociaciones realmente no se habían iniciado hasta que se organizó la fuerza que debería intervenir.

         3.- Comunicaciones entre el secuestrador y el negociador.  Sin comunicaciones una negociación resulta imposible. Generalmente, no hay dificultades en establecer las comunicaciones, ya que los terroristas tienen muchas veces como primer objetivo la atención y la publicidad. No obstante, hay casos como el de los rehenes occidentales en el Líbano en los años 80, en los que las comunicaciones tenían una sola vía, como en los secuestros tradicionales.

         En estos casos habrá poca, si es que existe alguna oportunidad de negociar, pues las autoridades no poseen contacto directo con los secuestradores. Toda negociación a través de intermediarios es muy problemática, como resultó ser ésta, con la muerte de al menos nueve de los rehenes occidentales en manos de terroristas shiítas.

         4.- Un hombre calificado por los terroristas para la toma de decisiones. El propósito más importante de una negociación es llegar a una solución pacífica del problema. Esto requiere que haya decisiones tanto de los terroristas como de las autoridades. Sin la aceptación de un líder por parte de los secuestradores no se podrá llegar a solución alguna.

         Es frecuente que esa sea la situación, como ocurrió en el caso de los rehenes en manos de los iraníes entre 1979 y 1980. Realmente se llegó a hacer algunos progresos a partir del momento cuando el gobierno iraní asumió por su cuenta el manejo del caso de los empleados de la embajada de EE.UU. retenidos por los secuestradores.

         5.- Demandas hechas por los terroristas.  En cualquier tipo de negociación debe haber algo sobre lo cual discutir. Los terroristas tienen siempre peticiones que hacer cuando tienen rehenes. Precisar estas demandas es algo de mucha prioridad para el negociador en la etapa inicial del problema.

         6.- Control de la situación a base de restringir la libertad de movimiento de los terroristas.  Del mismo modo como la fuerza es un estimulante para entrar en las negociaciones, estar en capacidad de restringir el movimiento de los terroristas ayuda a mejorar este estímulo. Durante el secuestro realizado por los iraníes, no se logró este requisito. Lo mismo ocurrió en el secuestro hecho por los libaneses.

         7.- Tiempo para establecer relaciones.  Cada vez que sea posible debe tratarse de obtener tiempo, como algo esencial para una negociación exitosa. Con el tiempo vendrán a la escena factores psicológicos y fisiológicos importantes. Bien manejados pueden ser factores de peso para inducir a los secuestradores a rendirse. Por desagradable y pesado que sea reconocerlo, entre mayor sea el tiempo, más oportunidades habrá para que los rehenes salgan en libertad.

         8.- Un negociador que sepa desempeñar simultáneamente los dos papeles.  La posición de quien tiene la fuerza capaz de intervenir contra el secuestrador, pero al mismo tiempo proyecta una imagen merecedora de confianza de quien quiere resolver el problema sin daño para los secuestradores. Esa credibilidad de parte del negociador es esencial. Una vez obtenido el control y la fuerza, y luego de haber inducido al secuestrador a la negociación, es importante que el negociador cree a su alrededor esa imagen y mantenga esa relación con la contraparte. La hostilidad manifiesta de los shiítas contra los Estados Unidos hizo imposible una negociación directa en el caso de las situaciones creadas por iraníes y libaneses. En 1980, en Princess Gate, en Londres, pese a la brecha cultural entre los británicos y los terroristas Anti-Khomeini, el negociador logró establecer esta relación con el líder del grupo, lo que permitió una exitosa operación de rescate. Este incidente suministra uno de los mejores ejemplos del arte de la negociación de rehenes.

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