En Colombia, país fronterizo con el cual nos unen muchos vínculos históricos, por una situación diferente a la nuestra se llega a una realidad muy parecida. El asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán en la ciudad de Bogotá originó lo que se llamó La Violencia de los años cincuenta, dejando un saldo aproximado de trescientos mil muertos.
Producto de esta época quedaron muchos grupos armados, que en la década de los sesenta se consolidaron y estructuraron como movimientos de izquierda al mando del legendario Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo. Fue así como surgieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Casi paralelamente, en el año 1964, por divergencias internas en el Partido Comunista Colombiano nació el Ejercito de Liberación Nacional (ELN). De tendencia cubano-castrista, sus orígenes están vinculados a la resistencia campesina en el norte de Santander. Esto implicó la incorporación a las guerrillas del sacerdote español Camilo Torres, quien promovía un acercamiento entre el cristianismo y el marxismo.
Torres murió en el primer combate, al enfrentarse al ejército regular. En 1967, con la división del Partido Comunista entre pro soviéticos y pro chinos nació el Ejército Popular de Liberación(EPL), de tendencia maoísta.
Esta guerra de guerrillas requiere de cuantiosos recursos financieros a fin de mantener el aparato logístico. La principal forma de obtenerlos es con el cobro de la vacuna o impuesto revolucionario, una modalidad de extorsión que afecta tanto a comerciantes como a ganaderos. Otra forma es con el secuestro.
En Venezuela, el primer plagio fronterizo ocurrió en 1976 contra el ganadero Alfredo Pardi, en caño Motilón, distrito Colón del estado Zulia. Se pagó por su rescate y liberación la suma de US $ 1.200.000. De ahí en adelante, éstos se multiplicaron.
Los estados más afectados han sido Táchira, Zulia, Apure y Barinas. Entre los factores más importantes que contribuyen a que los grupos guerrilleros y el hampa común ejecuten este tipo de acciones tenemos los siguientes: en primer lugar, esas zonas son en ambos países muy despobladas.
En segundo lugar tenemos la falta de un despliegue militar-policial en el vecino país que pudiera contrarrestar este tipo de acciones, así como el temor de la población en reportar actividades de elementos ilegales, aunado a la pobreza crítica existente en dichas zonas; la contratación por parte de ganaderos venezolanos de braceros colombianos, y en muchos de los casos la explotación de los mismos, lo que genera malestar y deseo de venganza.
Se habla en estas zonas de cientos de secuestros, manejados muchas veces directamente por los familiares de las víctimas, con poca o casi ninguna intervención de los organismos de seguridad de Estado, lo que ha convertido este delito fronterizo también en un delito de alta impunidad.