Sufrimos de un mal ajeno, que ha encontrado en nuestro territorio objetivos adecuados para una lucha en la que Venezuela no tendría que participar. Nuestra condición de víctimas es absolutamente gratuita. Pero el problema está presente y no existen disculpas para quienes deben ocuparse del asunto. Se impone una acción pero, debido a su complejidad, debe ser una acción guiada por especialistas. No es una tarea fácil, pero no debe ser mirada con derrotismo.
Como acción subversiva, el secuestro tiene entre sus complejidades su peculiar concepto de espacio y tiempo. Para un guerrillero, las fronteras son simplemente caprichosas líneas, marcadas en los mapas para separar la jurisdicción de los estados. Para ellos, esas demarcaciones no existen. Su espacio no tiene límites distintos a los que ellos decidan establecer, y generalmente por el lapso que les convenga. El tiempo tampoco tiene la significación que le atribuyen los que se sumergen en los criterios convencionales de la guerra. De allí que resulte muy difícil un combate, especialmente cuando las guerrillas se incrustan en áreas bajo jurisdicciones de países diferentes.
Que los guerrilleros colombianos hagan listas de secuestrables entre los habitantes de nuestras ciudades de la frontera, y pongan en marcha con éxito la tarea de secuestrarlos sin que nosotros, todavía en una situación muy superior a la de Colombia, podamos reducir al mínimo esta amenaza, puede significar muchas cosas. Entre ellas:
a.- Estamos esperando que el problema se agrave más.
b.- Le estamos dando una importancia mucho menor a la que efectivamente tiene, o
c.- carecemos de personas especializadas para el tratamiento de estos asuntos.
Cualquiera de estas actitudes es muy preocupante.
Un problema de este género se agrava cada día, pues con el dinero de la venta de protección a los narcotraficantes, y los aportes involuntarios de nuestros conciudadanos se tendrá siempre cómo comprar cómplices quienes por codicia, por resultar una solución a problemas económicos apremiantes o por miedo a las represalias de una negativa aumentarán el caudal de los colaboradores, hasta que nos llegue a resultar muy difícil neutralizarlos.
Ignorar la importancia del problema no puede recibir como explicación la ausencia de información. Estar mal informado, con la calidad actual de los medios de comunicación, es difícil de creer, salvo que apliquemos aquella forma de desinformarse que usan los avestruces.
En el supuesto negado que no tengamos especialistas, no es un mal definitivo. Si se nos presentara la amenaza de epidemia de un mal desconocido, o no lo suficientemente conocido por nuestros médicos, el país no dudaría en traer de donde sea a quienes nos puedan ayudar a combatir eficientemente dicho mal, y darle a la ciudadanía la protección a la que estamos obligados, sin detenernos a pensar en costos ni en otros impactos.
Pero además, si es cierto que podríamos encontrar en alguna parte especialistas en el manejo de este problema tan complicado, no es menos cierto que hemos tenido a personas cuyos nombres aun se recuerdan por sus aciertos cuando tuvieron bajo su responsabilidad graves asuntos de esta índole, y quienes estoy seguro de que prestarían su concurso para la creación de un equipo de estudio de las soluciones.
La llamada persecución en caliente, es un impedimento para los legalistas, que paradójicamente favorece a quienes no respetan la ley. Los respetabilísimos derechos humanos son con frecuencia una coraza bajo la cual se protegen, sin que el irrespeto de los mismos les debilite sus planteamientos. Le corresponde a la gente civilizada actuar como el luchador limpio, ante el irrespetuoso de las reglas que se agarra de las cuerdas cuando el limpio lo amenaza con aplicarle sus mismas tácticas. La lucha libre puede ser una simple payasada, pero es la mejor parodia de la lucha contra el terrorismo.
Tal vez por eso hay poca gente animada a enfrentarla. El miedo actual suele eclipsar el horror que nos debiera producir pensar en lo que ocurrirá si no se le detiene o al menos se le neutraliza.
El secuestro en la frontera es un problema tan grave que, para quienes lo desconozcan o prefieran ignorarlo, nos proponemos hacer un somero análisis estadístico que nos ayude a todos a conocer las verdaderas dimensiones del problema.