La estructura ideológica de la subversión puede visualizarse como una pirámide con cuatro segmentos definidos:
1.- La cúpula: integrada por un pequeño número de sujetos que domina las concepciones filosóficas e ideológicas del marxismo – leninismo, con algunas excepciones, como la de Manuel Marulanda (alias Tirofijo), dirigente de las FARC, quien escasamente puede explicar los fundamentos políticos de su carrera delictiva, iniciada junto a otros delincuentes comunes, tristemente recordados hoy en día. Contrario a este tipo de dirigente, existen otros como el fallecido cura Manuel Pérez (alias Poliarco), cabeza del ELN, quien mezcló profundas convicciones marxistas con las concepciones de la Teología de la Liberación, en una simbiosis extraña y sorprendente, capaz de justificar el crimen más atroz que se pueda imaginar.
2.- El segmento medio superior: dominado por el ánimo de lucro y carente de estructura ideológica. Lo integran muchas más personas y está conformado por los mandos medios y superiores. Sus convicciones políticas están dominadas y estructuradas sobre la necesidad de obtener recursos económicos con dos propósitos: para continuar la guerra subversiva, y para retirarse holgadamente, en caso en que la cúpula pacte una desmovilización. En este nivel, se puede conseguir a individuos con ciertas bases ideológicas, pero nunca profundamente arraigadas.
3.- El conjunto medio inferior: constituido por los mandos inferiores, son ideológicamente amorfos, porque no tienen claras ni sus bases ideológicas sobre el marxismo – leninismo ni los fundamentos de una política mercantilista. Su poder de influencia sobre las bases radica en un caudillismo sustentado en el uso de la fuerza y la violencia para obtener liderazgo. En su mayoría, provienen de la delincuencia común y de bandas organizadas donde hicieron carrera criminal.
4.- El cuarto nivel está integrado por las bases: quienes en su mayoría han sido trabajadas ideológicamente por especialistas que provienen de la cúpula. Gran parte de este personal ha sido reclutado por la fuerza en sus áreas de origen. Esta condición genera en estos reclutas un rechazo a los procesos de ideologización y de adoctrinamiento, pero se mantienen en filas por las amenazas de muerte que se ciernen sobre ellos y sus familias, si desertan. En este nivel puede más el miedo que la convicción.