Los ingresos de la subversión colombiana se originaron, en un primer momento, de las fuentes externas de financiamiento. Los aportes principales provenían de la Unión Soviética y sus países satélites. Más tarde se sumaron la República Popular China, Corea del Norte y, finalmente, Cuba. El financiamiento a la subversión colombiana de parte de estos países no se limitó sólo a recursos económicos, sino que se extendió a entrenamiento y capacitación política, militar, sindical y terrorista; y, por supuesto, a la dotación clandestina de equipos de guerra como municiones, armamento, provisiones, documentos doctrinarios, apoyo logístico y asesores militares en guerra irregular tanto en el exterior como en suelo colombiano.
En la medida que el bloque comunista se debilitaba política y económicamente, el flujo de fondos y ayuda militar se fue haciendo cada vez más escaso. Esta situación produjo o aceleró el aborto de los proyectos políticos – militares de la subversión colombiana y la obligó, como medida de sobrevivencia, a buscar nuevas fuentes de financiamiento.
Estas nuevas fuentes se produjeron en acciones depredadoras como asaltos a entidades bancarias, empresas y comercios, extorsión a industriales, comerciantes y transportistas. También aplicaron la guerra política – psicológica para amedrentar a la sociedad y a los voceros de los partidos políticos y del Gobierno para crear sistemas de desvío de los dineros estatales para la causa subversiva. Estas acciones fueron las que poco a poco pervirtieron los ideales revolucionarios, desviándolos hacia la delincuencia.
Los ingresos financieros de los grupos subversivos que operan en Colombia no fueron siempre originados en el delito. En un principio, cuando se formaron estos grupos, los ingresos provenían de fuentes sanas, como por ejemplo de grupos proselitistas; los equipos provenían de los ataques que perpetraban en contra de las fuerzas militares y policiales de Colombia. Es a partir de estos últimos 25 años que esta condición cambia y comienza un esfuerzo interno para recabar fondos para su causa.
Paradójicamente, existen organizaciones y fundaciones de carácter internacional que defienden los derechos humanos y acusan al Estado de violar el derecho humanitario internacional. Los aportes de estas organizaciones se centran principalmente en asumir los costos de publicaciones y costear los viajes que realizan sus miembros para asistir eventos internacionales de carácter humanitario, sostener entrevistas y fungir como víctimas de gobiernos explotadores que desconocen o irrespetan los derechos humanos de sus ciudadanos. El financiamiento de la subversión colombiana proviene en su mayoría de los daños físicos y materiales que ha causado al pueblo de Colombia y del mundo por su reconocida participación en el narcotráfico.
Los sistemas financieros de los grupos subversivos han ido evolucionando desde los métodos sencillos de cuando eran pequeños núcleos hasta crear, hoy en día, unas estructuras complejas bien definidas, organizadas por jurisdicción y sectores económicos, y dirigidas por representantes de formación y fortaleza económica.
También aplicaron la guerra política – psicológica para amedrentar a la sociedad y a los voceros de los partidos políticos. Le siguen los actos de piratería, con 335 millones de dólares, y las negociaciones con el narcotráfico que le reportan 234 millones de dólares. Los rehenes, el secuestro, la extorsión y los delitos comunes generan totales anuales de 1.563 millones de dólares. La motivación principal para llevar a cabo el secuestro continua siendo la recaudación de fondos para la causa subversiva, sin embargo, existen otros motivos. A continuación se señalan los porcentajes estimados con respecto a los diferentes motivos.