El secuestro aéreo constituye una modalidad de delito que han empleado terroristas y delincuentes. El tema es preocupante y continúa vigente, dada la frecuencia de los apoderamientos de aviones venezolanos por la guerrilla colombiana, con el propósito de venderlos al narcotráfico. Este delito constituye una de sus fuentes de ingresos, además de las ganancias por los rescates de los pasajeros y de la tripulación de las aeronaves secuestradas.
El narcotráfico es una empresa delictiva que requiere de alguna fuerza que les dé la protección contra la acción de las autoridades. Los beneficios obtenidos hasta ahí no terminan, pues el narcolavado, llamado en Venezuela “legitimación de capitales” sigue incrementando el voluminoso producto de esta dañina e ilegal actividad.
Las guerrillas son combatidas por las mismas autoridades que actúan contra el narcotráfico. Estas tienen una estructura menos empresarial, más militar y en sus principios con escasos recursos financieros ya que ellas son impulsadas inicialmente por ideales. La diferencia financiera entre ambos grupos los ha llevado a una simbiosis para remediar mutuamente sus necesidades. Las guerrillas realizan operaciones de protección al narcotráfico, y le complementan su logística vendiéndole aviones secuestrados, y el narcotráfico les proporciona recursos financieros para costear sus operaciones.