La industria del secuestro, a escala internacional, ha experimentado un crecimiento en los últimos veinte años y, quizá, forma parte de una de las actividades criminales que ha dado mayor éxito a sus autores, porque sencillamente se está negociando con la vida de seres humanos.
Países como Estados Unidos, Alemania, Francia, España e Israel, entre otros, han puesto especial énfasis a la lucha contra ese tipo de delitos y han creado unidades especializadas para enfrentarlos.
Los alemanes vivieron su primera experiencia importante con rehenes en el caso de Munich. Durante los Juegos Olímpicos de septiembre de 1972, el brazo terrorista de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), conocido como Septiembre Negro, secuestró a un grupo de atletas israelíes. Las autoridades alemanas intentaron una intervención armada, pero fracasó. Los resultados políticos fueron malos y el desenlace nefasto: murieron los rehenes, hubo policías heridos y lograron fugarse varios terroristas. Fue una situación descontrolada, una operación muy mal montada y manejada.
Como consecuencia de estos errores, fue creado el Grenzchutzgruppe 9 (G.S.G 9), el cual forma parte de la Policía de Frontera, y ésta, a su vez, pertenece a la Policía Federal Alemana. Fue el grupo especial que se encargó de la situación en Mogadiscio (capital de Somalia) tres años después. Los sucesos fueron muy parecidos a los de Munich. Un avión de Lufthansa fue secuestrado con 250 pasajeros. Al gobierno alemán se le permitió actuar fuera de su frontera, a través del G.S.G 9, salvando a los rehenes aunque murieron todos los terroristas.