En resumen, al comparar el caso San Román con el de Cúa las diferencias principales radican en la organización policial y la disciplina de disparo. En Cúa las instrucciones fueron muy claras, nadie debía tener la pistola en la mano, y no como en San Román donde hubo funcionarios que soltaron sus armas para escalar muros o saltar sobre un mostrador, por ejemplo.
Evidentemente, los cuerpos policiales de las ciudades venezolanas han vivido un proceso de aprendizaje. De uno a otro caso, con cinco años de distancia, se nota una diferencia en los procedimientos al hacer las comparaciones y análisis. En San Román el desastre fue total, sin coordinación en absoluto. En contraste, cuando se llega a la situación de Cúa, se observa que cada factor se encuentra en su lugar respectivo: la policía, los periodistas, la unidad de operaciones. El resultado fue positivo. El único que murió fue el delincuente.
En el transcurso de esos cinco años, los cuerpos policiales sí han mejorado. Quizá no se haya llegado al nivel de optimización que se desea, porque lo ideal es responder con prontitud a las llamadas que reportan un robo. En ese caso, se requiere de un control maestro que movilice la patrulla que esté más cerca del lugar. Pero todavía no existen ni las patrullas ni el sistema, y hacia allá se dirige la secretaría de seguridad de la Alcaldía Mayor.
Ya se cuenta con algunos sistemas para ubicación de patrullas, cierta capacidad de respuesta, entrenamiento a los funcionarios, quienes tienen cada vez más claro cuáles son su visión y misión. Todo ello, seguramente para el 2001, dará los resultados previstos.
Es de hacer notar que existen muchas personas que están siendo preparadas para afrontar casos de secuestros y situaciones de rehenes, con respecto a negociación de rehenes, control de manejo de las crisis, unidades de respuesta inmediata y unidades de operaciones especiales.