Los secuestros y las situaciones de rehenes son un problema estructural de las ciudades. Son parte de los costos de la vida actual, de los cambios económicos y políticos que se están dando en Venezuela y en todo el mundo. Así es que esos problemas vienen de la mano con las ciudades, y las actividades que en ellas se realizan. Si no existieran aproximadamente tres mil buhoneros (comerciantes informales) en Caracas, seguramente no habría el nivel de criminalidad actual.
La cuestión no es considerar que la situación va a mejorar. Lo importante es bajar el índice de crecimiento (tasa) de la criminalidad, porque siempre la va a haber, nunca va a desaparecer. Es un proceso relacionado con los problemas ocasionados por las condiciones sociales, así es que los secuestros tampoco van a desaparecer. La meta es buscar una disminución de la tasa de criminalidad: si para 1999 hubo un crecimiento del 7 %, para el 2001 se plantea llevarlo a un 6 %. Aunque se debe considerar que efectivamente existirá un incremento criminal porque habrá más delincuentes, más gente y más dinero. Ahora, los policías tienen que hacer que esa tasa baje y tener presente que nunca habrá una tasa cero.
La policía podría actuar reactivamente contra la criminalidad. Pero serían sólo operativos de una semana que calmarían momentáneamente una situación que volvería a aparecer días después. Tampoco el planteamiento es, como afirman algunas personas, matar a los delincuentes. Como las flores, volverían a aparecer. El asunto está en entender por qué existen. En Venezuela ya se sabe que tres de los grandes males de Caracas son: las armas de fuego, la droga y el alcohol, responsables de las alarmantes cifras de muertes en los fines de semana. Esos son los puntos contra los cuales se debe enfilar la acción policial.