La situación de rehenes que sucedió en el edificio Mi Refugio de la urbanización Terrazas del Avila, al este de la zona metropolitana de Caracas, el 16 de abril de 1996 marcó un hito en la historia de la inseguridad en Venezuela. A continuación se ofrece un análisis de la situación a la luz de algunos de los aspectos anteriormente expuestos, tales como el diálogo, el tipo de negociador, la autoridad, el tipo de armamento y munición, la capacitación técnica, la coordinación policial y la comunicación.
En ese caso, evidentemente no hubo coordinación policial, los negociadores no eran los más indicados y al lugar se presentó gran cantidad de personas, como diputados, policías, curiosos, periodistas, sacerdotes y el alcalde, todos con afán de figurar. Además, acudió el Fiscal General de la República. Por supuesto, al saber los delincuentes de su presencia en el sitio solamente quisieron hablar con él.
Igualmente se cometió otra serie de errores: primero, en cuanto a la autoridad. Segundo, el tipo de armamento y munición que se utilizó. En Terrazas del Ávila se usaron armas largas automáticas que no eran las más adecuadas, y munición con proyectiles blindados que tampoco era la conveniente. Por eso se obtuvo como resultado fatal la muerte de una rehén, causada no por los disparos del delincuente sino por la inadecuada intervención policial. Es necesario extraer una enseñanza de todos estos errores, los cuales fueron advertidos en su momento.
El tercer problema fue la intervención de los grupos comando que no eran los más competentes para actuar en ese momento. Las autoridades deben considerar, a la hora de actuar, quiénes son los funcionarios o grupos más indicados y preparados para intervenir en la situación en curso, tanto para la negociación como para intervención armada.
El cuarto aspecto a destacar fue la ausencia de coordinación policial. Cuando las autoridades acuden a una situación de rehenes, debe actuar un determinado cuerpo policial y ningún otro. Preferiblemente debe tratarse de grupos especializados. Las otras policías presentes en el sitio deben retirarse o alejarse, cerrando el perímetro, manteniendo a los curiosos y a la prensa a distancia prudencial o permaneciendo en espera para funciones de eventual apoyo.
En quinto lugar estuvo la falta de una comunicación fluida entre los secuestrados y la autoridad. Se cometieron muchos errores en este aspecto. Inclusive, cuando uno de los delincuentes se entregó se propuso que se le diera oportunidad a la prensa, en especial a la televisión, para que lo entrevistaran y efectuaran la transmisión en vivo. Algunos pensaron que eso significaba otorgarle un papel protagónico al delincuente. No era esa la idea. El objetivo de la entrevista era que los dos delincuentes que permanecían aún dentro del apartamento vieran lo que sucedía afuera: que se le estaba garantizando la vida y los derechos humanos al secuestrador que se había entregado. Era importante que los secuestradores que permanecían adentro del apartamento con los rehenes vieran esas escenas. Eso contribuiría a hacer más creíble la oferta y el compromiso de que serían tratados bien, de que tendrían un proceso justo y se tendría un final feliz pues no se causaría la muerte de la rehén.