Opinar sobre el secuestro se hace difícil por lo extenso de la materia. No basta conocer el punto de vista semántico como tampoco tratar de interpretar el contenido legal del secuestro como delito. Esta categoría delictual ha cobrado, especialmente en los últimos años, una connotación muy especial debido al hecho de que cada día la llamada “industria del secuestro” se hace más evidente en buena parte de los países de Latinoamérica, desde México hasta la Patagonia.
El secuestro es más que una empresa antisocial: es un estilo de delito, por demás perverso, por cuanto los actores se debaten entre amigos y enemigos, sin saber la víctima y sus familiares quién está de lado de quien.
El plagio tiene características muy particulares. De no estar presentes, pueden hacer perder la orientación didáctica o el rumbo policial más adecuado para rescatar a la víctima sin acceder a los pedimentos de los plagiarios.
Cuando en Europa se conocieron los primeros casos modernos de secuestro, fue política de Estado no responder a las solicitudes de los secuestradores, lo mismo ocurrió en Estados Unidos y en un principio en América Latina.
Pero la desconfianza en la capacidad de respuesta de las policías y el creciente desarrollo de la industria del secuestro puso en jaque la jugada, creándose una atmósfera de incertidumbre que arrojaría un saldo a favor de los plagiarios, frente a la imposibilidad de algunos países y sus autoridades de poner freno a este proceso delictual.