Una situación de rehenes plantea dos salidas. Sin embargo, una tiene más peso que la otra: o se negocia y se convence a los delincuentes (sea un grupo o un hombre) para que sencillamente cedan en su actitud y se entreguen, o se debe planificar y accionar la intervención. Siempre es preferible la negociación. Solamente agotada esa vía puede decidirse la intervención.
En la población de Cúa, estado Miranda, una mujer fue tomada en situación de rehén en la vía pública. El grupo policial que actuó en ese caso trató de negociar. Habían transcurrido seis horas y el hombre no cedía. Su excitación iba en ascenso, estaba cada vez más agitado y pedía dos ataúdes porque él quería morir y matar a la rehén. No hubo más remedio que bajar la señal de negociación y darle paso a la intervención.
Pero la negociación tiene que lograrse hasta el último momento, de lo contrario las cosas pueden resultar desfavorables. En las mentes de los venezolanos hay algunos casos con desenlaces trágicos, que serán recordados durante mucho tiempo.
Las negociaciones de rehenes en Venezuela no comenzaron con el caso San Román ni con Terrazas del Avila, pues en 1976 se registró el primer caso. Han ocurrido muchas situaciones de ese tipo en el país, las cuales no trascendieron a la prensa ni a la opinión pública porque no tuvieron la misma magnitud de los casos mencionados, y sobre todo porque sus resultados fueron exitosos debido a la planificación y a las buenas negociaciones.
En el caso de la agencia de lotería de la avenida Lecuna, la prensa actuó en forma positiva. Pero en otros momentos no ha sido así. En una situación de rehenes las personas retenidas, los delincuentes y los policías pueden reaccionar en forma imprevista por el resplandor de un flash, una cámara mal ubicada o un peatón que se acerque al lugar. Se convertirían en factores inconvenientes que podrían desencadenar un tiroteo o una desgracia.
Cuando se quema un edificio, el trabajo del bombero es apagar el fuego y tratar de salvar a la mayor cantidad posible de personas. No se culpa a los bomberos del incendio, pues no lo provocaron. Ellos fueron a rescatar personas.
Comparativamente, una situación de rehenes es un siniestro y las autoridades son como los bomberos: el hecho se desencadenó, el fuego está presente. El trabajo de la autoridad y de toda la estructura policial es tratar de resolver con las menores pérdidas posibles. El deseo de todo grupo de trabajo en situación de rehenes es la ausencia total de víctimas, ya sea tanto de secuestrados o rehenes como de victimarios.
Pero lo que ocurra en una situación de rehenes es una sumatoria de factores: un tiro benévolo que no debía causar una tragedia se convierte en muerte porque astilló un determinado hueso, o algunos tiros que pudieran ser más radicales nada ocasionan. Entonces, frente a esto hay que aceptar que una situación de rehenes es un hecho en desarrollo, donde las autoridades intervienen y para lo cual tienen que contar con la planificación.