Esta fue la última vez que se vio a Aldo Moro y a sus secuestradores de las Brigadas Rojas. El dramatismo observado hasta ahora es innegable. Pero debemos añadir que lo ocurrido en el escenario descrito no fue lo único que se contemplaba en el cuidadoso plan. Por ejemplo, tanto en la plaza Cavour como en el aeropuerto de Fumicino se reportó la colocación de dos bombas que resultaron falsas, pero que distrajeron al personal de la policía antes del atentado contra Moro.
Los teléfonos del área de Monte Mario dejaron de funcionar por un lapso de aproximadamente 15 minutos. Inicialmente se supuso que hubo un corte de líneas bajo la calle, pero luego se descartó y quedó como hipótesis más valedera que alguien, desde la central, cortó mediante un interruptor ese servicio durante el lapso indicado. Además se creó la apariencia de un presunto accidente que obligaba a desviar el tránsito hacia la vía Mario Fani, al iniciarse el ataque a Moro. Resulta muy significativa la cuidadosa preparación y la profunda penetración en la seguridad de Moro. El acostumbraba a llevar consigo en el auto cinco maletines, uno con delicados asuntos de Estado, otro con medicinas (era algo hipocondríaco), otro con papeles de la Universidad de la que él era profesor y dos con papeles misceláneos. Pero los terroristas no tuvieron problema para seleccionar a los dos primeros, ignorando a los otros tres, por carecer de interés.
La posibilidad de que alguno de los guardias sobreviviera al ataque inicial fue prevista al apostar a un francotirador en uno de los techos vecinos, desde donde pudo demostrar que estaba bien adiestrado y armado al ser tan acertado en la liquidación del guardia que trató de reaccionar.
Y aquí no terminan los datos que nos muestran la detallada extensión de los planes. A un vendedor de flores que acostumbraba estar allí a esa hora, y que estacionaba su vehículo en las vecindades de su casa antes de irse a trabajar, le desinflaron las cuatro ruedas de su camioncito, la noche del 15 para el 16, para evitar a un testigo más en esa área.
Las placas diplomáticas que llevaba el auto que se interpuso, colocándose delante del auto de Moro, de manera que el chofer no presintiera que se trataba de un atentado, habían sido robadas a la embajada de Venezuela, la cual lo había reportado hacía más de un año.
Los autos seleccionados para el escape fueron escogidos muy similares a los que usaba la custodia de Moro. Y además fueron dotados de sirenas como las de la policía para casos de necesidad.