El primer contacto con el secuestrador, a sabiendas de que el primer riesgo es morir si no logra obtener los beneficios de parte de la familia de la víctima, significa para ella un trauma agudo. La incertidumbre sobre lo que puede pasar le produce terror.
Una gama de síntomas se pone de manifiesto en la víctima dependiendo de su personalidad. Durante la permanencia bajo las manos de los secuestradores se presenta a menudo un trastorno por ansiedad severa, con elementos fóbicos y depresivos que suelen tener un carácter agudo, convirtiéndose en reacción de estrés grave o agudo con crisis de pánico que tiene lugar en una situación fóbica consolidada.
El individuo se muestra ante un estrés de este tipo como “congelado”, con ganas de salir corriendo a un lugar seguro y no poder hacerlo. Es una situación de la que el individuo, si es rescatado con vida, queda con varios temores o fobias, síntomas psicológicos comportamentales o vegetativos (taquicardias, etc.). Son síntomas que aparecen de inmediato y pueden durar hasta después del evento estresor aproximadamente 8 semanas.
Mientras tanto la familia de la víctima vive momentos de angustia, zozobra y depresión. La incertidumbre embarga al grupo, que espera un feliz desenlace pero que en el fondo teme por la vida de la víctima. La familia, en virtud de las exigencias de los delincuentes, también se convierte en una especie de secuestrada, con los mismos síntomas psicológicos y emocionales de un rehén.
Psiquiátricamente, las reacciones a estrés grave y trastornos de adaptación se caracterizan no sólo por los síntomas y curso, sino por uno de estos 2 factores:
1.-Antecedentes de un acontecimiento biográfico excepcionalmente estresante o la presencia de un cambio vital significativo (secuestro). Esto da lugar a una situación desagradable persistente que lleva a un trastorno de adaptación que en cada caso depende de factores individuales, a menudo propios de su idiosincrasia como es una vulnerabilidad específica.
La reacción de estrés agudo intemporal, clara e inmediata entre el impacto de un agente estresante excepcional (accidentes, atracos, violaciones, catástrofes naturales y por supuesto el secuestro), el individuo se siente “embotado”, como en las nubes, no asume en principio lo que le pasa: ira, ansiedad, depresión, desesperación. Dura horas o días y puede presentarse tanto en la víctima como en la familia de ésta como crisis de nervios, fatiga y shock psíquico.
2.- Como respuesta tardía, es decir entre uno o dos meses después y hasta los 6 meses posteriores al evento catastrófico (ejemplo: desastres naturales o producidas por el hombre: combates, accidentes, testigo de muertes violentas, víctima de tortura, terrorismo, secuestro y otros crímenes) aparecen los llamados síntomas del estrés postraumático: episodios reiterados de volver a vivenciar el trauma en forma de reminicencias o sueños que tienen lugar sobre un fondo persistente, una “pesadilla”, el individuo y la familia suelen pensar que “no les ha pasado lo que a otros” y de repente comienza con insomnio, llanto fácil, angustia, pánico, miedo y en casos extremos ideación suicida.
En algunos familiares en edad adolescente, la reacción de pena o dolor pueden traducirse en un trastorno del comportamiento del tipo agresivo o disocial.
De esta manera hemos hecho un recorrido breve de las secuelas psiquiátricas y psicológicas que se pueden evidenciar en las víctimas de un secuestro y en sus familiares. En la mayoría de los casos se requiere de ayuda psicoterapéutica y psicofarmacológica a fin de lograr la estabilidad psíquica y la reincorporación social.
En algunos casos se ha evidenciado que tanto en la víctima como en su familia el efecto psicológico del hecho delictivo ha producido un trastorno de tal significación que pueden aparecer síntomas psicóticos, es decir, presentan una pérdida de juicio de realidad generalmente de tipo breve o temporal.