Los planteamientos que se presentan a continuación reflejan la posición del sector que, tradicionalmente, más ha sufrido el problema de los secuestros, así como otro tipo de situaciones se presentan en la región fronteriza colombo-venezolana. Consideramos que los ganaderos somos víctimas de la inseguridad fronteriza y queremos reflejar un resumen de lo que ha ocurrido en la frontera por 24 años en relación con los secuestros.
Los guerrilleros colombianos tienen en la frontera armamento del tipo de lanzamisiles y lanzagranadas. Están en capacidad de derribar los helicópteros que los militares venezolanos usan en la frontera. En resumidas cuentas, están mejor armados que los ganaderos que, muchas veces, sólo portan un revólver calibre 38 con el cual pretenden defenderse.
Fue necesario que transcurrieran 24 años de violencia en la frontera y que comenzaran a ocurrir secuestros en la capital para que la sociedad caraqueña trajera a discusión el tema. Los ganaderos vimos venir esta situación y sabíamos que los secuestros llegarían a Caracas.
La primera víctima de un secuestro fronterizo fue Alfredo Pardi Dávila. El hecho ocurrió en el año 1976, en la población de Rubio, estado Táchira. Desde ese momento comenzó una larga secuencia de problemas de inseguridad en la frontera. La guerrilla utilizó a los secuestros y la extorsión como mecanismos para infundir temor, dominar la zona y ejercer la autoridad. En consecuencia, la guerrilla controló al personal obrero de las fincas y ahora negocia con los productores. También ha penetrado en algunas instituciones del Estado, causando en ellas una desmoralización en sus actuaciones y efectividad.
El secuestro es una industria eficiente. Un secuestro se planifica con detalle y no hay improvisación. La guerrilla obtiene la información económica exacta del secuestrable y conoce las cuentas que maneja; cuántas reces tiene en su hacienda; cuánto dinero tiene en el banco. La solicitud de pago del rescate está en directa proporción al patrimonio de la víctima, sus bienes o lo que está a punto de cobrar.
La mejor arma de la guerrilla es el acoso psicológico a la familia, al demorar varias semanas en establecer el primer contacto. En ese tiempo, los familiares se desmoronan psicológicamente y se resignan para hacer cualquier tipo de negociación.
Para los guerrilleros, el secuestro es un negocio y los productores de la frontera su banco personal. Los secuestros se resuelven al pagar el rescate que está pidiendo la guerrilla.
Desde 1976, sobrepasan de 980 los secuestros que han ocurrido en la frontera, pero ni uno sólo ha sido resuelto policialmente. Los secuestrados que han regresado a sus hogares han pagado el rescate a la guerrilla. Estas personas liberadas no saben quién las vendió, quién las traicionó ni quién le da información a la guerrilla. Viven toda su vida con esa incógnita.
En la frontera ha imperado un clima sangriento desde el año 1976. La guerrilla empezó a atacar a los ganaderos y a los puestos militares, imponiendo la ley del campo, su propia ley, la del miedo. Militares y ganaderos venezolanos han sido vilmente asesinados y masacrados a causa de la violencia que han sembrado los guerrilleros en la zona.