Cuando una compañia productora de alimentos se ve obligada a recoger su mercancía de los anaqueles de los automercados debido la sospecha de contaminación con pesticidas, la empresa pone en riesgo su reputación. Aquí, los involucrados son variados y en distintos niveles de la cadena. Están entre otros: los proveedores, el Estado a través de sus órganos de control, los trabajadores de la línea de producción, los supervisores de calidad, los distribuidores, los comerciantes y el consumidor.
Cada involucrado actúa dinámicamente en un amplio rango que va desde ser un aliado comprometido hasta una inminente amenaza. Los involucrados agregan a la fórmula de riesgo un factor de complejidad que en ocasiones es muy dificil de determinar. En condiciones ideales y en escenarios simplificados, todos los involucrados pueden considerarse como aliados. Cuando es así, el riesgo se determina de forma convencional. Sin embargo, al mover las variables de los involucrados en el rango, el riesgo se mueve entre bandas tanto de probabilidad como de severidad. Si bien, los involucrados son inherentes a los riesgos y pueden formar parte integral de sus ecuaciones, resulta conveniente para estimaciones cualitativas construir una tabla de involucrados o mapa de poder y valorarlos en una escala lineal que vaya desde la total alianza a la total amenaza. Dependiendo de su ubicación, la Organización deberá desarrollar iniciativas para moverlos de un terreno peligroso a otro de más confianza. Es conveniente acordar dentro los criterios de seguridad de la Organización, cual sería el valor más adecuado para cada involucrado. Establecer entonces un mapa de poder de los involucrados va a ser de suma utilidad para la visión integral del riesgo. Si bien es inviable para cualquier Organización mover a todos sus involucrados al sector de aliados comprometidos, el mapa de poder marcará la posición estratégica más favorable para cada uno. En muchos casos el mejor aliado es el que no molesta.
Como mencionamos, los involucrados le imprimen al riesgo una dinámica partícular. El problema es que muchas veces obviamos este hecho. En la industria de los alimentos como en cualquier otra, lo más probable es que nos ocupemos del consumidor, ya que es el actor de mayor mayor peso para la reputación. El asunto es que las organizaciones raras veces se toman el tiempo para analizar el poder del resto de los actores más allá de identificar sus responsabilidades o culpas directas. Para la gestion estratégica del riesgo, es fundamental investigar en profundidad las motivaciones, acciones u omisiones que puedan existir detrás de un riesgo materializado. En estas realidades usualmente se ocultan trabajadores descontentos, proveedores descuidados o inclusive compentencia desleal. Las pérdidas y los daños que se suceden a los riesgos son oportunidades excepcionales para conocer y calibrar a los involucrados. Evidentemente, es más fácil mover a los involucrados en la escala antes de que los riesgos se hayan materializado, sin embargo, en la primera aproximación que hagamos ya los daños han sido causados, lo que servirá para introducir al involucrado a la metodología y fijar reglas claras de lo que se espera de la relación en lo sucesivo. Para el gerente de seguridad, establecer reglas es parte de su gestión preventiva.
Corporaciones con trayectoria en Responsabilidad Social Empresarial saben que el compromiso de los involucrados, más aun de aquellos fuera de las paredes de Organización, se logra a través de una estrategia orientada a moverlos progresivamente en la escala de confianza. Es necesario por tanto, en el establecimiento de un programa de seguridad, ubicar la posición de inicio de cada actor y establecer las acciones para lograr el nivel de alianza requerido. Construir confianza es construir certeza y por ende seguridad.
Podríamos afirmar en este sentido que a mayor y mejor alianza entre involucrados y Organización más fàcil será la gestión efectiva de riesgos y más integral la visión de la gerencia de seguridad.
Fuente: Alberto Ray, stratsecuritygroup.com