Un elemento intangible que opera como indicador de percepción de seguridad en la mente humana, es el tiempo promedio que requiere un turista para ambientarse o familiarizarse con una ciudad. Esto depende de varios factores, pudiera mencionar entre ellos, la señalización de calles, la facilidad para conseguir direcciones, la claridad con la se indican las rutas de transporte público, la amabilidad de la gente, las áreas verdes disponibles para actividades recreativas y deportivas, la presencia de cuerpos de seguridad, la iluminación de los espacios, la cantidad de personas que caminan por sus aceras, las horas de cierre de restaurantes y teatros, el orden, la limpieza, la basura acumulada y la cantidad de indigentes en las calles, son entre otros, piezas que impactan la percepción de seguridad en el visitante.
Otro elemento clave en la construcción de la visión positiva de la seguridad es la ubicación de hoteles y áreas turísticas. Muchas ciudades a pesar de ser inseguras, han sabido construir un oasis de tranquilidad y certeza para sus viajeros en determinadas zonas. En ellas, se optimizan las variables mencionadas y además se concentran servicios, actividades y atracciones, creando una percepción de máxima seguridad. Este es el caso de Las Vegas, ciudad de una calle (El Strip), que contiene hoteles, casinos, teatros centros comerciales y hasta el aeropuerto. Contradictoriamente, en Las Vegas, a pesar de haberse conocido como la “ciudad millonaria” su tasa delictiva es un 50% superior al promedio de los Estados Unidos, aun así, en El Strip el turista se pasea en costosos vehículos y vestido con relojes y joyas de marca. La percepción de seguridad, sin duda entra por los ojos.
En la subjetividad con la cual calibramos los riesgos, vale comentar otra necesidad instintiva del turista. Me refiero a la necesidad de protección cuando se visitan ambientes desconocidos. Aquí, los hoteles tienen la principal responsabilidad. El turista necesita espacios acogedores y que promuevan la cercanía de las personas. Los sitios pequeños en ocasiones son preferidos porque muy dentro del cerebro nos recuerdan refugios o cuevas para resguardarnos. El viajero requiere que lo orienten, que lo ubiquen y le den información de supervivencia. Algunas cadenas de hoteles han desarrollado la figura del concierge para esto menesteres. A más complicada la ciudad, más información de calidad necesita el visitante. Debe tenerse en cuenta que el turista quiere explorar, lo ideal es que lo haga de forma segura. Cuando en nuestro país, se habla de convertirnos en una potencia turística, debemos terminar de entender que sin seguridad es sencillamente imposible.
Fuente: Alberto Ray, stratsecuritygroup.com