La pasada semana tuve la oportunidad de participar como ponente en la I Jornada de Actualización en Seguridad Física y Patrimonial, organizada en Valencia por la Cámara de Industriales del Estado Carabobo y Asis International Capítulo Caracas.
Mientras formaba parte del panel de clausura, uno de los asistentes me pregunta: «¿Cuáles son las principales amenazas de seguridad a las que debemos enfrentarnos en el futuro?».
No pude evitar recordar la publicación de Phil Williams: Lawlessness and disorder: an emerging paradigm for the 21st century. El autor menciona que el siglo XXI podría estar marcado por procesos anárquicos, incrementados en gran medida por las llamadas megatendencias.
No se trata de que las amenazas de seguridad tradicionales desaparezcan, sino que van a interactuar con nuevas modalidades. La variedad es considerable y aspectos tales como globalización, calentamiento global, crecimiento demográfico, recursos naturales, seguridad alimentaria, distribución de mercancías, desempleo, movimientos migratorios, entre otros, confluyen y se interrelacionan creando un gigantesco bloque que atenta contra todo lo social y económicamente conocido hasta ahora.
Los pederastas y traficantes de drogas tienen en la web una herramienta eficiente que les permite la proliferación del comercio ilícito y la captura masiva de víctimas.
El crimen organizado transnacional maneja drogas, armas y productos falsificados en una red de contrabando que se diluye entre gigantescos volúmenes de mercancía trasladada vía aérea, terrestre o marítima.
El crecimiento poblacional desordenado no ofrece educación y oportunidades de trabajo a una población joven que ante esa situación opta por la carrera de las pandillas y las armas. Se genera, por ejemplo, un incremento de la migración ilegal con resultados como las de africanos que día tras día perecen en mar abierto tratando de alcanzar costas europeas. Hasta un oscuro comercio como es el del tráfico de órganos se alimenta de esos jóvenes sin futuro en redes de Kosovo, Ucrania, Turquía y Rusia.
Los centros urbanos siguen su tendencia a concentrar grandes poblaciones. Muchas de ellas viven en condiciones de miseria en barrios marginales, los cuales se estima que en el 2030 agrupen dos mil millones de personas. En un ambiente de desempleo, baja calidad general de vida y exclusión social y económica, se convierten en zonas de reclutamiento para las bandas, terroristas y criminales depredadores.
La crisis de recursos naturales incrementa el robo, contrabando y mercado negro de combustibles, minerales, maderas y animales. Se crean grupos armados que hacen de esta modalidad su medio de vida.
Donde las posibilidades de crecimiento económico por vías legales son nulas o muy limitadas, la carrera del delito se torna una opción atractiva.
Este estado de cosas puede afectar y, de hecho, afecta a países grandes y pequeños interrelacionados o no, sin distinguir culturas y razas.
El autor identifica al desarrollo de las tecnologías como una alternativa que pudiera minimizar los efectos de algunas de las tendencias mencionadas sobre nuestra seguridad. Pero el primer paso es tener conciencia de las amenazas potenciales que se avecinan.
@alfredoyuncoza