Esta semana estoy en Ciudad de México participando en el Congreso Latinoamericano de Seguridad, organizado por ASIS International y con el patrocinio de diversas empresas y organizaciones, tanto mexicanas como trasnacionales. La experiencia ha sido por demás interesante para el networking con colegas de la región, pero sobretodo, para actualizarme con la realidad de los cárteles de la delincuencia organizada que operan desde este país y cuentan con ramificaciones poderosas a otras naciones del continente. De manera breve, voy a comentarles algunos aspectos que me parecieron resaltantes y que pueden servirnos en Venezuela como guía, y a la vez, alerta para nuestra propia situación de muerte y violencia.
La delincuencia organizada se ve a sí misma como una gran empresa y su principal negocio es ejercer actividades ilícitas empleando como instrumento la violencia. Además de las drogas y estupefacientes, los cárteles trafican con armas, personas, combustibles y materias primas. En México, más de un 80% de los cárteles secuestran, extorsionan y cobran distintos tipos de vacunas a través de la venta de supuestos servicios de protección. Existen cárteles especializados en productos o servicios específicos, aunque pareciera que la tendencia es abarcar entre tres y cuatro modalidades distintas de negocios. Todos los cárteles tienen conexiones internacionales. El cártel de Sinaloa, por ejemplo, opera en 54 países entre cuatro continentes. Son modelos sofisticados que demuestran cómo las amenazas mutan en posición y tiempo, haciéndose más inteligentes en sus despliegues estratégicos y operativos.
Para entender el nivel de complejidad que tiene el combate contra los cárteles de la violencia mexicana es necesario identificar el grado de penetración social de estos gruposen las comunidades.Los territorios controlados por los cárteles pueden entenderse como estados paralelos con un sistema de gobierno, comercio y administración de justicia que no depende de las instituciones formales de la nación, más bien, estas son supeditadas a los capos que los lideran. Es así, como la relación con los ciudadanos también se transforma, pasando a depender de la voluntad y los negocios de estos grupos. Buena parte de las nuevas generaciones que hoy alimentan los cárteles en México provienen de las bandas violentas de jóvenes que nacieron y viven en relación de codependencia con estas organizaciones criminales.
Venezuela se presenta entonces, como un destino apetecible para estas organizaciones criminales, que usualmente se asocian con bandas locales para facilitar el control de territorios y así comenzar a ejercer el control hegemónico de la violencia como instrumento y política de acción criminal. La velocidad y facilidad con las que estas organizaciones se adaptan las convierte en amenazas de altísimo impacto que deben considerarse en escenarios muy probables en el mediano plazo.
La debilidad institucional en combinación con la acción de los cárteles me lleva a pensar que de no actuar pronto, estaremos en la más paradójica de las realidades, una patria “libre” de dominación donde toda la soberanía la ejerce la violencia.
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