Data y Goliat

Cada mañana cuando usted pone su teléfono celular en el bolsillo, usted está haciendo un acuerdo implícito con la compañía que le provee el servicio: «Yo quiero hacer y recibir llamadas de móviles; a cambio, le permito a esta empresa saber dónde estoy en todo momento. La negociación no se especifica en ningún contrato, pero es inherente a la forma en que funciona el servicio. Los teléfonos celulares son realmente fantásticos, pero no pueden trabajar a menos que las empresas de telefonía celular sepan dónde usted se encuentra; lo que significa que lo mantienen bajo vigilancia.

Esta es una forma muy íntima de vigilancia. Los teléfonos celulares dejan trazas de donde usted vive y donde trabaja. Realizan un seguimiento de donde le gusta pasar sus fines de semana y sus noches. Pueden saber con qué frecuencia va a la iglesia (y qué la iglesia), la cantidad de tiempo que pasa en un bar, y a qué velocidad se desplaza cuando conduce. Además, a través de la red celular, puede saberse quién está cerca de usted, con quién almuerza y hasta con quién duerme. Es tan poderosa la información acumulada, que en el 2012, una agencia de inteligencia norteamericana realizó una encuesta sobre ubicación de un grupo de personas basada en la data celular y en más de un 85% de los casos pudo predecirse con una precisión de 20 metros, el lugar dónde se encontraban los encuestados en las siguientes 24 horas.

Esto parece ciencia ficción pero es la realidad. Antes de la llegada de los teléfonos inteligentes, rastrear a alguien con este nivel de detalles, requería de un investigador entrenado y a dedicación exclusiva durante las 24 horas, sin garantía de obtener tanta información en un plazo tan corto. Sin duda, esta información es valiosa y muchos gobiernos, corporaciones y hasta la delincuencia organizada están más que dispuestos a pagar mucho por ella. Sólo a manera de ejemplo, puedo mencionar casos en los cuales dos gobiernos latinoamericanos han enviado mensajes de texto en cierta medida intimidatorios,  a números celulares de un grupo de personas que, basados en sus lugares habituales de residencia o trabajo, los calificaban como opositores.

En este mundo de hoy, la vigilancia es un término con una carga de alto contenido político y emocional. El ejército de Estados Unidos lo define como: “observación sistemática” y es precisamente eso. Somos cada vez más, un libro abierto a gobiernos y corporaciones que miran con gran interés nuestras vidas.

El problema aquí es serio. Estamos entregando demasiado de nosotros mismos y no recibimos compensación alguna por ello. El nivel de exposición de nuestras vidas no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Somos animales sociales y de costumbre, por tanto, es extremadamente fácil construir un modelo predictivo de nuestras vidas y ponerse por delante de nuestros movimientos para orientar, en el mejor sentido orwelliano, a la sociedad hacia decisiones preconstruidas o inducidas. Ya google, de cierta forma lo hace con las llamadas “google bubbles” basadas en nuestras preferencias de búsqueda.

Lo cierto es que el extraordinario poder de la tecnología está dando a gobiernos y corporaciones amplias capacidades para la vigilancia de masas, y frente a ello, los ciudadanos estamos indefensos, nos hacemos más vulnerables y por ende menos libres.

Las reglas que habíamos establecido para protegernos de estos peligros bajo regímenes tecnológicos anteriores son ahora deplorablemente insuficientes; no están trabajando. Tenemos que arreglarlo, y tenemos que hacerlo muy pronto.

*Basado en el texto introductorio de Data and Goliath de Bruce Schenier, marzo 2015.

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