Este no es un artículo sobre ecología, aunque bien podría ser porque se trata de la salud mental de los ciudadanos.
Es común asociar a los niveles de alerta o inseguridad de un individuo, organización o inclusive un país una escala de colores que va desde la condición verde hasta la roja, pasando usualmente por el amarillo y el naranja como valores intermedios. Cada color implica un estado incremental de preparación y actitud frente a los riesgos de seguridad que en determinado momento nos toque enfrentar.
De hecho, hasta el 2011 Estados Unidos utilizó el código de colores para alertas terroristas. (Actualmente se emplea un sistema distinto conocido como NationalTerrorismAdvisorySystem NTSA. Este es su Twitter: @NTSAlerts lo curioso es que desde su creación no ha enviado tweet alguno).
Las personas sin embargo, pareciera que no operamos bien con estas jerarquías sobre el peligro percibido. Al individuo común, no entrenado para escuchar su “yo” interno en la valoración de riesgos, le resulta particularmente difícil moverse progresivamente en sus niveles de alerta en función de las amenazas que lo rodean. Más bien,actúa por reacción y pasa del verde al rojo de manera instantánea, en un impulso repentino de adrenalina que segrega el organismo cuando se está frente a situaciones que intuye riesgosas o simplemente le generen dudas.
Aquí de lo que se trata es de contar con algunas estrategias para reducir la angustia que genera mantenerse en un estado sostenido de tensión y alerta inducido más por nosotros mismos que por los impulsos externos. Para ello, lo conveniente es ir educándonos en el miedo, aunque suene un tanto extraño. En el miedo, no todo depende de lo que está afuera. Buena parte se vincula a cómo estamos estructurados dentro. Son las maneras de percibir el exterior y las actitudes que asumimos frente a los riesgos, lo que en el fondo determina nuestro perfil de potenciales víctimas. La seguridad individual se construye desde dentro, y en este sentido vale la pena destacar las ventajas que se tienen cuando aprendemos a escuchar nuestros temores, pues nos llevan a ser más previsivos. Aunque la tendencia es rechazar el sentimiento y racionalizar los instintos para demostrar que podemos sobreponernos a las complejidades de la realidad, la verdad es que al negar el miedo, nos hacemos más vulnerables porque nos lanza a exponernos a amenazas mayores de las que podemos administrar.
Es imprescindible entender que estos procesos biológicos ocurren dentro de nosotros independientemente de lo valientes o arriesgados que seamos, más aún, si pretendemos construir nuestra propia escala de valoración de riesgos.
Vivir en verde no significa la ausencia total de amenazas, quiere decir que nos encontramos en un entorno en el que nos sentimos cómodos, que estamos preparados a responder en concordancia y alineados con el estímulo externo. Es un estado general de consciencia en el que escuchamos atentamente lo que intuimos y no fabricamos internamente el miedo cuando no existe.
La condición amarilla viene dada por un estado consciente de alerta frente al entorno. Las amenazas no están definidas aunque podemos intuirlas presentes. Nos damos cuenta cuando caminamos por una calle sola u oscura, también cuando nos extraviamos manejando y llegamos a un sector que percibimos peligroso. En esta condición la estrategia es de focalización. No distraernos, concentrándonos en el sitio al que queremos llegar, pensando previamente antes de actuar.
El estado naranja está un nivel por encima del amarillo y se diferencia por la identificación consciente de las amenazas. En este nivel sabemos perfectamente dónde está el peligro y cómo puede actuar en contra nuestro. Pretender ignorarlo sólo agravará la condición. La estrategia de actuación se estructura en tres pasos: 1) disuasión (o intimidación) al agresor. 2) incremento inmediato de los medios que tengamos a mano para protegernos o simplemente escapar de la condición y 3) activación de la búsqueda de ayuda para salir del trance.
La condición roja es el máximo nivel de alerta consciente y debe activarse cuando ya hemos sido abordados por la amenaza. En este punto, no nos queda más que actuar con consciencia y cooperar para salir rápido e ilesos del estado. Aquí, quieto es quieto. No valen actos heroicos y escapar es prácticamente imposible a menos que tengamos un alto nivel de certeza que no vamos a ser agredidos.
No quedan dudas que en cada condición nuestro organismo incrementará su nivel de tensión frente al peligro lo que nos hará más propensos a actuar sin pensar. Es allí precisamente, donde nos estamos educando para el miedo. Mientras más consciente estemos de nuestras estrategias, más nos mantendremos alejados de los estados límite y apreciaremos mejor el valor de vivir en verde.
@seguritips