Si hay algo que está caracterizando en la actualidad el comportamiento del delincuente venezolano, es el alto nivel de violencia que orienta hacia sus víctimas. No menos preocupante es que las noticias que evidencian dicha actuación, ya sean tema común.
El delincuente ha ido cambiando su modo de interactuar con la sociedad. Por ejemplo, en los años 60 solo mataba cuando su vida estaba en peligro, aún en los 70 utilizaba armas blancas, en los 80 se cuidaba de la policía. Ya en los 90 las armas de fuego son su principal herramienta, le da igual acabar o no con la víctima, negocia con la ley y busca ganar prestigio entre sus compañeros. Es a partir del nuevo siglo que los altos niveles de violencia caracterizan al malhechor, el cual se enfrenta a la policía y emprende una competencia con los más peligrosos de su comunidad a cuyos miembros somete.
Entre los delincuentes violentos que operan en Venezuela, pudieran mencionarse los drogadictos, los no drogadictos y los que caen en la actividad delictiva por accidente.
Los drogadictos están motivados a cubrir sus necesidades de consumo, por lo que roban o hurtan para buscar los recursos y mantener su ciclo de dependencia. Cuando se involucran en un asesinato es por un asunto circunstancial. Si llegara a abandonar el vicio, tendría amplias posibilidades de optar por honrados medios de subsistencia. Si mantienen el consumo generalmente su destino es un hospital, el cementerio o la cárcel.
Las malas relaciones interpersonales o la necesidad de ser aceptados son las causas básicas por las que otro grupo incurre en hechos ilegales. En realidad el delinquir no es su medio de vida, por lo que tienen buenas oportunidades de plantearse un proyecto de vida y familia.
Un tercer grupo es el que no consume drogas sino de forma ocasional, ya que está plenamente consciente de sus consecuencias. Pero esto no es obstáculo para que comercie con ella ya que representa una importante fuente de ingresos. También opta por robos, secuestros, extorsiones, sicariatos o cualquier modalidad delictiva que genere riquezas. En su «perspectiva de negocios» considera que cualquier obstáculo material o humano que se interponga en su camino debe ser eliminado. Por otra parte, sabe que sus «colegas de profesión» tienen la misma visión, lo que eleva la probabilidad de morir violentamente, en promedio alrededor de los 25 años. De allí que su vida sea acelerada y con el único objetivo de disfrutar al máximo fiestas, vehículos, mujeres y cualquier bien de lujo que pueda adquirir.
Indudablemente entre los múltiples factores que inciden en la conformación de los grupos delictivos, en su mayoría muy jóvenes, se encuentran sus raíces y entorno familiar.
Su infancia puede estar marcada por la falta de atención y afecto, lo que unido a un padre o padrastro nocivo, abre las puertas a buscar la aceptación incorporándose a bandas que le son modelo. La relación con la madre pudiera ser confusa, agresiva e inafectiva.
Como no han tenido la experiencia propia de un sólido núcleo familiar, les es ajena la responsabilidad de conformar una, y prefieren cambiar de parejas con las que tienen varios hijos, los cuales en muchos casos repiten la experiencia infantil de sus padres.
El informe de la Unicef «Estado Mundial de la Infancia», advierte sobre ciertos indicadores para América Latina y el Caribe, que inciden en el desarrollo del niño y en su comportamiento a futuro: Un 79% de la población se ubica en centros urbanos, una tasa neta del 6% no logra matricularse en la enseñanza primaria y un 8% queda fuera de la alfabetización de adultos. Un 25% es la tasa neta de inasistencia de quienes se inscriben en la educación secundaria. Un 7% de los nacimientos no son atendidos por personal especializado y el 9% de los niños presentan bajo peso al nacer. 720.000 niños son huérfanos debido al SIDA. La tasa de trabajo infantil es del 11% y el matrimonio precoz (antes de los 18 años) alcanza el 30%. El número de nacimientos por cada 1.000 niñas adolescentes de 15 a 19 años es de 74 cuando la cifra a nivel mundial es de 50.
A nivel global, el informe «Ocultos a plena luz» (Unicef, 2014), informa: Los tres países con tasas más elevadas de homicidio de niños y adolescentes menores de 20 años son El Salvador, Guatemala y Venezuela. En todos esos países, el homicidio es la principal causa de muerte entre los varones adolescentes. Como promedio, 6 de cada 10 niños del mundo (unos 1.000 millones) de 2 a 14 años de edad sufren de manera periódica castigos corporales a manos de sus cuidadores.
La solución al tema de la delincuencia depende de múltiples factores, pero si hay algo que tienen en común es que se necesita la participación permanente de las comunidades, los Estados, los organismos públicos y privados. Las consecuencias de su participación en lo que respecta a la atención integral de niños y jóvenes beneficiarían a todos, por lo que todos deben dar manifestaciones concretas de estar involucrados no sólo con el verbo sino con la acción.
@alfredoyuncoza