La biometría se abre paso en América Latina y en el mundo. ¿Qué pasará cuando la llave de tu casa sea tu huella dactilar?
A medida que la tecnología avanza, las contraseñas tradicionales se vuelven cada vez más obsoletas, siendo desplazadas por otros mecanismos de verificación de identidad. Es en esta brecha donde la biometría ha ganado un espacio, al ser considerada, en muchas ocasiones, más rápida, más cómoda y más segura que las contraseñas. Los sistemas biométricos son usados por los gobiernos para identificar a las personas en los controles fronterizos, para la seguridad ciudadana, los sistemas bancarios y de salud y contra el terrorismo; las compañías privadas también los usan alegando que nos permiten manejar nuestro acceso a sus productos y servicios de forma más rápida y precisa.
La biometría también es usada como factor de verificación adicional: en lugar de que tu segundo factor sea «algo que tienes» (como la aplicación del Autenticador de Google en tu smartphone) un factor biométrico es «algo que eres» o «algo que haces»: tu patrón de tecleo o el iris de tu ojo. De esta manera, tu llave de ingreso es algo que jamás puedes perder, haciéndolo teóricamente más seguro que cualquier otro mecanismo, pero también es algo que jamás puedes recuperar si te es robado, y algo de lo que jamás puedes separarte.
Latinoamérica es un mercado en crecimiento para la tecnología biométrica, en particular para su uso por parte de los gobiernos de la región. Según el sitio webBiometría, en América Latina existen más de 538 millones de registros de huella digital, 37% de los cuales tienen fines electorales. Del resto, 45% son usados en el registro y control de beneficiarios de servicios sociales. Los registros de autenticación biométrica son utilizados en las elecciones de Brasil y Venezuela, pero las huellas dactilares son usadas también para otros fines, como el sistema de distribución de alimentos venezolano, la red de cajeros automáticos de un banco brasileño, o el Sistema de Acceso Biométrico a Espectáculos Deportivos, activado en Argentina desde 2012 para limitar los hechos de violencia entre los asistentes a los estadios. En cuanto a sus usos para seguridad ciudadana, en México, Brasil, Argentina y Chile la tecnología biométrica es utilizada para tareas de control y prevención de delitos.
En Colombia, varias entidades bancarias están en proceso de implementar el uso del factor de identificación biométrica por voz: a través de ésta, una compañía puede identificar a su cliente empleando como contraseña su voz, que a través de más de cien rasgos únicos, que incluyen tono, velocidad e intensidad, crean una huella única cuya suplantación es sumamente difícil.
La tecnología biométrica continúa siendo perfeccionada: la empresa española FacePhi trabaja en un sistema de reentrenamiento que permitiría a un dispositivo ser capaz de reconocer a una persona aunque algunos de sus rasgos cambien por factores como la edad o el peso, y otras empresas se encuentran desarrollando maneras de identificar las emociones de las personas a partir de sus microexpresiones.
Privacidad y biometría
De acuerdo con la EFF, el uso de tecnología biométrica puede representar un grave riesgo para la privacidad, que viene principalmente de su potencial de ser usado para la vigilancia gubernamental. Las tecnologías efectivas de reconocimiento facial, dactilar o a través de otros factores, como el «gait» o la manera de caminar, pueden facilitar rastrear a las personas. Cuando estas bases de dato son «multimodales», es decir, cuando recopilan más de un tipo de dato y pueden ser cruzados con datos tradicionales, como el nombre o la fecha de nacimiento de la persona, su potencial de peligro se multiplica.
Por otra parte, la existencia y almacenamiento de grandes bases de datos de información biométrica incrementan el riesgo en caso de que esos datos se vean comprometidos. Una tarjeta de crédito cuya información ha caído en las manos equivocadas puede ser anulada y emitida de nuevo, pero tus huellas dactilares o tu rostro no. Todo esto plantea preguntas sobre la forma en la que gobiernos y empresas almacenan y conservan estos datos. Quizás, antes de arrojarnos a los brazos del próximo avance tecnológico que parece hacer nuestra vida como salida de Los Supersónicos, deberíamos pensar un poco en sus posibles implicaciones.
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