La escasez y la inflación han incorporado nuevos elementos a la lista de bienes por proteger. Lo que antes no era objeto de medidas preventivas, hoy desaparece por diversas acciones delictivas, entre ellas el llamado “robo hormiga”.
La actual situación económica del país ha tenido entre sus múltiples consecuencias, el incremento de las llamadas “pérdidas internas”, en todo tipo de organizaciones.
La escasez y la inflación han incorporado nuevos elementos a la lista de bienes por proteger. Lo que antes no era objeto de medidas preventivas, hoy desaparece por diversas acciones delictivas, entre ellas el llamado “robo hormiga”.
En esta modalidad clientes, visitantes o trabajadores van sustrayendo, pequeñas cantidades de bienes. Debido a la alta cantidad de personas involucradas y la frecuencia, generan pérdidas de alto impacto. Lo sustraído puede tener como destino final el consumo directo o la reventa.
Hay dos aspectos que en Venezuela llaman la atención de los responsables de la seguridad. El primero, es que no hay un perfil definido de quien incurre en el delito. Puede ser una madura ama de casa, un ejecutivo de buena apariencia o el cliente que visita el comercio desde hace años. El segundo, es que no hay un renglón específico que esté a salvo. Si bien los equipos electrónicos de alto costo siguen siendo los tradicionalmente siniestrados, se suman aceleradamente otros renglones que van desde comida para mascotas en comercios, hasta cajas de clips o papel higiénico en oficinas, o tornillos y clavos en industrias.
Agrava la situación la impunidad, lo que hace del delito una actividad de pocas consecuencias y la complicidad interna, que facilita información o enmascara las pérdidas.
Las motivaciones no pueden ser controladas por el personal de seguridad, pero la oportunidad si es un factor principal a ser atendido. De allí la necesidad de conocer algunas de las técnicas más utilizadas por los delincuentes.
Arrojar artículos en la basura para recuperarlos posteriormente.
Esconder objetos en la ropa, morrales y envases para transportar alimentos.
Premeditadamente averiar mercancía para luego adquirirla a precio de remate.
En maquinarias que están en reparación, sustituir partes en buen estado por dañadas.
En las cajas, cobrar a los clientes por encima del precio y apropiarse de la diferencia. También puede hacerse lo contrario, permitiendo a amigos comprar a valor por debajo del marcado.
En los almacenes, ingresar inventarios que realmente el transportista no ha entregado.
Ser “victimas” de robos donde se involucran efectivo o equipos de las empresas: computadores portátiles, teléfonos celulares, discos duros externos, llantas y baterías de vehículos, entre otros.
Existen algunas señales que pueden advertirnos que “algo no anda bien”:
Incrementos súbitos de mercancía en devolución.
Carga o descarga de vehículos a una velocidad inusualmente rápida.
Cajas de cartón, etiquetas o envoltorios vacíos en la basura, en especial de las salas sanitarias.
Trabajadores, clientes o visitantes que usan chaquetas, franelas o ropa muy gruesa en un clima cálido. El movimiento frecuente con bolsos amplios en áreas donde se encuentra material que puede ser de especial interés o alto valor.
Personas que actúan de forma nerviosa o no pueden justificar su presencia en áreas restringidas u horarios no laborables.
Equipos de seguridad que aparecen alterados o averiados: detectores de movimiento con partes rotas, cámaras enfocadas hacia otra dirección, cerraduras con objetos extraños en el espacio donde va la llave, entre otros.
Son varias las medidas preventivas que se pueden considerar para minimizar las pérdidas. Entre ellas están:
Establecer una política de cero tolerancia hacia cualquier persona que sea detectada en actos delictivos. Habla muy mal de una organización ante el resto de sus empleados, el que aquella pase por alto los eventos. Con ello sólo se fomenta la impunidad y es la manera más segura de incrementar la cantidad y monto de las pérdidas. Ante los clientes, visitantes o contratistas se transmite un claro mensaje: somos una organización que cree y promueve la seguridad.
Revisar las normas y procedimientos de seguridad y control de toda la organización. Así como los delincuentes evolucionan y se las ingenian para producir pérdidas, deben actualizarse las medidas que pueden contrarrestar en un marco de legalidad, esas acciones.
Capacitar no sólo al personal de seguridad, sino a los mismos trabajadores los cuales pueden convertirse en extraordinarios aliados. Los temas de formación si bien deben incluir aspectos básicos de seguridad, también deben considerar contenidos de ética, valores y cultura de la organización.
Mantener un programa de mantenimiento e inspección, que garantice el correcto funcionamiento de los equipos de seguridad de las instalaciones. El determinar que sistemas de seguridad se requieren, debe ser resultado de un estudio integral previo efectuado por profesionales.
Recuerde que el lograr formar un equipo comprometido con su entorno laboral requiere de esfuerzo, pero los resultados en las finanzas, la reputación y el clima organizacional bien lo merecen.