Lo que un diputado debe saber sobre seguridad

La Venezuela segura que imaginamos y urgentemente necesitamos se construye sobre un terreno de certezas y tranquilidad, libre de amenazas, sin crímenes impunes y con espacios públicos tomados por el diario ejercicio ciudadano.

Cuando se le habla con claridad a la gente, las percepciones positivas le ganan rápidamente terreno a la incertidumbre, yen seguridad las percepciones anteceden a la realidad.Estamos deseando un liderazgo que invite al diálogo integrador, que no divida, que no ofenda, que no desbarate el poco tejido institucional que aún nos queda. En principio, pareciera absurdo vincular el lenguaje a la calidad de vida de una sociedad, pero la lengua es un instrumento poderoso y de doble filo. Así como edifica y representa el primer nivel de reconocimiento entre los individuos, también destruye y arrasa con los terrenos comunes y zonas de entendimiento de las partes en conflicto.

La paz ciudadana mas que una causa para el desarrollo es su consecuencia. Con actitudes de respeto, comprensión y tolerancia nos transformamos en sociedades con mayores probabilidades de prosperar. Ha sido esta la clave principal de ciudades y países que han estado sumidos en la violencia y que hoy exhiben orgullosos cifras inmejorables de calidad de vida.

Resulta vergonzoso escuchar desde el poder discursos que son dardos enardecidos de odio hacia el adversario con una retórica que pretende convencernos que transitamos la senda del progreso. Es incompatible hablar de seguridad cuando se descalifica. No se puede pedir respeto a las normas cuando estas se diseñan partiendo de la premisa que todos somos unos violadores potenciales de la ley.

La tolerancia y convivencia son los ingredientes primarios de cualquier política pública de seguridad. No son necesarios grandes presupuestos nacionales para equipar a la sociedad con una visión inclusiva y empática, que reconozca al otro por muy diferente que sea.

No nos engañemos pensando que al mejorar los indicadores económicos, la situación de inseguridad y violencia desaparecerá mágicamente. En este sentido, solouna decidida voluntad política que hagatan alto el costo de delinquir, que la recompensa que se logre por el delito, sencillamente no amerite el riesgo que se corra.Se trata de dictar leyes positivamente orientadas, que recompensen el cumplimiento de la norma, sancionando oportuna y proporcionalmente a los infractores. Cuando nos aferramos a las certezas, hacemos un país más predecible, más transparente y más cercano a la institucionalidad. Los venezolanos necesitamos recobrar la confianza en la policía y en los tribunales. Requerimos un Estado imparcial que medie en los conflictos sin inclinar la balanza con el sesgo ideológico.  La seguridad en nuestro país demanda leyes claras, precisas, que no dejen espacio a interpretaciones tendenciosas, leyes que nos traten a todos por igual. De allí quedebe ser un propósito legislativo contribuir a la tranquilidad del ciudadano común quien es al fin y al cabo, el que sufre y padece la oscuridad de la violencia.

El principal objetivo de la seguridad que necesitamos es el más básico de todos: despejar las calles de amenazas. Queremos salir sin temor a ser robados, secuestrados o asesinados. Disfrutar de lo que nos hemos ganado sin esconderlo. Por mucho que hagamos los ciudadanos de bien para protegernos elevando nuestro nivel de consciencia frente a los riesgos, el combate frontal al delito es responsabilidad directa e indelegable del Estado. En este sentido, la reducción de la impunidad es esencial, no es posible que el hampa actúe con libertad y sin el menor riesgo de ser siquiera denunciada o perseguida. Deseamos un sistema penitenciario que rehabilite y no una universidad de la delincuencia. Las calles libres de amenazas se traducen en una sociedad que se reúne en espacios comunes, en una juventud que se integra y en mayor actividad comercial, cultural y turística.

La consolidación final de la seguridad en Venezuela será palpable cuando tomemos definitivamente el espacio público y lo transformemos en espacio ciudadano.La seguridad ocupa una posición preponderante en la vida de las ciudades y sus habitantes. Nos equivocamos al creer que para proteger al ciudadano debemos acosarlo y reprimirlo. Al contrario, se trata de procurar el más adecuado espacio de tranquilidad para que el venezolano desarrolle al máximo su potencial. Una ciudad segura es acercar al ciudadano a su humanidad y a su naturaleza, a pesar de la densidad del paisaje urbano. El disfrute de la vida social en las calles, apreciar la riqueza cultural de sus edificaciones y rendir culto a la vegetación de sus parques y plazas es sólo posible cuando se le gana espacio a la hostilidad que carcome nuestros centros poblados. En las ciudades el espacio debe conquistarse, colonizarse y mantenerse en uso. Aquellos espacios que se abandonan, muy rápidamente se pierden en el desorden urbano y terminan convirtiéndose en depósitos de basura y zonas para mal vivientes. La seguridad que imaginamos y necesitamos pone al delincuente tras las rejas y al ciudadano de bien en libertad y uso de su espacio.

El reto de lograr la seguridad que necesitamos es de enormes proporciones. No podemos conformarnos con la normalización de lo que no funciona y menos con la aceptación de la violencia. Voluntad, políticas, policías, jueces y ciudadanos operando con visión estratégica puede sacarnos en relativamente poco tiempo de la crisis actual. Los problemas complejos son multifactoriales, igualmente lo son sus soluciones. La combinación proporcionada y correcta de todos los involucrados es la clave.

En la Venezuela que se nos presenta urgimos desde la Asamblea Nacional diputados que se acerquen en un terreno común de entendimiento y aprendan a controlar personalismos y afanes de protagonismo, para así dar paso a la primera promesa de un verdadero líder político y que no es otra que generar con justicia y equilibrio bienestar progresivo y sostenible a sus ciudadanos.

@seguritips