Paradoja: ¿Potencia sin influencia?

¿Estados Unidos en una potencia sin influencia? ¿Se ha escapado de las manos la posibilidad de actuar en varios escenarios a la vez? ¿Hay otras prioridades y por ende otras políticas para mantener la seguridad?
Un tema de debate es si los Estados Unidos mantienen su nivel de liderazgo en el mundo, considerando la frecuencia, cantidad y variedad de particulares sucesos que se han presentado recientemente.
Para algunos dicho país debe mantener un papel omnipresente garantizando el orden y la paz mundial. Hay los que ven en ese protagonismo una imposición unilateral, injustificable en cualquier época y por cualquier país. Otros prefieren que el indiscutible papel del vecino del norte, se traduzca en acciones necesarias pero previamente acordadas.
Para el estadounidense y más específicamente para los que se mantienen en las esferas de la geopolítica de ese país, cada situación en cualquier parte del mundo que se califique como crisis, pudiera traducirse en nuevo dolor de cabeza que no necesariamente es posible atender.
Y es que cada evento aunque sea de naturaleza diferente, puede entrelazarse y generar impactos en diversos ámbitos. Así una crisis económica influye en aspectos políticos, sociales, de seguridad, relaciones con países vecinos, seguridad alimentaria,  indicadores sanitarios, entre otros.
Una óptica del papel de los Estados Unidos en la política mundial, es el interesante ensayo de Kathleen Hicks: “Americas´s changing role in the world”, el cual forma parte del documento “Global Forecast” (2016) del Center for Strategic and International Studies, CSIS (Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales). Hicks tiene un Doctorado en Ciencias Políticas en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, una Maestría de Asuntos Públicos de la Universidad de Maryland, y un Magna Cum Laude del Mount Holyoke College.
Se presentan varios de los eventos que calificados como crisis han ido emergiendo y ocupando obligatoriamente, un lugar en la agenda de los Estados Unidos y sus aliados. Caben destacar Corea del Norte y sus ambiciones a poseer armas de destrucción masiva, lo que se ha puesto nuevamente en evidencia mediante el ensayo de una presunta bomba de hidrógeno. La explosiva crisis migratoria que ha tenido especial impacto en el continente europeo y cuyo futuro aún es incierto. La proliferación de ataques cibernéticos lo que viene a demostrar un particular modo de guerra asimétrica desde diversos frentes. Y muy especialmente hay que mantener el foco en un agitado Oriente Medio, donde los actores tradicionales son acompañados con otros participantes más activos y que generan un desestabilizado entorno para Siria, Irán, Irak, Jordania y Turquía entre otros. Adicionalmente Rusia mantiene un papel cada vez más activo en la región ya ahora no sólo desde el punto de vista político sino militar.
Cuando se observa este panorama mundial cabe hacerse las preguntas ¿Estados Unidos en una potencia sin influencia? ¿Se ha escapado de las manos la posibilidad de actuar en varios escenarios a la vez? ¿Hay otras prioridades y por ende otras políticas para mantener la seguridad?
Para Hicks existen tres factores que deben tenerse en mente, al momento de conformar una visión de la participación de los Estados Unidos en temas como los mencionados.
Al país se le considera una potencia cuya condición como tal se mantendrá por muchos años más. Condiciones económicas, disponibilidad de recursos naturales, evolución demográfica y el potencial y alcance de su poderío militar entre otros, así lo ratifican.  Pero por otra parte, es indudable que el nivel de influencia en el comportamiento de terceros ha disminuido.  La ascendencia puede variar por ejemplo dependiendo de la región del mundo, o cuando se trata de problemas locales donde puede ser harto difícil llegar a acuerdos políticos. Existen casos (ejemplo Irak), donde la solución a los problemas de gobernabilidad y seguridad, pasan por la participación multinacional e inversiones que podrían abarcar a más de una generación, condiciones que parecieran no compaginar con la impaciencia de los Estados Unidos. Esto último contrasta con los casos en los que se presenta un estado nación “competidor” como Corea del Norte o China, donde tiende a mantener fuertes posiciones a costa de sortear provocaciones y acciones coercitivas que atentan a la seguridad de sus intereses.
El segundo factor a reflexionar es la tendencia inevitable a una participación selectiva de la política exterior en los problemas de orden mundial. Se trata de ser más agudo a la hora de sopesar riesgos y costos que permitan determinar prioridades, asignar recursos y obtener resultados con el menor impacto posible a los tributos del ciudadano.
Por último, hay que tener presente la influencia que tiene la opinión pública estadounidense en la participación del Estado en asuntos internacionales. Sólo se ha conseguido cuando se ponen en riesgo el cumplimiento de los tratados de seguridad con los aliados, el estado de derecho, la seguridad de los ciudadanos y el territorio estadounidense.
Aunque puedan existir opiniones que puertas adentro aboguen por el aislacionismo, está claro que los Estados Unidos sabe que esa opción no es válida ni real. Pero a la vez tiene por delante un reto interesante, como lo es mantener su imagen de potencia mundial que participa activamente en el mantenimiento de la seguridad, bajo un liderazgo eficaz y más selectivo.
@alfredoyuncoza