Al margen de los países en guerra abierta, donde ya no van turistas y hasta han desaparecido sus atractivos, el terrorismo afecta especialmente a Europa, Asia y países de Oriente Medio, en tanto las catástrofes naturales y epidemias se ensañan con las Américas.
Europa es el continente que más turistas recibe cada año, con unos 584 millones en 2015, y cuenta con Londres y París entre las cinco ciudades más visitadas del mundo, pero perdió visitantes tras los ataques terroristas del último año, en especial en la capital francesa, cuyas reservas hoteleras cayeron en un 50%.
La ola migratoria musulmana hacia Europa también generó conflictos socioculturales, como las agresiones sexuales a mujeres en Alemania, que llevaron a suspender los carnavales en algunas ciudades tras un ingreso masivo de hombres no habituados al desenvolvimiento femenino de occidente.
Venecia mantuvo su tradicional carnaval de invierno caracterizado por las típicas máscaras estilo Siglo XVIII, que atrajo a unos 100 mil turistas, aunque este año, por cuestiones de seguridad quienes ingresaban a los lugares más concurridos debían mostrar unos segundos sus rostros a la policía.
Cuando Rusia suspendió sus vuelos al Egipto tras el derribo de uno de sus aviones de pasajeros en Sinaí -reivindicado por el grupo terrorista Isis- el país africano vio morir su turismo, que generaba unas 15 millones de llegadas anuales hasta la Primavera Árabe de 2011, cuando perdió sus visitantes americanos y británicos.
El terrorismo también perjudicó a países musulmanes que fueron objeto de atentados, como Túnez, que perdió unos dos millones de turistas tras dos masacres en 2015, en tanto otros estados que no sufrieron ataques, como Jordania y Omán, igualmente se quedaron sin turistas de occidente.
Aún Turquía, cuya política pendular entre occidente y el terrorismo de Isis lo dejaba al margen de ataques terroristas y se mostraba como la opción turística en oriente cercano, fue objeto de recientes atentados criminales que dejaron extranjeros muertos, lo que sacó al país de los destinos sin riesgos en ese aspecto.
El continente americano no es actualmente víctima de esos ataques, pero sí de fenómenos naturales y epidemias, con olas de frío y temporales de nieve inéditos en el norte, que afectaron el movimiento turístico interno y el emisivo, al obligar a cerrar aeropuertos y cancelar decenas de miles de vuelos.
El narcoterrorismo causa estragos en el turismo de México, donde la guerra contra las drogas y los enfrentamientos entre grupos delictivos generan unas 15 mil muertes por año, una estadística que desanima aún a los más entusiastas de sus playas, la arqueología o la cultura mexicana.
Además, el país azteca registró este año nuevos casos de xenofobia en el estado de Chiapas, donde pobladores atacaron a turistas, algo que en 2015 derivó en la cancelación de más de 5.000 reservas en el histórico pueblo de San Cristóbal de las Casas.
Ante estos riesgos, muchos viajeros miran hacia Sudamérica, especialmente Brasil, Perú, Argentina, Colombia y Bolivia, pero tampoco en esta zona hallan el paraíso para sus vacaciones, y el repelente pasó a ser un elemento de primera necesidad en sus valijas.
Sudamérica y buena parte del Caribe se vieron complicados por la Corriente del Niño, con lluvias torrenciales e inundaciones, balanceadas por sequías inéditas e incendios forestales, y el Aedes aegypti, que llevó dengue, chukunguña y zika aún a zonas australes que estaban libres de su presencia.
La única excepción en la región es Chile, que no tiene ese mosquito en su espacio continental, sino sólo en la isla de Pascua, en el Pacífico a 1.500 kilómetros de la costa.
Brasil desarrolló con normalidad su carnaval de Rio de Janeiro, que atrajo más de un millón de turistas, aunque las carnestolendas debieron cancelarse en 48 ciudades de siete estados, debido al clima, las epidemias y también a cuestiones financieras.
La región Asia y Pacífico, que está a la cabeza en cuanto a riesgos por catástrofes naturales, creció en lo turístico en 2015 un 5% y tuvo 277 millones de llegadas, con fuertes destinos como Japón, Nueva Zelanda y China, éste último también como gran país emisor.
Según Naciones Unidas, un habitante de esa zona tiene el doble de probabilidades de verse afectado por un desastre natural que otro de África, casi seis veces más que los de América Latina y Caribe, y 30 veces más que uno de Norteamérica o Europa.
La región tuvo retroceso en estados afectados por el terrorismo islámico, como Tailandia e Indonesia, pero lo turistas no se amedrentaron con las catástrofes naturales de 2015, como el terremoto de Nepal, el tifón de Filipinas, el ciclón que arrasó Vanuatu o las olas de calor de India y Pakistán.