De ocho importantes represas en Siria e Irak, el Estado Islámico controla seis. En manos de la milicia yihadista el líquido vital se convierte en un arma de guerra.
El llamado Estado Islámico (EI) se ha apoderado sistemáticamente de represas en el norte de Irak y Siria. De ocho importantes embalses en los ríos Éufrates y Tigris, la milicia yihadista controla ya seis, y continuamente ataca a una séptima represa. El investigador Tobias von Lossow, de la Fundación Ciencia y Política (SWP, por sus siglas en alemán), ha observado que el EI usa este recurso natural como un arma: “Por un lado, almacena y retiene el agua para desecar regiones y cortar el suministro a pueblos y comunidades. Por otro, también ha inundado regiones con el fin de expulsar a la población local y destruir la base de su subsistencia”, dice Von Lossow en entrevista con DW.
Una catástrofe originada por humanos
El uso del agua como arma no es un invento del Estado Islámico. En la Primera Guerra Mundial, Bélgica abrió las esclusas de los ríos y canales que desembocan en el Mar del Norte en la localidad de Nieuwpoort. Al inundar la llanura del Yser, donde se libraban encarnizados combates, se logró detener el avance de las tropas germanas.
Casi un cuarto de siglo después, durante la guerra entre China y Japón, el líder militar Chiang Kai-shek ordenó dinamitar el 9 de junio de 1938 las represas del Río Amarillo en la provincia de Henan. Pero el plan no resultó: en lugar de derrotar al Ejército japonés, alrededor de 800.000 civiles murieron ahogados en las masas de agua.
No solo el EI utiliza el agua como arma
Según el investigador del SWP, en la actualidad todas las partes involucradas en la guerra civil utilizan el agua como arma. Sin embargo, ningún grupo lo hace tan frecuentemente como el EI, asegura. En mayo de 2015, la milicia terrorista conquistó la represa del Éufrates en Ramadi. En el curso inferior del río redujo a la mitad la cantidad del agua y limitó el abastecimiento en cinco provincias. En 2014, primero retuvo el agua en un embalse cerca de la ciudad iraquí de Faluya a fin de hacer retroceder a las tropas iraquíes en el curso superior del Éufrates, y después liberó las masas de agua, que causaron un daño masivo, obligando a 60.000 personas a abandonar sus hogares.
En agosto de 2014 el mundo retuvo el aliento cuando combatientes del EI conquistaron la represa más grande de Irak, cerca de Mosul. Esta genera cerca de la mitad de la electricidad del país, y abastece de agua a las regiones kurdas. Gracias al apoyo aéreo de EE. UU., una semana después las tropas iraquíes y los peshmerga kurdos lograron reconquistar el embalse.
Un arma de destrucción masiva
Aparte de provocar inundaciones y cortar el suministro de agua, el Estado Islámico también contamina y envenena el líquido vital. Von Lossow explica que en diciembre de 2014, los yihadistas contaminaron con petróleo el agua potable al sur de Tikrit. En julio de 2015 incluso quisieron aplicar el mismo método en suelo europeo: miembros del EI habrían planeado envenenar el mayor depósito de agua de la capital kosovar, Pristina. No obstante, el plan fue desbaratado poco antes de que pudiera ser llevado a cabo.
El investigador del SWP teme que mientras más se debilite militarmente al EI, más grande será el peligro que emane de este grupo terrorista, puesto que, al verse acorralado, podría optar por abrir las esclusas y dinamitar los embalses en los ríos Éufrates y Tigris, convirtiendo al agua en un arma de destrucción masiva.
Fuente: dw.com