Alrededor de 12,000 mujeres mueren violentamente todos los años en Latinoamérica. Estamos en el tope de una vergonzosa estadística: siete de los diez países con las más altas tasas de asesinatos de mujeres están en nuestra región. Aunque las causas varíen de lugar a lugar, el asesinato de mujeres alcanza proporciones extremas cuando éstos se encuentran vinculados a la desigualdad de género. Entender esta relación es fundamental para prevenir las muertes de millares de mujeres todos los años.
En todo el mundo, las mujeres son asesinadas principalmente por compañeros, familiares y otros conocidos. El feminicidio es el acto donde se manifiesta la expresión extrema del patriarcalismo. En otras palabras, es el asesinato de niñas y mujeres por su género. El feminicidio es así la forma última de violencia, y suele estar acompañado de otras diversas manifestaciones: desde la violencia moral y psicológica hasta la violencia sexual y basada en género.
La epidemia de violencia homicida en Latinoamérica comúnmente oculta el contexto de inseguridad en que viven millones de mujeres latinoamericanas. Los países latinoamericanos que experimentan los niveles más altos de violencia presentan una proporción elevadísima de asesinato de varones (alrededor del 90%). Ésta alta proporción no se traduce en menos mujeres muertas. De hecho, estos países presentan las más altas tasas de asesinatos de mujeres. Son ellos El Salvador (17 por cada 100,000 mujeres) en primer lugar. Seguido de Honduras (12), Guatemala (7,6), Colombia (4,8), Brasil (4,6) y México (4,19).
Por otro lado, países menos violentos, tienden a presentar proporciones más altas de asesinato de mujeres entre el total. Es el caso de países como Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú y Uruguay que presentan una proporción de asesinato de mujeres que llega al 20%. Estos países que tienen una menor afectación del crimen organizado, tienen tasas de alrededor de 2 por cada 100,000 mujeres.
El ambiente de violencia urbana en que la muerte de jóvenes varones es común es también facilitador de la violencia basada en género y del feminicidio. Primeramente porque muchas de estas organizaciones criminales prima por un modelo de hiper masculinidad en que la misoginia y la violencia conforman la identidad de estos grupos. En segundo lugar, porque la desigualdad de género también se manifiesta en los espacios ilícitos y las mujeres terminan en llevando a cabo tareas considerablemente más peligrosas que hombres, o raramente suben en la jerarquía, perpetuándose así un ciclo de vulnerabilidad estructural.
Cuantificar el feminicidio es una tarea ardua. Suele relacionarse a la violencia intrafamiliar. La desigualdad de género, sin embargo, incide en el asesinato de mujeres más allá del hogar. Es inaceptable que más de 12,000 mujeres sean asesinadas en nuestra región y que no se haga nada. Para poner fin a la violencia feminicida en nuestra región hay que diseñar e implementar políticas de Estado que aborden las distintas formas en las que se manifiesta la desigualdad de género, así como los incitadores de la violencia, sea esta privada o pública.
Fuente: blogs.iadb.org