El archipiélago de San Andrés, Colombia, en El Caribe ha sido centro del contrabando duante siglos, ya que ha servido como punto de paso de actividades ilegales entre Colombia continental y Centroamérica. Hoy en día, estas islas altamente estratégicas siguen siendo escala favorita del crimen organizado.
La soleada isla de San Andrés, a 110 kilómetros de la costa de Nicaragua y a unos 720 kilómetros de la Colombia continental, ha sufrido un repunte de los crímenes violentos durante los últimos diez años.
Detrás de esto hay una historia arraigada de actividad criminal. Los narcotraficantes transnacionales llevan décadas usando los 52,5 km² de archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, para el traslado de toneladas de mercancías ilícitas hacia el norte, a Estados Unidos, mientras que los productos de contrabando se han movido en la dirección contraria. Las repercusiones del negocio han golpeado más duro a la población local.
Piratas, contrabando y carteles
El distante archipiélago colombiano ha sido guarida de piratas por cerca de un siglo.
«En […] San Andrés y Providencia hay una memoria histórica […] de piratas y filibusteros, y una tradición de contrabando que tiene sus raíces en el comienzo del siglo XX, debido a su proximidad con el Canal de Panamá», señala un informe reciente (pdf) con el título «Multiculturalismo y seguridad fronteriza en el archipiélago de San Andrés y Providencia» de la Fundación Friedrich Ebert (FES).
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Décadas más tarde, un actor importante descubrió que las islas eran ideales para trasladar drogas hacia el norte. El cartel de Cali comenzó a afianzar una base en el archipiélago a finales de la década de 1980, según el informe de la FES por Inge Helena Valencia.
El gran atractivo de San Andrés, además de la laxitud de los controles al movimiento marítimo y los menores costos, se hallaría en los mismos habitantes.
Isla de San Andrés
«San Andrés tiene una peculiaridad: su mar es muy pedregoso», comentó el fiscal Gustavo Restrepo Ortiz, quien residió en San Andres en las décadas de 1980 y 1990. «El isleño es quien sabe qué ruta de salida coger, él era el que conducía las lanchas rápidas».
Por su conocimiento especializado en navegar las aguas del Caribe, se contrataba a locales para transportar gasolina a mar abierto para recargar las embarcaciones llenas de cargas ilícitas. Eventualmente movían las drogas por sí mismos, haciendo el viaje de tres horas en lancha rápida hasta Nicaragua o el viaje de una noche hasta la costa mexicana.
Los lugareños por lo general se mostraban tolerantes ante las actividades ilegales que se llevaban a cabo en sus islas, pues no tuvieron gran impacto en la seguridad ciudadana durante los primeros años.
El cartel de Cali siguió dominando el tráfico en San Andrés hasta que se desarticuló a mediados de la década de 1990. Pero la dinámica cambiaría radicalmente con la desmovilización de la organización matriz de los paramilitares de Colombia, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) a mediados de los 2000, que llevó a la creación de una serie de grupos disidentes que se catalogarían como «bandas criminales» (BACRIM).
Las BACRIM toman las riendas
Las BACRIM pusieron a San Andrés en la mira como parte de su nuevo proceso de expansión, según decía un informe del Banco de la República de Colombia sobre la violencia y el narcotráfico en el archipiélago, publicado en 2013 (pdf).
Hacia 2010 San Andrés tenía registrada la presencia de Los Paisas, Los Urabeños y Los Rastrojos, que luchaban por el control de las rutas de tráfico y extorsión. Aunque existen versiones diferentes de lo sucedido en este periodo de turbulencia, César Sarmiento de la Unidad de Crimen Organizado en la Fiscalía General de Medellín dijo a InSight Crime que eso terminó en una disputa entre los Rastrojos y los Urabeños.
Para 2012, los movimientos de drogas entre las islas eran coordinados por dos familias locales, cuenta el fiscal, quien trabajó en un caso en San Andrés en 2014. Los traficantes del continente se unían para organizar cargamentos al archipiélago desde los puertos de las ciudades de Cartagena o Barranquilla. Uno de los dos clanes hacía que su gente llevara la droga de San Andrés a México, donde se entregaban a los contactos de los traficantes colombianos en el Cartel de Sinaloa. Luego la droga seguía su trayecto hacia Estados Unidos, por tierra o por mar. Para asegurarse de que la familia no se robara un cargamento, viajaba un pariente con la droga como seguro y volvía a las islas una vez concluida la transacción.
Rutas de narcotráfico desde Colombia, con datos de la Marina colombiana (informe de la FES)
Durante mucho tiempo, estas dos familias trabajaron juntas sin contratiempos.
«Los problemas comenzaron con la llegada de Los Rastrojos», anotó Sarmiento.
Los Rastrojos supuestamente decidieron que ellos querían transportar la droga a través de San Andrés, pero se negaron a pagar impuestos a las redes familiares establecidas. Encontraron una forma de hacerlo uniendo fuerzas con una de las familias. El otro clan, ahora solo y sin las finanzas para competir con sus rivales, salió a buscar un aliado.
«Ahí es donde entran Los Urabeños», explicó el fiscal. «También fue cuando comenzaron a aparecer cadáveres en Cartagena».
Según Sarmiento, las víctimas de los «bárbaros enfrentamientos» entre los dos grupos eran asesinadas en San Andrés y arrojadas en la ciudad costera de Cartagena en el continente para no llamar demasiado la atención de las fuerzas de seguridad. La mayoría de los muertos eran miembros de Los Rastrojos, que finalmente fueron derrotados, comentó Sarmiento.
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El fiscal Víctor Arroyave también trabajó en un caso en San Andrés hasta 2015. Mientras estuvo allá, Arroyave dijo a InSight Crime, Los Urabeños eran «la única organización criminal» con presencia en la isla.
Fuente: es.insightcrime.org