El término millenials se refiere a la generación de jóvenes nacidos entre los primeros años de la década de los 80 y el inicio del milenio. Algunos lo precisan entre 1982 y 2000. En todo caso es un rango que va desde adultos jóvenes a los adolescentes de hoy.
Algunas características positivas los describen como abiertos al cambio, ecológicos, creativos y liberales, mientras que entre los rasgos menos deseables se les señalan como materialistas, poco inclinados al trabajo formal y un tanto narcisistas.
La realidad es que los millenials han comenzado a llegar a las empresas, están ocupando cargos de responsabilidad y pareciera que no encajan en los paradigmas y convenciones tradicionales, lo que representa un reto muy importante para las culturas organizacionales y los valores corporativos que se han quedado sin pistas sobre cómo administrar este nuevo recurso humano.
Para la seguridad, los millenials igualmente encarnan desafíos sustanciales y que deben abordarse con estrategias acordes con esta nueva generación, si se pretende algún éxito, ya que hasta ahora, está demostrado que insistir en métodos clásicos para crear consciencia del riesgo no augura resultados positivos.
La primera aproximación hacia una seguridad millenials es entender que con este grupo las normas deben negociarse y no imponerse. Estamos acostumbrados a establecer reglas iguales para todos. Para los millenials, sin embargo, las normas no son importantes, si no se discuten, negocian y acuerdan de manera individual. Esto lo que significa que, por ejemplo, los códigos de vestimenta, los horarios de trabajo o los beneficios laborales pueden variar de un individuo a otro, sin que ello represente conflicto. El millenial entiende que su vida debe ser customized a sus necesidades y no al contrario. De la misma manera, esta generación no le presta mayor atención a las jerarquías o a los símbolos del poder. Para ellos, las organizaciones y sus interacciones son horizontales o planas por lo que el ascenso por mérito y las fórmulas de recompensa y sanción no operan bajo el esquema tradicional. Ellos necesitan ser tomados en cuenta por su creatividad y sus capacidades para derrumbar paradigmas. Las comunicaciones interpersonales son fundamentales, lo que es irrelevante es el medio a través del cual se establezcan. Son jóvenes en los que conceptos como frontera, pertenencia o arraigo tienen muy poco sentido. Se ven a sí mismos como ciudadanos globales y exploradores de todo. Hasta cierto punto inmaduros y dados a la vida con el mínimo de responsabilidades. La inteligencia emocional, tan necesaria para la seguridad, no está dentro de las fortalezas del milenio, no obstante, se compensa con la creatividad y las energías para transformar el entorno.
Diría que para configurar un menú para la seguridad millenial se requieren cuatro condiciones: reglas flexibles, negociadas pero que se cumplan. Espacio amplios para crear y experimentar estableciendo claramente los límites de riesgo aceptable. Construcción de consciencia para los peligros del entorno a través de múltiples y activas redes de comunicación y sustituir el discurso corporativo basado en valores por mensajes claves actuales, positivos pero conectados con la realidad y que transmitan el valor de la prevención y la protección.
Un ejemplo interesante de cómo hablar de seguridad a los millenials lo vemos con frecuencia en los comerciales de preservativos. En estos se habla abiertamente de sexo, se involucran por igual hombres y mujeres, y se establecen responsabilidades negociadas de manera natural y sin imposiciones.
Para los tenemos años en este mundo de la prevención está llegando el momento de revisar, y si es necesario, cambiar nuestros paradigmas, de no hacerlo pronto, pasaremos a ser piezas vivientes en el museo de la seguridad.
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