Frente al mar, majestuosa, está la Niza imponente. La de los edificios estilo Belle Epoque, la del champagne, los casinos y los hotelazos de lujo, la conocida por el mundo entero. Pero al norte, subiendo la colina, hay otra Niza.
La de los edificios como colmenas, levantados con materiales baratos y que piden a gritos una mano de pintura. Ahí, en uno de esos bloques feos e impersonales, en el piso 12 del edificio Bretagne D, situado en el número 8 del Boulevard Henn Sappia, vivía Mohamed Lahouaiej Bouhlel, el tunecino de 31 años que vivía en Francia desde 2005 y que el jueves por la noche se llevó por delante la vida de 84 personas al volante de un camión de 19 toneladas.
La puerta de su apartamento, de contrachapado de la peor calidad, mostraba ayer agujeros a la altura de la cerradura. La policía había forzado la entrada el día anterior, en busca de pruebas que permitan entender por qué ese hombre hizo lo que hizo.
Pero Mohamed Lahouaiej Bouhlel sigue siendo un misterio, el eslabón perdido de esta historia. ¿Era un soldado del Estado Islámico? ¿Era un ‘lobo solitario’? ¿Era un tipo con problemas mentales? Son preguntas aún sin respuesta… Aunque podría ser el representante de una nueva tipología: elyihadista express, el tipo que se convierte en terrorista islámico en un tiempo récord.
«Era una persona muy discreta, no tenía amigos», le describe Nassim, de 33 años, su vecino de la puerta de al lado. «Pero para nada era un radical islámico.
De hecho, no era religioso. Le gustaba cuidarse, ir al gimnasio, vestir buena ropa, beber, fumar…
Era violento con su mujer y sus hijos, eso sí, pero desde que ella le había dejado y él vivía sólo llevaba una vida reservada y tranquila.
Pero insisto: no era religioso«. Otro tanto de lo mismo cuenta Christine, una vecina sexagenaria del mismo bloque, echando mano de la frase manida: «Era un tipo absolutamente normal, no había nada en su comportamiento, absolutamente nada, que pudiera hacernos sospechar que fuese un yihadista».
Hasta su propia familia se declara boquiabierta. «No tenía ninguna relación con la religión. Ni rezaba, ni ayunaba en Ramadán. Además, bebía alcohol e incluso se drogaba», afirma desde Masakin, una ciudad al este de Túnez, el padre de Mohamed Lahouaiej Bouhlel, según informa Isaac J. Martín. El padre del responsable de la matanza de Niza reconoce, eso sí, que su hijo era violento y que estuvo una temporada yendo al psicólogo.
«Entre los años 2002 y 2004, tuvo problemas que le provocaron una depresión. Entraba en cólera, gritaba, rompía todo lo que encontraba por el camino».
Ayer, casi 36 horas después de que tuviera lugar el atentado de Niza, el Estado Islámico reivindicaba la autoría de esa masacre. Un tiempo extrañamente largo según varios expertos para lo que suele ser habitual en ese grupo terrorista, lo que unido al perfil de Mohamed Lahouaiej Bouhlel, descrito como un individuo solitario y agresivo pero no religioso y mucho menos radicalizado, ha desatado las dudas. «El autor de la operación llevada a cabo en Niza, Francia, es uno de los soldados del Estado Islámico», aseguraba el comunicado difundido por el ISIS.
Pero, para la mayoría de los especialistas, el calificativo de «soldado» que el Estado Islámico le asigna al conductor del camión que el jueves acabó con la vida de 84 personas hace referencia simplemente a que es alguien que respondió a la llamada del califato de combatir a los infieles por cualquier medio a su alcance.
El fiscal de París, François Molins, confirmaba el viernes que Mohamed Lahouaiej Bouhlel era «totalmente desconocido» para los servicios antiterroristas franceses y que su nombre no figuraba en ninguno de los registros de presuntos radicales.
Ni rastro de vínculos con organizaciones yihadistas
Cinco personas, incluida su ex mujer, han sido arrestadas en el marco de la investigación para descifrar quién era en realidad el tipo que el jueves cometió la carnicería de Niza. Casi todos ellos han declarado que en los últimos tiempos habían observado un fuerte y rapidísimo viraje de Mohamed Lahouaiej Bouhlel hacia el fundamentalismo islámico. «Parece ser que se radicalizó muy rápidamente», revelaba ayer el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, al tiempo que hablaba de «un ataque de un nuevo tipo» que «muestra la extrema dificultad de la lucha contra el terrorismo». Porque, hasta el momento, hasta los famosos ‘lobos solitarios’ ‘siempre habían tenido un vínculo bastante tenue, pero vínculo al fin y al cabo, con organizaciones yihadistas.
Sin embargo en el caso de Mohamed Lahouaiej Bouhlel, por ahora no hay ni rastro de ese vínculo. «Sería el primer caso de un atentado grave llevado a cabo y dirigido por un completo desconocido, que se radicalizó él sólo en su casa respondiendo a la llamada de los propagandistas del Estado Islámico pero sin tener contacto con ellos «, aventura Didier Françoi, un periodista francés que estuvo diez meses largos prisionero del ISIS en Siria.
Es verdad que Niza pasa por ser uno de los más importantes ‘criaderos’ de yihadistas de toda Francia.
Es tal el efecto incubadora que ejerce esta ciudad entre los radicales que se ha convertido en una especie de laboratorio en vivo a través del cual las autoridades observan con microscopio este fenómeno y tratan de dar con el remedio contra él.
De hecho en los ficheros del ministerio del Interior en los que figuran los presuntos yihadistas, Niza se lleva la palma.
De aquí, de la quinta ciudad francesa en población, han salido más de un centenar de los alrededor de los 6.000 europeos que en total se han unido a la yihadcombatiendo en nombre de Alá en Irak y en Siria. De los cerca de 600 radicales que han abandonado Francia para luchar con las fuerzas del Estado Islámico, un 17% surgieron de Niza y de su región, los Alpes Marítimos.
Una cifra que sitúa a esta ciudad de la Costa Azul como uno de los principales viveros de yihadistas de toda Francia, rivalizando con Sena-Saint-Denis, el suburbio a las afueras de París de donde procedían varios de los responsables de los atentados que en noviembre pasado golpearon a la capital.
«Es un foco de yihadistas», aseguraba el pasado viernes toda una autoridad en la materia: el director del centro internacional de estudios sobre radicalización y violencia política del King’s College de Londres, Peter Neumann. De los 1.400 franceses o residentes en Francia sospechosos de mantener contactos con el radicalismo islámico, el 10% proceden de la región de Niza.
Por poner sólo un ejemplo: el mes pasado, mientras se jugaba la Eurocopa, en la fan zone habilitada en Niza (el área reservada a los hinchas), las fuerzas del orden controlaron a un musulmán que pretendía cumplir con el precepto del Islam de rezar los viernes (algo que está prohibido llevar a cabo en determinadas zonas públicas).
Y descubrieron que el individuo en cuestión, que había sido contratado como miembro del equipo de seguridad de la fan zone, mantenía relaciones con un grupo yihadista. Por no hablar de los varios menores de edad que en los últimos meses han salido de aquí para luchar junto al Estado islámico.
Omar Omser, proveedor de yihadistas
Gran parte del influjo que Niza ejerce sobre muchos integristas es atribuible a Omar Diaby, también conocido como Omar Omsen, un radical salafista de 41 años y origen supuestamente senegalés que se trasladó a vivir a Niza siendo niño y que está considerado por los servicios secretos franceses como uno de los principales proveedores de yihadistas del país, un tipo que desde 2010 se encargaba de captar y seleccionar a combatientes que enviar a Siria o a Irak.
Diaby se hizo bastante conocido a partir de 2012, cuando a través de Internet difundió varios vídeos en los que hacía apología de la yihad y alababa a los terroristas responsables de los atentados del 11 de Septiembre.
Se creía que había fallecido en 2015 combatiendo en Siria, pero en mayo pasado reapareció en un programa de la televisión francesa, asegurando que había fingido su propia muerte.
En Niza se cuentan 65.000 musulmanes, uno por cada diez habitantes. Y aunque en un principio ésta era una ciudad acogedora para los practicantes del Islam que llegaban a ella (procedentes sobre todo de Irán y del Líbano), en la última década la atmósfera ha cambiado mucho y los recelos hacia los musulmanes se han disparado.
Las pruebas son numerosas y en gran medida se personifican en la figura de Christian Estrosi, alcalde de la ciudad durante ocho años y hasta el mes pasado, cuando se vio obligado a dejar ese cargo para concentrarse en el de presidente de la región a la que pertenece Niza. Estrosi, muy próximo a Nicolas Sarkozy, es conocido por ser políticamente incorrecto y por conducir desde hace diez años una guerra sin cuartel contra el yihadismo que se concretaba en su negativa rotunda a permitir que se abriera una mezquita en En-Nour, la zona oeste de Niza. «Mientras sea alcalde, el centro cultural musulmán de En-Nour no abrirá», sentenciaba allá por 2013 en relación al proyecto de inaugurar una mezquita en esa zona de la ciudad en un edificio propiedad de Arabia Saudí.
Sin embargo, el mes pasado el tribunal administrativo de Niza dio luz verde a la apertura de esa mezquita, asegurando que su construcción no presentaba irregularidades y permitiendo su apertura el pasado día 8 de este mismo mes.
Pero las tensiones y hostilidades contra los musulmanes se palpan en el ambiente. Sólo un mes antes de la inauguración de la mezquita, en su entrada se encontró una cabeza de cerdo, animal considerado impuro por los musulmanes.