La violación sexual es el acto de profanación de la intimidad física y psicológica, la parte más sagrada de la persona.
Las relaciones sexuales forzadas, que incluyen penetración vaginal, anal u oral por parte del delincuente; incluso las que implican la inserción de un objeto, son algunas de las experiencias más devastadoras que un ser humano puede vivenciar.
En cuanto a la violación y la agresión sexual, se debe incluir cualquier abuso sexual llevado a cabo con o a través de la violencia, amenaza, o la persuasión sutil, e independientemente de la relación entre el criminal y la víctima, tales como la violación conyugal; así como aquellas situaciones en las que es una relación que se presume de confianza, por ejemplo, maestro-alumno, relación médico-paciente, etc.
A veces, las violaciones ocurren durante otros delitos, como por ejemplo, un robo y que eventualmente terminan en un asesinato.
No se pueden comprender los delitos sexuales sin tener conocimiento de cómo está configurada la sexualidad humana, y sobre lo que significa la sexualidad en la conducta de un individuo. Encontramos según investigaciones, que en la sexualidad el componente psicológico –mental y emocional– abarca aproximadamente el 70% de la misma; el componente fisiológico –el cuerpo responde con excitación– sería de una estimación del 20%; y por último la parte biológica –instinto natural– abarcaría el 10% de la totalidad de su configuración.
Esta preponderancia del factor psicológico-emocional es la causa de que existan tantas variaciones en la conducta sexual entre la población. No existe un límite para lo que pueda ser sexualmente estimulante para un individuo.
Por lo tanto, ¿Qué es la conducta?: lo que hacemos y como lo hacemos; puede ser similar pero siempre es única. Las características individuales dan forma a la conducta humana.
Y en los crímenes violentos, están envueltas todas las dinámicas de la conducta humana. En los agresores sexuales, a menudo la lógica de sus crímenes es interna. Solo el criminal conoce por qué comete actos sexuales desviados.
Siguiendo esta línea de razonamiento, ¿es posible hablar de un perfil acabado del agresor sexual?
No existen dos delincuentes sexuales que sean exactamente iguales. Los delincuentes sexuales comprenden una población muy heterogénea que no puede ser caracterizada por factores motivacionales individuales o etiológicos.
Algunos de los hallazgos que encontraron los investigadores sobre estas personas es que:
-Un buen número de delincuentes sexuales no fueron sexualmente o físicamente abusados cuando eran niños.
-Los hombres son más propensos a cometer actos de agresión sexual en las comunidades donde la violencia sexual queda impune
-Los delincuentes sexuales son expertos en la racionalización de su comportamiento.
No hay un “perfil típico” del violador. Muchos abogados defensores hablarán sobre su cliente, si se ajusta al perfil de un delincuente sexual o no. Este es un argumento válido porque no hay un perfil acabado del violador sexual.
Es por esto que es bueno centrarse en la conducta de esa persona, lo que son en realidad, en lugar de cómo se comporta en su comunidad.
Un ejemplo sería el famoso asesino en serie Ted Bundy –violador y asesino sádico sexual– ; él era un estudiante, voluntario en el centro de prevención del suicidio de su universidad, y participó activamente en la iglesia. ¿Suena esto como alguien que “encaja en el perfil” de una persona violenta?.
El agresor no es capaz de valorar los efectos que sus actos tienen en los demás, careciendo así en muchos casos de la capacidad para establecer conductas reparadoras y desplegar una conducta adecuada socialmente.
En los varones el impulso sexual y la tendencia a la agresión parecen tener su base en las mismas áreas del cerebro. El sistema hormonal que activa el sexo también desempeña un papel importante en la agresión.
En general, está claramente establecida la implicación del hipotálamo en ambas conductas desde los estudios de la psicofisiología.
Lesiones de la corteza órbito-frontal del cerebro causan “desinhibición”, hipersexualidad (violadores). Lesión del cíngulo anterior (falta de arrepentimiento).
Ha habido diversos intentos de clasificar a los delincuentes sexuales en grupos, los más importantes han tomado como punto de partida las diferentes necesidades que el agresor sexual intenta satisfacer al cometer el delito, buscando por tanto la motivación que subyace a la conducta criminal.
Los estudios en los que las siguientes descripciones de tipos de violadores convictos son basados enfocándose en la interacción de motivaciones sexuales y agresivas.
A pesar de que todas las violaciones claramente incluyen ambas motivaciones, para algunos violadores la necesidad de humillar y herir a través de la agresión es la característica más sobresaliente de su accionar, mientras que para otros la necesidad de conseguir la dominación sexual es la característica más sobresaliente.
De una manera abreviada, son identificados cinco tipos de violadores sexuales:
Violador por reafirmación de poder:
La agresión es primariamente una expresión de sus fantasías sobre la violación. Hay usualmente una historia de preocupación sexual caracterizada por fantasías de una variedad de perversiones, incluidas prácticas de masturbación bizarras, voyeurismo, exhibicionismo, llamadas telefónicas obscenas, fetichismo, etc. A menudo hay alta excitación sexual, acompañada de una pérdida de autocontrol, causando una distorsión perceptiva de la relación víctima/ofensor (por ej., el violador puede querer que la víctima responda de una manera erótica o sexual y puede incluso tratar de concretar una cita después de la violación).
El centro de su fantasía es que la víctima pueda disfrutar de la experiencia y quizás hasta se enamore de él. Fantasea que desarrolla una relación con estas mujeres, no las elige al azar; las conoce, acosa. Este tipo de criminal a menudo vive solo, donde da rienda suelta a su delirio.
En suma, este es un individuo con una extrema falta de adecuación con las mujeres.
El violador explotador:
su conducta sexual es la expresión de un impulso agresivo. El componente sexual está menos integrado en su fantasía; y prácticamente, no tiene un propósito psicológico para el ofensor. En otras palabras, la violación es un acto impulsivo determinado más por la situación y el contacto, que por una fantasía consciente.
Este agresor puede ser descrito y comprendido como un hombre que sale a la caza o al acecho de una mujer para abusar de su sexualidad.
El violador iracundo:
su conducta sexual es una expresión de ira y furia. La sexualidad está al servicio de un objetivo primario agresivo, en donde la víctima representa para el violador (de una manera desplazada) su odio personal. Aunque la agresión puede reflejar una serie acumulada de insultos experimentados o imaginados por el ofensor, provenientes de muchas personas, como miembros de la familia, esposa, o novias.
Esto es un apunte importante, porque en estas injusticias percibidas –no es necesario que las historias sean verdaderas– reside una motivación poderosa para el criminal.
Este individuo es un misógino (odia a las mujeres); por lo tanto, la agresión puede abarcar un amplio rango, desde el abuso verbal al asesinato brutal.
El violador sádico:
la conducta sexual es la expresión de fantasías agresivo-sexuales (sadismo). Esto aparece como si hubiera una fusión (no diferenciada) o sinergismo entre sentimientos sexuales y agresivos. Así como la excitación sexual se incrementa, se incrementan también los sentimientos agresivos simultáneamente, intensificándose la excitación sexual. La ira no siempre es evidente, particularmente al comienzo.
El ataque en realidad puede comenzar como una seducción. La ira puede comenzar a emerger cuando el ofensor comienza a excitarse, a menudo resultando en las más bizarras e intensas formas de violencia agresivo-sexual.
A diferencia del violador iracundo, la violencia del sadista es frecuentemente dirigida a partes del cuerpo que tienen significancia sexual (senos, ano, nalgas, genitales, boca).
El violador serial:
cuando el violador comete una serie de violaciones, con periodos de “enfriamiento” –puede pasar mucho tiempo entre una violación y otra– se lo denomina violador serial.
El violador en serie se alimenta de fantasías altamente perversas, es muy obsesivo, compulsivo y tiene una fuerte tendencia a controlar y humillar a sus víctimas a través de la agresión sexual.
A veces, cuando la víctima intenta defenderse y se convierte en una confrontación con el agresor, el violador en serie actúa con la conducta de un asesino sexual. El violador en serie tiene sentimientos profundos de rechazo, insuficiencia, impotencia, o disfunción sexual, así como una sexualidad bizarra y una tendencia a la ira. Junto con el asesino sexual, el violador serial comparte sentimientos de omnipotencia y su creencia de que el sexo puede usarlo a su disposición contra la voluntad de los demás, a menudo de una manera sádica. Rara vez cambia el tipo de víctima elegida, se basa en una fantasía muy específica.
No tiene relación con la víctima, es una desconocida. Con frecuencia, el violador común no toma ninguna precaución, con el fin de ocultar su identidad. El violador en serie, por el contrario, con frecuencia, realiza intentos de ocultar su identidad, por ejemplo, con un pasamontañas o vendando los ojos a su víctima.
Además, para evitar dejar pruebas, puede usar guantes, preservativos, y a menudo amenazan a su víctima con un arma. El violador serial suele ser generalmente muy inteligente, y tiende a integrase a la perfección en la comunidad.
El violador, del tipo de clase que sea, a menudo tiene entre 25 y 45 años, suele estar empleado, vive con su pareja, entre otras características. Es un mito que todos los violadores son enfermos mentales. El 80 a 90% son genéricamente reprochables. De ellos más de la mitad no se le detectan trastornos mentales graves, aparentemente presentan adecuación sexual social.
El resto de ellos está compuesto por individuos con trastornos de la personalidad, psicópatas antisociales. Un 20% estaría compuesto por hombres que presentan problemas graves de personalidad de características psicóticas, en su gran parte irreprochables. Nadie es responsable de sus tendencias, es solamente responsable de las formas como las vive.
Muchos violadores presentan “parafilias”, o grupo de patrones de excitación sexual persistente, donde las personas son atraídas por una o más de los siguientes objetos: sufrimiento de otros o humillación, objetos no sexuales, niños, adolescentes, ancianos, conducta ritual en la escena del crimen –el ritual sexual es algo hecho por un criminal por causa de una necesidad–; no es necesario para cometer el delito, pero sí es necesario para la satisfacción emocional del agresor sexual.
El origen de la violación
Tratar de explicar breve y fácilmente las causas, de por qué existen violadores –y por lo tanto la violación en sí en la sociedad– no es una tarea realista. La explicación honesta es que esta problemática es muy compleja, e intervienen factores biológicos, evolutivos, culturales y psicológicos por nombrar algunos.
¿Por qué la violación se produce en todas las culturas conocidas?
La capacidad de violación se debe en última instancia a la selección y cercanamente a la ontogenia y la adaptación. El comportamiento de un violador surge a partir de elementos de naturaleza sexual, la psicología sexual de los hombres.
Esta psicología es característica de los hombres en general, pero no de niños prepúberes. Es fielmente generada durante el desarrollo de una amplia gama de ambientes de crianza. La gran mayoría de las especies muestran las mismas diferencias sexuales que en los seres humanos.
La existencia de la violación a través de muchas especies animales es una de las muchas pruebas que la biología ha proporcionado en contra de la ciencia social, que insiste en que la violación no es natural, no evolutiva, no biológica, exclusivamente humana, y que se puede atribuir a la “cultura”.
La violación se ha observado en más de 39 especies de aves. En los orangutanes por ejemplo, el sistema social es bastante diferente de la de otros simios, ya que viven solos, no en manadas. Por lo tanto, todas las hembras orangutanes carecen de compañeros o parientes que podrían frustrar los intentos de violación. Se especula que la variación en el elemento de protección, en los sistemas sociales de los simios puede dar cuenta de las diferentes frecuencias de agresión sexual que se han encontrado. El sistema social parece que es importante en la comprensión de la evolución de la violación y otras formas de agresión sexual en otros primates y en otros grupos de animales.
En relación con las mujeres, los hombres están más dispuestos a aparearse, muestran una menor discriminación sobre compañeras de apareamiento, y llevan a cabo una gran variedad de actividad sexual sin compromiso. Las mujeres, por otro lado, son muy exigentes sobre sus parejas. Todas las especies tienen una historia evolutiva de un alto grado de poligamia. Un porcentaje muy pequeño de monogamia es practicada por las especies, pero incluso en estas, la atracción sexual hacia varios compañeros es intensa.
¿Por qué un hombre es capaz de violar?
El individuo realiza continuos intentos de adaptación al mundo en que vive. La dificultad del delincuente para aceptar la ley implica dificultades en el desarrollo de la personalidad. Desde el punto de vista social significa una ruptura con el orden establecido. Al decir de Rodríguez Manzanera, gran criminólogo mejicano: “El crimen es una forma inapropiada de resolver conflictos y ciertas necesidades primarias, problemas culturales, carencias sociales, etc.
Es un mecanismo de protección frente a la amenaza de la desorganización, pues es una conducta reguladora de tensiones; una conducta simbólica, una forma de comunicación; el criminal siempre quiere decir “algo”.
Es evidente que el factor sexual es primordial en un violador. No obstante, muchos investigadores han encontrado diversos motivos –una mezcla por así decirlo– que llevan a una persona a agredir sexualmente.
La voluntad de autoafirmación –especialmente la afirmación de la masculinidad– es muy poderosa en los varones. Cuando esta afirmación no se produce normalmente en el desarrollo, da por resultado un cúmulo enorme de agresiones desviadas. Un intenso sentimiento de inadecuación social y sexual puede motivar a un violador a superar dichos afectos; agrediendo sexualmente a una mujer, en un intento de tener dominio y control. Poder y control son temáticas que aparecen frecuentemente en las investigaciones sobre violadores sexuales, y que están ligados fuertemente a la noción de “humillación” a la víctima. La expresión de ira, hostilidad, dominio, humillación no son sexuales, sin embargo son típicas en la conducta y motivación del violador.
En los agresores sexuales, fallan los frenos inhibitorios. Buscan el placer inmediato, muchos de ellos saturados, cargados de estrés; se refugian en el alcohol, en la soledad. El impulso de violar, de agredir sexualmente es una adicción, no se cura, se trata de controlarlo. Muchos violadores, necesitan mayor estimulación de lo normal a causa de fallas en la función cerebral –lóbulos frontales–. En última instancia, la clave para entender al violador son sus fantasías, es decir, sus patrones de pensamientos perversos.
Muchos de ellos sueñan despiertos, imaginando situaciones en donde se mezclan sexo y violencia.
Peligrosamente la sociedad está incrementando y aceptando imágenes sexuales violentas en todas sus formas: revistas, televisión, internet, videos.
Las conductas desviadas se vuelven comunes en los materiales que nosotros leemos, escuchamos y vemos. Sirven de “materia prima” para las fantasías sexualmente desviadas. Paralelamente, estas conductas aparecen en crímenes sexuales, particularmente los realizados contra extraños/as. Uno de los peligros sociales es la pornografía –cada vez más violenta– donde se trata a la mujer y a los niños como objetos.
Les quitan su humanidad. Enseña que el sexo solo sirve para la gratificación sexual, que el sexo es solo una función corporal. Las necesidades físicas o emocionales de la pareja no tienen relevancia.
La pornografía deja el mensaje que el sexo es solo una expresión de instintos sin amor ni intimidad.