En América Latina pocos profesionales de la industria de la seguridad han desarrollado tan sólida experiencia en manejo de crisis, como los que hacen vida en Venezuela. Los recientes acontecimientos del 1 de septiembre en todo el país son una muestra de ello.
Desde hace aproximadamente 10 años, los líderes de seguridad de las organizaciones se vieron obligados a enfrentar escenarios para los que en general no estaban familiarizados. Los términos de manejo de crisis, continuidad del negocio y resiliencia entre otros, con cada vez mayor frecuencia empezaron a formar parte del vocabulario profesional.
La evolución de la situación económica, social y política en Venezuela ha impactado en los ciudadanos y las organizaciones toda vez que han aparecido nuevas formas de delito, o algunas ya conocidas se han acentuado.
El «bachaqueo», la falsificación de productos, el secuestro exprés, el homicidio, el robo hormiga, la violencia en centros de trabajo, las protestas en vías públicas, las bandas delictivas armadas, presupuestos limitados, el deterioro de los servicios públicos más elementales y en algunos casos la indiferencia de los organismos de seguridad del Estado, son factores que conforman un hostil entorno en el cual el profesional de la seguridad debe llevar adelante sus gestiones.
Cuando se analizan cómo se han manejado exitosamente las diversas situaciones de crisis en el país, a eso le sumamos experiencias foráneas y teorías académicas recientes, podemos concluir que el responsable de la seguridad de las organizaciones en Venezuela, debe tener un perfil y características muy particulares.
Liderazgo. El profesional debe desarrollar habilidades que le permitan contar con aliados no sólo entre su equipo de trabajo inmediato, sino en cada uno de los miembros de la organización. Esto solo es posible cuando se gana el respeto a fuerza de resultados.
Quien pretende imponerse argumentando privilegios del cargo, en muy poco tiempo pierde credibilidad y cualquier capacidad de lograr sinergia.
Reinvención continua. Si algo caracteriza el actual estado de cosas es el cambio permanente y muchas veces inesperado. Lo que puede ser un modelo de gestión eficiente, de la noche a la mañana debe ser revisado y rediseñado con urgencia.
De allí la importancia de mantener una mente abierta a nuevas propuestas y a desprenderse de los esquemas tradicionales cada vez que sea necesario.
Visión 360. Las amenazas a las organizaciones surgen de las fuentes menos esperadas. Se requiere mantener la atención en múltiples factores y evaluar rápida y objetivamente el impacto que pueden tener en diversos aspectos de la organización. La visión 360 sirve de nada cuando los criterios tácticos y estratégicos de la gestión no están identificados y claramente definidos.
Para ello es fundamental conocer el negocio a fondo, estar empapado en el día a día de los detalles operacionales y administrativos entre otros, de la organización de la cual es responsable.
Negociador. Una experiencia muchísimas veces vivida por el profesional de la seguridad en Venezuela, es la de convencer a la alta gerencia de una organización sobre la necesidad de contar con los recursos para el desarrollo de su gestión.
En un país con serias restricciones presupuestarias a todo nivel no es tarea fácil. Pero tampoco es sencillo, por ejemplo, negociar con organizaciones sindicales, miembros de la comunidad, autoridades locales y nacionales o contratistas. Se requiere de capacidades que le permitan convencer con argumentos sólidos e inobjetables, manteniendo un clima de flexibilidad, cordialidad y consenso.
Toma de decisiones. Un principio administrativo básico, es que si los objetivos, el alcance y las atribuciones del cargo están claramente definidos, tomar decisiones por parte de su titular será más sencillo y eficiente.
Pero no siempre esto se cumple, generando no sólo resultados que no son los esperados sino ruido en la comunicación, enrarecimiento del clima organizacional y hasta deserciones. Sin subestimar las otras unidades del negocio, en seguridad la toma de decisiones acertada puede marcar la diferencia en el nivel de protección a la integridad de personas y bienes.
Nuevas tecnologías. Hasta hace pocos años las armas de fuego y medios de comunicación y traslado eran las herramientas básicas para un líder de seguridad. Ahora lo son, por ejemplo, los drones, equipos de comunicación, control de acceso y circuito cerrado de televisión de última generación.
En situaciones de crisis es común que el líder de seguridad y su equipo dispongan de un puesto de trabajo donde los teléfonos inteligentes, monitores, computadoras y aplicaciones diversas le suministren uno de los insumos más importantes: información.
Comunicador. En Venezuela pueden desarrollarse situaciones de crisis que escalan rápidamente y, por tanto, las decisiones deben compartirse rápidamente a los diversos niveles de la organización. Para ello, la comunicación debe ser asertiva, objetiva, convincente y en algunos casos sin juicios de valor.
Las redes sociales, ampliamente utilizadas pueden ser una excelente herramienta, pero la inmediatez no debe prevalecer sobre la veracidad. La distribución de información no verificada no sólo incentiva la pérdida de credibilidad sino puede favorecer decisiones erradas.
Resiliente. La norma ASIS SPC-1-2009 Organizational Resilience Security, Preparedness, and Continuity Management Systems, define la resiliencia como “la capacidad de una organización para resistirse a verse afectada por un suceso o la capacidad de volver a un nivel aceptable de desempeño, en un período de tiempo aceptable después de verse afectada por un suceso”.
El responsable de la seguridad debe ser factor de éxito en el desarrollo de esta capacidad dentro de la organización.
Para concluir unas palabras de Peter Drucker, oportunas para la realidad venezolana y sus profesionales: “La excelencia de un líder se mide por la capacidad de transformar los problemas en oportunidades”.