El crimen organizado transnacional y diversas redes ilícitas sumadas al terrorismo, han ido evolucionando sus modus operandi, desarrollando e implementando todo aquello que facilite e incremente las posibilidades de éxito en el logro de sus objetivos.
Por otra parte, y desde hace ya varios años, se ha visto cómo se producen acercamientos antes impensables, entre grupos que en principio no parecieran tener elementos comunes. Este fenómeno conocido como “convergencia” es ampliamente explicado en el libro “Convergence. Illicit networks and national security in the age of globalization”. Dicha publicación de la National Defense Univeristy Press incluye a reconocidos autores tales como Duncan Deville, Douglas Farah, Moisés Naim y Celina Realuyo. Esta última muy especialmente ha investigado las formas como se establecen las convergencias y a los protagonistas involucrados en estas prácticas. Realuyo es graduada del Harvard Business School, de Johns Hopkins University School of Advanced International Studies y de Georgetown University School of Foreign Service y es profesora en el William J. Perry Center para Estudios de Defensa del Hemisferio de la National Defense University en Washington, DC. Entre otros temas, se ha destacado en lo referente a programas de contraterrorismo financiero.
Una de estas modalidades de convergencia en los nuevos tiempos, incluye a los terroristas y a los cibercriminales. Los primeros han entendido que los segundos pueden ser y son de hecho, excelentes aliados cuando se trata de obtener recursos, captar nuevos adeptos, mantener medios de comunicación confiables o desarrollar campañas de promoción. Por otra parte, para los cibercriminales es un excelente negocio, ya que toda actividad que se desarrolla en esa área tiene un precio. El mismo va a variar dependiendo de quienes son los contratantes y contratados, el grado de complejidad de lo que se solicita y el objetivo a atacar, entre otros.
Este singular mercado donde el anonimato por lo general es la característica común, crece a pasos agigantados, muchas veces en ambientes poco conocidos.
Por ejemplo, en Brasil existe un entorno de mayor tolerancia en lo que se refiere a las sanciones por cibercrimen. Esto fomenta la proliferación de comunidades de jóvenes delincuentes que abiertamente utilizan redes sociales para promocionarse. En China no solamente se generan ciberataques diariamente a diversas partes del globo, sino que se mantienen como importantes fabricantes de software y hardware que impulsa las tendencias cibercriminales. La comunidad de la ciberdelincuencia en Rusia está fuertemente consolidada y ofrece un mercado abierto a quien desee invertir y desarrollarse. Y Alemania se considera el país europeo con mayor acelerado crecimiento del mercado ilícito.
Estas habilidades y ofertas son aprovechadas por los terroristas quienes acuden al mercado clandestino del ciberespacio. Allí han logrado obtener, desarrollar y mantener su presencia en redes sociales.
En un esfuerzo que viene desarrollando Twitter desde el 2015, en febrero de este año anunció el cierre de 125.000 cuentas relacionadas con el grupo ISIS. Pocas semanas después un grupo que se identificaba como “Ejército de Hijos del Califato”, puso a circular un video donde amenazaba a los directores de las redes sociales Twitter y Facebook Jack Dorsey y Mark Zuckerberg.
Desde noviembre del 2015, la conocida aplicación de mensajería instantánea Telegram, había iniciado un proceso de identificación y bloqueo de más de 660 canales públicos que eran utilizados por los terroristas de Daesh. Se presume que esa aplicación habría sido utilizada por los autores de los atentados a la ciudad de París.
Entre las alternativas a considerar para contrarrestar las prácticas criminales, se encuentra el mantener un “repensar” permanente sobre la manera como se observan las acciones ilícitas. Esto genera una posición proactiva que permita estar un paso adelante y evitar la reactividad cuyo costo, así como elevado puede ser doloroso.
Por otra parte, se deben fomentar las alianzas o convergencias entre Estados y sus instituciones, de forma tal que se establezcan por consenso estrategias de seguridad para combatir a enemigos comunes que encuentran entre los ciudadanos un fértil campo donde desarrollar y alcanzar sus objetivos.
@alfredoyuncoza