Se hace difícil imaginar que este árido valle atravesado por una amplia verja e iluminado como si fuera un estadio servía de campo de fútbol en los años 80, cuando mexicanos y estadounidenses venían aquí a jugar, sin preocuparse por dónde estaba exactamente la frontera.
En la actualidad, se efectúan al año unos 30.000 arrestos y se constatan unos 550 ataques a la valla. «Mire el recorrido de la valla, van directamente con el hacha», señala Mark Endicott de la Border Patrol de San Diego.
Además de los clandestinos, que aprovechan la bruma para pasar por las tuberías de drenaje, la policía rastrea los «supertúneles» excavados para hacer pasar estupefacientes. El último, descubierto en abril, tenía 800 metros de largo y casi un metro de ancho y conectaba una casa de Tijuana con un área comercial de Otay Mesa, el barrio fronterizo de San Diego, donde se encontró más de una tonelada de droga.
En la colina que domina la Colonia Libertad de Tijuana resuenan los gritos de los niños. La superposición de chabolas nos recuerda a una favela. «¿Ve la iglesia? Uno de los últimos túneles salía justo al lado», explica el agente Lance Lenoir. Se necesitan entre 4 y 6 meses para excavar un túnel de cientos de metros. «Cada vez son más sofisticados: ventilación, electricidad… Uno de ellos tenía incluso una especie de ascensor. Y otro un trenecito eléctrico», nos cuenta.
Fuente: internacional.elpais.com