Durante el pasado mes, participé en uno de tantos encuentros informales con motivo de las festividades navideñas, donde coincidí con varios profesionales de las ciencias sociales, la medicina, así como los ya tradicionales del gremio de la seguridad.
Uno de los temas de conversación más desarrollado fue el relacionado a los riesgos psicosociales asociados a quienes se desempeñan en el área de la seguridad. Dichos riesgos afectan la salud y el desarrollo del trabajador, originando no sólo trastornos de conducta sino enfermedades y hasta accidentes laborales.
Es indudable que la actual situación país es un catalizador de este tipo de riesgos, los cuales se manifiestan principalmente en angustias, depresiones, estrés, insomnio y ataques de pánico, entre otros.
La situación se agrava aún más ya que cuando un profesional de la salud considera necesario un tratamiento médico, la escasez de medicamentos no contribuye y más bien influye en acrecentar las preocupaciones del paciente o sus familiares.
Y es que el profesional que desempeña sus actividades en la industria de la seguridad, se expone a una serie de riesgos adicionales y no menos importantes que el resto de los ciudadanos.
Imagine los niveles de estrés a los que diariamente se ve expuesto un funcionario policial que, por sus particulares horarios de labores, se ve obligado a llegar o salir de su residencia a altas horas de la noche, cuando está consciente que es uno de los blancos prioritarios de los delincuentes. Aquellos que se dedican en Venezuela a la custodia de personalidades (escoltas), tienen no sólo la responsabilidad de la persona a proteger, sino de no engrosar la ya larga lista de colegas que han sido víctimas fatales para robarles el arma de fuego o las motos. Los profesionales de la seguridad privada o corporativa que hacen vida en nuestro país, en su mayoría tienen una carga horaria que incluye la jornada formal, y la informal en la que se mantienen alerta a los numerosos eventos que afectan su gestión y se desarrollan a cualquier hora del día o de la noche a nivel nacional.
La percepción de estar expuestos a diversos riesgos con cada vez más frecuencia e intensidad, los cuales vulneran sus bienes e integridad física y psicológica, van haciendo mella en el ciudadano.
La seguridad entendida como certeza, es definida como la propiedad de algo donde no se registran peligros, daños, ni riesgos. Como tal, la seguridad es una necesidad básica, fundamental, prácticamente irrenunciable de los seres humanos y, por tanto, incluida entre los cinco niveles de la Pirámide de Maslow.
Los que tenemos la responsabilidad de dirigir en las organizaciones los servicios de seguridad y, por ende, interactuar con recurso humano, debemos tener totalmente claro que los niveles de rendimiento del equipo están disminuyendo y, por tanto, la calidad de lo que esperan y merecen nuestros clientes internos. Lo decía Edwards Deming: “Nadie puede poner lo mejor de su desempeño si no se siente seguro… Seguro significa sin miedo, sin temor para expresar ideas, sin temor para hacer preguntas”.
Amy Edmondson, profesora de Liderazgo y Gestión de la Escuela de Negocios de Harvard, acuñó el término “Seguridad Psicológica”.
Para contribuir a incrementar un entorno laboral psicológicamente seguro, los líderes con mayor autoridad de las organizaciones deben evitar ser inaccesibles, por lo que es clave la fluidez en la comunicación. Los comportamientos autocráticos y el uso punitivo del poder, son fatales cuando el entorno afecta la seguridad psicológica. En estos casos, el estilo de liderazgo participativo es una útil herramienta. Es necesario participar en los procesos creativos de los que pueden surgir nuevas soluciones y propuestas. No es aconsejable la imposición de reglas de juego.
El elemento de la seguridad psicológica ha ido tomando cada vez más relevancia en las organizaciones, al punto que el gigante corporativo Google lo identifica como el factor de éxito más importante para el trabajo en equipo.
Por lo general, las personas trascurren una considerable cantidad de tiempo en sus centros de trabajo. Por lo que es muy importante que dicho entorno contribuya al bienestar y la tranquilidad del trabajador. En condiciones particulares de especial incertidumbre, se hace necesario atender aspectos tales como aceptar puntos de vista poco convencionales, aceptar las equivocaciones como parte del aprendizaje y eliminar la perniciosa práctica de cazar culpables. El mantener una sensación de permanente enjuiciamiento, enrarece el clima organizacional, incrementa los niveles de estrés y resquebraja el espíritu de equipo.
Existen elementos de nuestro entorno que definitivamente no podemos controlar, pero los riesgos psicosociales y la seguridad psicológica son factores que no debemos subestimar si deseamos minimizar los impactos negativos que afectan al individuo y, por ende, al equipo.
Twitter: @alfredoyuncoza