La guerra de bandas que desangra Brasil

Las autoridades temen que las carnicerías salten de las cárceles a las calles. Un nuevo motín deja al menos 10 muertos en un presidio de Natal este sábado.

Un inquietante documento interno de la policía brasileña circula desde hace días por las comisarías de São Paulo: “Para conocimiento y demás providencias: un comunicado entre los miembros del PCC (Primer Comando de la Capital, el grupo de crimen organizado más poderoso de Brasil) da cuenta de que armas de fuego han sido distribuidas entre los miembros de la banda para posibles ataques. Consta que el próximo 17 de enero el PCC ordenará a los ejecutores el tipo de ataque y el sitio en el que tendrá que ocurrir”. El Gobierno de São Paulo asegura “desconocer” la amenaza y ni confirma ni desmiente. Algunos policías, bajo anonimato, aseguran que los ataques (a policías, a comisarías, ¿quién sabe?), de producirse, constituyen una respuesta a un inminente traslado de líderes de esta banda presos a cárceles más incómodas.
Más allá de la amenaza real que implique el documento, éste deja traslucir la realidad de un poder por lo general oculto en Brasil: las mafias que controlan el narcotráfico a gran escala, reconvertidas en verdaderos ejércitos armados, capaces de tutear al Estado y capaces de sacudir al país entero cuando se enfrentan entre ellas. En mayo de 2006, el PCC -también, según la versión oficial, por un asunto de traslado de presos relevantes- declaró la guerra al Gobierno del Estado y a la policía, São Paulo se convirtió en un aterrorizado campo de batalla en el que murieron más de 500 personas, entre agentes, narcotraficantes y personas que pasaban por ahí. No hay un habitante de la ciudad que no recuerde aquellos días de colegios cerrados antes de la hora y calles solitarias por miedo a quedar en medio de un fuego cruzado.
 

El 1 de enero, Brasil despertó con otra pesadilla: el asesinato y decapitación de más de 56 presos en la cárcel Ansínio Jobim, en Manaos, pertenecientes al PCC, por parte de miembros de una banda rival, la Família do Norte. Días después, la venganza se llevó a cabo en Roraima: esta vez fueron 33 los ejecutados. Este sábado, un enfrentamiento entre el PCC y otra facción aliada del Comando Vermelho dejó al menos otros diez muertos en un presidio de Natal (capital del Estado de Rio Grande del Norte).
El temor de las autoridades es que esta guerra a tres bandas por el control de las rutas de la droga (por un lado el PCC, por otro la Família do Norte aliada alComando Vermelho, de Río de Janeiro) salte de los presidios a las favelas y de las favelas al resto de la ciudad. Puede hacerlo en cualquier momento. La policía asegura que algunos de los asesinos de los presos de Roraima recibieron una orden concreta de sus superiores: dejar que se escaparan los enemigos para abatirles en la calle. “Ver a alguien muerto en la casa de tu vecina es mucho más impactante que verlo dentro de una cárcel”, asegura un agente de Roraima que trabaja en las investigaciones.

 Brasil es un país violento. La tasa de homicidios es de 26 por cada 100.000 habitantes (En España no pasa del 0,7%). Y crece desde hace años. En 1980 ese mismo índice se situaba en torno al 11%. El fácil acceso a los armamentos a través de las fronteras, las guerras entre facciones por el control de las rutas del tráfico de drogas, la disputa por puntos de venta de marihuana, crack y cocaína en los principales centros urbanos o la mera intención de mostrar poder y obtener más recursos financieros en zonas en las que la policía apenas está presente son algunas de las causas de este porcentaje.
Fuente:   internacional.elpais.com