En los confines del califato una nueva y peligrosa generación de yihadistas se prepara a las órdenes de los caudillos del autodenominado Estado Islámico. Son la garantía de supervivencia de la organización que ha impuesto su ley en vastas zonas de Siria e Irak y resiste a pesar de los ataques aéreos. Con campamentos militares para menores de edad repartidos por todo su territorio y un radical cambio de currículo, la natalidad se ha convertido en el salvavidas de Abu Bakr al Bagdadi.
En estos momentos unas 31.000 mujeres se hallan embarazadas en la tierra del IS, según el cálculo de una fuente de seguridad recogido en el informe ‘Los niños del califato’, elaborado por la fundación británica Quilliam. «Su papel representa la culminación y perfeccionamiento de los niños soldados. Se pueden percibir incluso los ecos de la Alemania nazi en el adoctrinamiento sistemático de niños a través de las escuelas y los campos de entrenamiento», subraya el documento.
El lavado de cerebro comienza a menudo entre las paredes del hogar. «Las tácticas de reclutamiento alimentan una estrategia a largo plazo mediante la participación de toda la familia, no solo de los menores. Las madres reciben libros en los que se proporcionan instrucciones sobre cómo educar a los niños yihadistas y sugerencias que incluyen contarles historias antes de dormir sobre el martirio, enseñarles imágenes de sitios web yihadistas y animarles a practicar deportes que mejoren su estado físico y su coordinación», detalla el informe.
La organización que ha firmado decapitaciones, ejecuciones y amputaciones a lo largo y ancho del califato ha desarrollado un interés obsesivo por los menores de edad. «El futuro de cualquier estado recae en su generación venidera. El ‘califato’ está invirtiendo en adoctrinar a los niños con su ideario extremista tan pronto como sea posible. La exposición a edad temprana vuelve a los menores más propensos a considerarla normal y defender sus prácticas», recalca el informe. Entre los líderes del IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés), se ha extendido además la creencia de que será una prole de combatientes más letales y aguerridos.
«En lugar de abrazar las ideologías radicales, han sido adoctrinados en ellas desde el nacimiento. Son vistos como más puros y con más posibilidades de alcanzar el martirio que la generación actual. (…) Serán soldados mejores y más brutales porque han sido entrenados en la violencia», precisan los autores de un informe que ha analizado durante seis meses la propaganda de sus «cachorros» divulgada por la maquinaria del IS. Los vídeos y fotografías levantan acta de los ejercicios de artes marciales, las clases de armamento o las acciones en el campo de batalla llevadas a cabo por niños de apenas diez años.
‘Las perlas del califato’
La enseñanza que el IS ha implantado en las áreas de Siria e Irak conquistadas por sus huestes no deja lugar a la inocencia. A los varones se les somete a un currículo rígido donde las ciencias y la filosofía han sido reemplazadas por la religión y la educación física se ha rebautizado como «formación yihadista» con lecciones de tiro, armamento y artes marciales. A las féminas, en cambio, se las instruye para ser las ‘perlas del califato’: veladas, ocultas, recluidas en el hogar y dedicadas a cuidar de sus esposos. Los menores son incluso exhortados a espiar a sus familiares y círculo de amigos en busca de disidentes.
Cuando han memorizado el Corán y completado sus estudios de árabe, son trasladados a los campos de entrenamiento militar. La mudanza suele producirse entre los 10 y 15 años. A principios de año la ONU denunció que el pasado junio el IS raptó a a entre 800 y 900 niños en la ciudad iraquí de Mosul para adiestrarlos y convertirlos en cadetes de la organización. «Son sometidos a un riguroso entrenamiento físico con los instructores propinándoles puñetazos, patadas o golpeándoles con palos de madera», indica el informe. Al concluir la formación, participan en una graduación y desfilan armados y vestidos de uniforme.
En este entorno «la lealtad hacia el califato cristaliza y al estar aislados de sus familias, establecen lazos de camaradería con sus compañeros que poco a poco se convierten en su nueva familia». Integrados en el organigrama del IS, los niños se convierten conforme a sus habilidades en predicadores, espías, soldados rasos, verdugos o terroristas suicidas. Un completo cambio de piel que complica desandar el camino. «Desradicalizar a los niños del IS que no han conocido otro modo de vida y que han padecido un grave trauma físico y psicológico será un proceso arduo», advierte el informe.