La campaña internacional contra el terrorismoha reavivado el interés de los estados en desarrollar métodos de identificaciónhumana que reúnan al menos cuatro características: universalidad, confiabilidad, economía y rapidez.
La idea es complementar la lectura de rastrosdactilares con la de alguna otra característica del organismo humano –mediantemétodos no intrusivos-, de manera tal que las autoridades puedan determinar enel momento si están en presencia de un individuo solicitado por algunaviolación a las leyes. De esta formaserían afinados los controles de acceso a lugares clave tales como aeropuertosy edificios gubernamentales.
Con este objetivo, en varias partes del mundoestán desarrollando tecnologías para la medición del organismo, ya sea en formatotal o parcial, lo que en términos de ciencia forense ha sido denominado bajoel rótulo de biometría o biométrica.
Esto no es nada nuevo en el mundo forense. De hecho, en cierta forma es una vuelta alos conceptos que durante la segunda mitad del siglo 19 manejó el francésAlphonse Bertillon. El funcionario dela Prefectura de Policía de París logró desarrollar, con las limitaciones de laépoca, una base de datos con las características fisiológicas de 1.500procesados por delitos violentos en esa localidad.
Aunque Bertillon menospreciaba la utilidad delos rastros dactilares (para él eran simples “marcas distintivas”), su métodose impuso en la Francia decimonónica, al punto que obtuvo el cargo de jefenacional de identificación. El“bertillonage” incluía datos tales como la longitud de la mano izquierda, ellargo y el ancho del cráneo, la longitud de la oreja izquierda y otros. Sirvió, por ejemplo, para determinar laverdadera identidad de antisociales reincidentes.
A casi cien años de la muerte de Bertillon, losmétodos más aceptados de identificación se basan en la colección de rastrosdactilares y, últimamente, de muestras de ácido desoxiribonucleico (ADN), cuyosgrados de confiabilidad resultan casi infalibles. El problema es que todavía no han logrado el desarrollo de unaaplicación tecnológica que permita la detección in situ de sujetosbuscados por delitos violentos o actos terroristas.
Los esfuerzos se concentran en el desarrollo deaparatos que permitan la comparación instantánea de la geometría manual, losvasos sanguíneos de la retina (mediante cámaras infrarrojas) y la voz. Todas estas alternativas, y otras como lasaplicaciones de grafotecnia, tienen ámbitos de utilidad pero también enormeslimitaciones derivadas de la inexistencia de registros previos que sirvan comoelementos de comparación.
Hasta el momento las muestras de ADN sólopueden ser extraídas de la sangre o de la raíz del cabello, lo que implica unaclara intrusión en la vida privada del ciudadano que las suministra. ¿Hasta qué punto, entonces, el individuodebe ceder en sus derechos en aras de la seguridad del conglomerado?
“Sin dudas que una base de datos nacional coninformación de ADN sería como un intercambio. De una parte, el crimen debería ser aminorado, las condenas criminalesdeberían ser más fáciles y la identificación positiva se fortalecería. Pero de la otra parte este identificadoruniversal crearía un caos en las libertades civiles”, señala Zonderman en suobra Beyond the Crime Lab (Más allá del laboratorio criminal).
Como se ve, las aplicaciones biométricasconstituyen apenas una realidad incipiente, pero realidad al fin. Está en la sociedad democrática hacerlasherramientas de la Utopía o, por el contrario, de la sociedad orwelliana quetodos tememos.
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