Acaba de finalizar uno de lossecuestros más largos de la historia democrática venezolana. Luego de dos años, presumiblemente oculto enun paraje de los Llanos Orientales de Colombia, el piloto Richard Boultonvolvió a casa.
Tras prolongadas negociaciones, la familia Boultoncanceló una cantidad estimada en 430 mil dólares al grupo que llevó a cabo laacción delictiva. Pero el hombre queapareció en Venezuela luego de 24 meses de cautiverio y privaciones distabamucho de ser el mismo que proyectaron por la televisión con barba, melena,verbo vacilante y mirada desorientada.
Boulton apareció con el pelorapado y afeitado. Su palabra erafirme y pausada. Una de las primerascosas que dijo a la prensa fue que sus captores lo habían tratado bien. Luego de dos años privado a la fuerza de sulibertad, no dejó escuchar palabras de odio hacia sus secuestradores, o algunaque simplemente clamara por justicia ante un hecho tan abominable.
Desde 1973, esta forma de comportarse tiene un nombre:síndrome de Estocolmo. En esaoportunidad, un ladrón de bancos fue tomado in fraganti por las autoridades dela capital sueca, y se generó una situación de rehenes. El delincuente (Jan Erik «Janne»Olsson) logró que un compinche (ClarkOlofsson) entrase en la escena pues de lo contrario mataría a quienes allí seencontraban. Este atrincheramiento seprolongó durante seis días. En ese lapso, una de las víctimas desarrolló unarelación afectiva con el segundo de los ladrones, al punto que lo protegiócuando la policía lanzó gas lacrimógeno dentro de la agencia. Nadie salió herido.
La fundación País Libre, creada en Colombia para elestudio del secuestro (un delito endémido en ese territorio), define alsíndrome de Estocolmo como “el conjunto de conductas por parte de las víctimasde secuestro en las cuales está presente un afecto manifiesto hacia loscaptores”.
De acuerdo con esta organización, se presenta una“identificación inconsciente por parte de la víctima con su agresor, ya seaasumiendo la responsabilidad del plagio, ya sea imitando moral o físicamente alagresor, o adoptando ciertos símbolos de poder que lo caracterizan”.
¿Quería Boulton parecerse a sus últimos custodios,supuestos paramilitares de las Autodefensas Unidas Campesinas? Esta idea no puede ser descartada. Pero hay otros ejemplos. En el caso de Patricia Hearst, hija delconocido editor estadounidense William Hearst, hubo incluso una identificaciónideológica con los captores. La alemanaNicola Fleuchaus fue secuestrada en enero de 1996 cuando finalizaba una estadíanavideña en Costa Rica. Luego dehaberla rescatado, las autoridades entraron en dudas pues encontraron fotos deella abrazada con el guerrillero nicaragüense que supuestamente la habíaprivado de su libertad.
Una de las terriblescontradicciones de un secuestro o de una situación de rehenes es que mientraslas autoridades intentan a toda costa y cuanto antes obtener la libertad de la víctima con elmenor daño posible para ella, uno de los factores que puede asegurar esaintegridad física es precisamente la prolongación del cautiverio. Enefecto: de acuerdo con los expertos enla materia, la aparición del síndrome de Estocolmo puede convertirse en laúnica garantía de que la víctima de un secuestro conservará la vida. En la medida en que el rehén deja de ser unobjeto de cambio para el secuestrador, y aparezca ante sus ojos como un ser humano digno de afecto, será más difícilque le haga daño. Por otra parte, serámás difícil para la víctima aportar datos en contra de su captor durante uneventual proceso judicial. Links de interés