El nuevo fenómeno de proliferación de Organizaciones No Gubernamentales llega también al mundo de la Seguridad Vial dada la nueva dimensión que están alcanzando los accidentes de tráfico en los países menos desarrollados, donde las cifras de siniestralidad están encendiendo las alarmas hasta el punto de que, tanto la Organización Mundial de la Salud como las Naciones Unidas, han hecho un llamamiento a países y organizaciones independientes para luchar contre esta lacra.
El viejo refrán de que al perro flaco todo se le vuelven pulgas cobra todo su significado cuando lo aplicamos a la situación internacional. Los denominados países en vías de desarrollo parecen abocados a no vislumbrar jamás el final de ese camino que debiera conducirles hasta la deseable situación de convertirse en países desarrollados y alcanzar unos niveles de confort y seguridad equiparables a los que disfrutan los países occidentales. La mayor parte de los situados en el este y el sur, además de ser escenario con relativa frecuencia de todo tipo de desastres naturales, llámense tsunamis, inundaciones, terremotos…, sufren también el azote de las hambrunas y los efectos de las epidemias, entre ellas las causadas por modernas enfermedades como el SIDA.
Sin embargo todos esos problemas, que aparecen muchas veces de repente, parecen perder peso ante una nueva amenaza que hasta ahora parecía propia de los países más desarrollados y que sin embargo está afectando, a modo de un silencioso y continuo goteo, en mucho mayor medida al tercer mundo: el fenómeno del tráfico con la más negativa de sus caras: la de los accidentes.
La Globalización de la Inseguridad Vial
La globalización no es un fenómeno por el que tan sólo los países pobres trasladen sus penurias a los ricos. En el sentido inverso también se están produciendo situaciones desastrosas. Y no se produce precisamente una excepción en el ámbito de la Seguridad Vial. La excesiva producción de automóviles que lleva a cabo el primer mundo traslada sus ansias comerciales a los países en vías de desarrollo. Grandes barcos cargados de coches, generalmente de segunda mano, y algunos también procedentes del tráfico ilícito, atracan a diario en los puertos de África, Asia y Latinoamérica, trasladando a esos continentes los consiguientes problemas que el fenómeno automóvil lleva consigo, principalmente los accidentes de tráfico.
Vuelco de un conductor ebrio en Guatemala
Esos coches que Europa y Norteamérica desechan van a transitar de inmediato por las cochambrosas carreras y los caminos polvorientos de los países del tercer mundo. Circulan sin licencias, sin ningún tipo de inspección técnica; y, lo que es peor, sin ningún tipo de formación por parte de sus conductores. Además, los peatones, poco acostumbrados a deambular entre automóviles tienen muy poco desarrollado el instinto de prevención, lo cual, unido a una señalización muy deficiente y en muchos casos inexistente, y a una carencia absoluta de algo tan necesario como la educación vial, está provocando una auténtica masacre en lo que se ha venido a denominar “la guerra de las carreteras” pues el fenómeno del tráfico está causando más muertos y heridos en el mundo que ninguno de los conflictos bélicos aún latentes en la actualidad.
Esto ha hecho reaccionar a la Organización Mundial de la Salud, que en un Informe Global al respecto no ha dudado en calificar este fenómeno como epidemiológico y establecer un plan de urgencia para tratar de frenar esta sangría que está provocando que en esas áreas ya haya superado en índice de mortalidad a enfermedades como la malaria y que en ciudades como Nueva Delhi el índice de atropellos sea tres veces y media mayor que en el conjunto de los Estados Unidos.
Por su parte la Organización de Naciones Unidas se ocupado por dar prioridad a este problema, y ha dictado la Resolución 58/289, por la que encomienda a los Gobiernos y a todo tipo de organizaciones involucradas en este Sector que colaboren por reducir las dimensiones de tan preocupante fenómeno.
TRAFPOL, una ONG española de policías de tráfico
Tradicionalmente han venido surgiendo en el mundo todo tipo de Organizaciones no Gubernamentales con la firme y altruista vocación de trabajar por los más desfavorecidos y por hacer desaparecer de la faz de la tierra las bochornosas situaciones de injusticia y desigualdad que se continúan padeciendo a pesar de haber entrado, hace ya un lustro, en el siglo XXI. La mayor parte de estas organizaciones se ha dedicado a colaborar por reducir los efectos del hambre, por curar enfermedades, por procurar una educación básica a los niños de los países más desfavorecidos o por preservar el medio ambiente. Las denominaciones de muchas de estas ONG’s son conocidas por todos y somos muchos los que de una manera o de otra contribuimos con una modesta aportación a su mantenimiento y la continuidad de sus actividades.
Transporte colectivo en la India
Sin embargo, apenas existen Organizaciones No Gubernamentales que se hayan ocupado de reducir el impacto de los accidentes de tráfico, los cuales son en muchos países en vías de desarrollo ya la primera causa de mortalidad en su población, representando a nivel mundial también la primera para la juventud. En las ciudades y carreteras de todo el mundo se convive a diario con el macabro fenómeno de la muerte de sus jóvenes que se estrellan con sus coches y motos y que se llevan por delante a peatones indefensos. Esto se ha asumido de manera tradicional como uno de los peajes que hemos de pagar por el progreso. Sin embargo ya se han empezado a levantar voces que también gritan ¡Basta ya! a esta intolerable situación.
En España, por ejemplo, existen varias organizaciones que trabajan por la Seguridad Vial. Además de la Dirección General de Tráfico, es de justicia destacar la importantísima labor de entidades como el Instituto de Tráfico y Seguridad Vial de la Universidad de Valencia (INTRAS) que bien pudiera considerarse como uno de los organismos más cualificados del mundo en la investigación y el diagnóstico de las causas de la accidentalidad. Tampoco puede olvidarse la labor que realizan otras organizaciones como el Instituto Mapfre; las Asociaciones de Automovilistas como CEA, RACE, AEA, y RACC; y las Asociaciones de Víctimas, como es el caso de APAT y STOP Accidentes. Sin embargo prácticamente todas ellas, al igual que ocurre con otras similares de los países europeos, actúan principalmente en un ámbito nacional. Por supuesto que es absolutamente necesario, teniendo en cuenta, sobre todo, que en Europa, en general, y en nuestro país en particular y en mayor medida, los accidentes siguen siendo un problema capital. No obstante, dado que en países como España ya existen las organizaciones citadas que se ocupan de forma admirable por informar y formar a los conductores y el resto de usuarios de la red viaria sobre la forma de prevenir accidentes, no está de más que coexistan con ellas otras Organizaciones que se ocupen de exportar las experiencias que aquí y en otros países del entorno se vienen aplicando con éxito, a aquellos lugares donde la información y las políticas preventivas son claramente deficientes y esto está conduciendo a la proliferación incontenible de los siniestros de circulación.
De esto modo ha surgido la primera ONG de España, formada por mandos de las policías locales, que tiene una vocación internacionalista en el sentido de contribuir con su preparación y experiencia a la disminución en el mundo del fenómeno de la accidentalidad. La iniciativa surge después de que sus fundadores hubieran contemplado en vivo la dramática situación de ciudades como Delhi, en la que se pueden vivir situaciones inimaginables en el entorno de un caos de tráfico envuelto en una vorágine protagonizada por un enjambre de bicicletas y ciclomotores circulando en sentido contrario entre coches desvencijados, taxis motocarros sobrecargados y sin luces, y jóvenes mendigando sentados en medio de la calzada; o de haber conocido a personas como el doctor Tsega Kebede, un cirujano del hospital de Addis Abeba, que ha abandonado su puesto en las urgencias de dicho centro para dedicarse por entero a la prevención de la accidentalidad al constatar que más del 40% de los ingresos se debían a los accidentes de circulación.
Niños cruzando en un pueblo de Ecuador
TRAFPOL, que así se llama la nueva ONG, aspira a convertirse en un referente para las policías de tráfico de los países en vías de desarrollo. Para ello tomó parte en el proceso de fundación de la Red Mundial de Seguridad Vial y ahora va a ser la encargada de desarrollar en el área de Latinoamérica los proyectos formativos de la también reciente Academia Internacional de Seguridad Vial (IRSA).
IRSA, una Academia Internacional para formar en Seguridad Vial
La IRSA, cuyas siglas responden a la denominación International Road Safety Academy, y que cuenta con el total respaldo de la ONU y la OMS, surge por iniciativa de quienes en su día pusieran también en marcha el proyecto de colaboración interpolicial a través de la organización europea de policías de tráfico TISPOL. La actual perspectiva consiste en ir aún más allá y pasar del marco continental a una actuación global con especial hincapié en la contribución a aquellos países más necesitados de formación y asesoramiento en materia de Seguridad Vial. IRSA pretende encauzar las sinergias de todos aquellos expertos en este campo, tanto desde la perspectiva policial como la de actuación sanitaria, la ingeniaría y la mera educación, para transportar buenas prácticas y experiencia exitosas, ya probadas en los países desarrollados y que han provocado drásticas disminuciones en sus estadísticas de siniestralidad, a aquellos lugares más desfavorecidos en los que, muchas veces por falta de medios económicos, pero otra por el simple hecho de desconocer la existencia de esas medidas como consecuencia de una ínfima formación y sobre todo por una carencia generalizada en cuanto a la aplicación de nuevas tecnologías, los accidentes se están convirtiendo en una verdadera pandemia sujeta a un crecimiento incierto y preocupante.
Detrás de IRSA se encuentra el Institute for Traffic Care, o Instituto para el Cuidado del Tráfico (ITC), una fundación holandesa que cuenta con el estatus consultivo de ECOSOC, de Naciones Unidas. La Academia, que se nutre con la participación de un buen número de expertos en Seguridad Vial procedentes de diferentes países europeos como la propia Holanda, Gran Bretaña, Finlandia o Suecia, países todos ellos con los menores índices de siniestralidad del mundo, se encuentra en una fase de implantación y extensión a través de subsedes regionales distribuidas en países en vías de desarrollo de los cinco continentes. Ya cuenta con varias experiencias de asesoramiento en algunos países que han solicitado su participación, como Rusia y la India, y ha conseguido en tan sólo unos meses crear centros regionales en otros países como Rumania y Turquía.
Peatones transitando por el Cairo
Otras naciones, se encuentran en fase de implantación de ese tipo de sedes desde las que desarrollar los procesos formativos que IRSA tiene ya creados, este es el caso de Moldavia, Chipre, Marruecos, Etiopía o Irán. En Latinoamérica, la ONG española TRAFPOL ya está trabajando para contribuir a ese proceso de consolidación en este área de la Academia Internacional. Gracias a su implicación se ha conseguido que ITC firmase el pasado mes de marzo un convenio con el Ayuntamiento de Quito para la futura constitución de una sede de IRSA encaminada a la colaboración en procesos formativos de carácter vial. De igual modo también esta organización no gubernamental va a participar a través de un nuevo módulo en la formación de técnicos en ingeniería vial dentro del Master que imparte la Universidad Pontificia del Ecuador.
Existen otros países latinoamericanos con los que ya se mantienen contactos encaminados a la definitiva implantación de centros regionales de IRSA o de someterse, al menos, a procesos concretos de formación o asesoramiento, tal es el caso de Costa Rica, la República Dominicana y Argentina.
Es de esperar, y sobre todo de desear que con el apoyo de todos, proyectos tan importantes como este no se queden en agua de borrajas y puedan convertirse en una realidad alcanzando la dimensión que se requiere. No en vano estamos hablando de algo tan transcendental como el hecho de cruzar fronteras para salvar vidas.