La historia del mercenariado es tan antigua como la historia de la humanidad. Seguramente sea, junto con la prostitución, una de las profesiones que lleva conviviendo con nosotros desde el principio de los tiempos (perdón a los mercenarios, o en su defecto a las prostitutas que puedan leer esto).
De hecho, los mercenarios llevan mucho más tiempo existiendo que los ejércitos nacionales. Aunque parezca mentira, a estos últimos los podemos considerar como unos recién llegados en el mundo de la guerra en comparación con los primeros.
Hoy en día, la presencia de ejércitos privados en conflictos armados ya no es un tema escondido. Se trata de compañías profesionales privadas que ofrecen sus servicios al mejor postor. Gobiernos, empresas privadas y personas con poder son sus principales clientes. El negocio factura actualmente entre 80.000 y 100.000 millones de dólares al año, en un amplio grupo de actividades.
Los servicios de esas fuerzas tienden a ser más amplios que solamente la aportación de un contingente mercenario. Por tratarse de un mercado obligadamente internacional, las compañías deben ofrecer diagnósticos sobre los perfiles de riesgo que ciertos países, regiones, poblaciones o industrias pueden representar para los inversores. Dado el inmenso volumen de dinero que se mueve alrededor de la industria armamentística, otra de las funciones esenciales atiende el asesoramiento a países y ejércitos en la compra de equipo, así como el entrenamiento de fuerzas. Así pues, estas compañías privadas pueden aportar contingentes profesionales para la guerra o bien asesorías en análisis social y económico, organización militar, entrenamiento de fuerzas de combate especiales y adquisición de equipo.
La actividad mercenaria recibió un potente espaldarazo al finalizar La Guerra Fría, debido a la desmovilización de cerca de 5 millones de efectivos, entre los años 1985 a 1996, principalmente en ocho países: Rusia, Ucrania, Bulgaria, Francia, Israel, Inglaterra y África del Sur, que sin recibir las compensaciones económicas y sociales correspondientes, se transformaron en una enorme de fuerza de trabajo barata para las empresas de seguridad privadas. Además, salieron al mercado grandes cantidades de arsenal a precios asequibles que los gobiernos ya no iban a necesitar.
También debido al fin de la Guerra Fría se produce una consecuente disminución de las intervenciones de las superpotencias en los conflictos locales, y una falta de participación activa de la comunidad internacional en las guerras civiles en los lugares del Tercer Mundo donde la violencia más azota, que a su vez carecen de incentivos (económicos) para que una nación se decida al enorme gasto que conlleva una intervención militar.
En la actualidad, la oferta de servicios militares privados crece día a día, ya que la demanda es mayor también. Estados Unidos ocupa el primer lugar en el ranking mundial de contratistas de servicios mercenarios. Según documentos del Pentágono, mercenarios norteamericanos intervinieron en varios conflictos bélicos en terreno africano, con el pleno consentimiento del gobierno de los Estados Unidos; como fue el caso de Ruanda y el Congo. Eran ex- militares reclutados por empresas estadounidenses cuya misión era intervenir en estos conflictos y poder negar oficialmente dicha intervención, en caso de que el escenario político así lo exigiera.
Aunque el gobierno de Estados Unidos no apoye oficialmente a algunas empresas que no sean fieles a su política militar, es el cliente más importante de estas organizaciones. Se calcula que durante la guerra de Irak, alrededor de un 10% de todas las tropas desplegadas pertenecían al sector privado, y está previsto que esta tendencia vaya en un progresivo aumento. Esto, además, ayuda a los gobiernos a liberarse cada vez más de la engorrosa responsabilidad que conllevan las bajas propias, con las consecuentes explicaciones que deben dar a sus familiares y en general a toda la nación. Resulta prácticamente imposible correr una cortina de humo duradera sobre los muertos propios, y esto en una democracia, es la razón principal que hace a un pueblo cuestionarse acerca de la conveniencia de una guerra.
Numerosas publicaciones norteamericanas, como la conocida revista Foreign Policy intentan legitimar la actividad de estas empresas paramilitares, asegurando que son útiles para quebrar desacuerdos y llevar a las partes a la mesa de negociaciones, y que es una buena opción para los gobiernos, ya que mantener su propio ejército les resulta más costoso que «alquilarlo». Esto es especialmente importante para los Estados subdesarrollados, que al no tener en muchas ocasiones los medios militares suficientes, deben contar con la participación de empresas internacionales de seguridad para resguardar sus intereses. Se utilizan ejércitos privados que entregan seguridad, formación y tranquilidad laboral en las instalaciones.
El caso de Sierra Leona y su relación con la empresa Executive Outcomes, de origen sudafricano, es uno de los más significativos, y el que hizo que el tema de los mercenarios o los ejércitos privados fuera objeto de amplios debates. Por primera vez se pudo ver un atisbo de lo que este tipo de empresas podrían representar en el escenario de la seguridad mundial del futuro.
Desde 1991 rebeldes del Revolutionary United Front (RUF) desafiaron al gobierno de Sierra Leona, entonces gobernada por el ex-jefe del ejército Joseph Monoh. Según las Naciones Unidas, este es el país más pobre del mundo, pero está repleto de diamantes. Los diamantes estaban en el centro de la disputa, y los rebeldes dominaron campos diamantíferos con los que financiaron sus operaciones, vendiendo a comerciantes británicos y liberianos. El gobierno también financió sus operaciones militares con ventas de diamantes.
En apuros frente a un RUF que avanzaba y un ejército regular desmoralizado cuyas tropas a veces se pasaban a los rebeldes, el gobierno de Monoh solicitó ayuda al Reino Unido, apoyándose en los viejos vínculos coloniales y en la cooperación prestada durante la guerra de Malvinas, cuando la capital de Freeport fue una escala importante para las fuerzas británicas, pero se les denegó la ayuda. En mayo de 1992 se produjo un golpe de estado militar y Monoh fue reemplazado por el capitán Valentine Strasser, de 26 años. El apoyo del rebelde liberiano Taylor a los rebeldes del RUF se incrementó, a la vez que Strasser se apoyó en tropas nigerianas, también enemigas de Taylor. El aeropuerto de Freetown fue usado por la aviación nigeriana para bombardear posiciones de Taylor en Liberia.
Hacia 1995, y frente a la situación cada vez más desesperada de Strasser, el gobierno del Reino Unido envió 58 gurkhas (soldados nepalíes que sirven al ejército británico) para participar en la lucha, pero éstos sufrieron bajas importantes y pronto se vieron forzados a retirarse. En ese año los rebeldes llegaron a las afueras de Freetown, a punto de consumar su asalto final al poder. Fue entonces que, según dice The Economist, un «ex pero no muy ex» oficial de inteligencia británico introdujo a Executive Outcomes, que poco después fue invitada a intervenir por Strasser, para ayudarlo a recuperar el control sobre territorio minero dominado por los rebeldes. Aportando fuerzas aéreas y terrestres, EO puso a salvo la ciudad.
EO adiestró al ejército, asumió el control operativo, proveyó información de inteligencia, y acompañó a las unidades en sus operaciones. Ciento veinte mercenarios cambiaron el equilibrio militar, de los cuales sólo dos murieron. Ciento veinte que se enfrentaron contra literalmente miles de rebeldes. El enviado de Sierra Leona a Washington, John Leigh, declaró que el gobierno de ese país creía que EO podía proveer seguridad mejor que el ejército regular de Sierra Leona. El despliegue de los mercenarios en el distrito minero permitió el restablecimiento de la actividad, y un informe confidencial del gobierno británico obtenido por The Economist encomiaba a la empresa mercenaria. Una vez que las zonas de diamantes tradicionales fueron recapturadas, Lifeguard Ltd., otra empresa vinculada a EO, proveyó servicios de seguridad a las empresas mineras.
La ONU quedó alarmada al ver cómo un grupo de mercenarios era capaz de dar un giro de 180 grados a un conflicto que llevaba varios años en un país, y rápidamente intervino. Obligó a Executive Outcomes a abandonar Sierra Leona, al mismo tiempo que desplegaba por el país varios miles de cascos azules para mantener la paz en la zona. Tristemente, las cifras hablan por sí solas: EO había cobrado al gobierno de Sierra Leona 35 millones de dólares por 21 meses de actividad, desarrollando una efectividad sin precedentes. La ONU gastó en los 8 meses siguientes 300 millones de dólares y aún así el RUF volvió a reactivarse y a coger nuevamente fuerzas.
La actividad mercenaria a nivel mundial es un hecho que viene preocupando a todos. Ya en 1989, La Organización de las Naciones Unidas concibió la Convención contra el reclutamiento, la utilización, la financiación, y el entrenamiento de mercenarios. Esta convención entró en vigor en octubre de 2001 con la ratificación de 22 estados. Entre ellos se encontraba Arabia Saudita, Camerún, Costa Rica, Croacia, Italia, Libia, Mauritania, Ucrania, Uruguay, etc… Como se puede observar los nombres de ninguna de las grandes potencias son citados anteriormente, lo que significa que en la práctica dicha Convención no se aplicó, ni se aplica.
Estas fuerzas de seguridad privadas presentan costes más bajos que la ONU y su eficacia es bastante más notoria. Incluso la relación coste-eficacia es mucho más satisfactoria en el marco de estas empresas que en el todopoderoso ejército de los EEUU. EO, en su mejor época llegó a mantener contratos en casi cuarenta países del mundo, de preferencia africanos, llegando a tener 500 empleados sólo en Angola y Sierra Leona. Oficialmente la empresa se disolvió en 1998.
Pero no todo es tan bueno ni tan bonito como parece .El diario Wall Street Journal en su publicación del 11 de diciembre de 1998 publicó un artículo en donde expresaba dudas sobre el anuncio de Executive Outcomes en interrumpir sus actividades. La empresa había cavado su propia fosa utilizando un alto nivel de táctica publicitaria, dando a conocer cada batalla ganada por medio de comunicados de prensa. Esto hizo que el acoso periodístico fuera difícil de evadir.
Uno de los directores de EO reconoció que tiene intereses en mas de treinta países, que es una recolonizadora del continente Africano; y un ejemplo de ello es que EO negoció con Angola y Sierra Leona sobre yacimientos de diamantes y bauxita como parte de las concesiones (además del dinero contante y sonante, por supuesto) a cambio de sus servicios efectivos.
Executive Outcomes cuenta con varias empresas asociadas a ella: la británica Sandline Internacional, cuyo presidente es casualmente quien además controla la empresa minera Diamond Works con seis concesiones de diamantes en Sierra Leona y cinco en Angola.
Ya como curiosidad, otra empresa que ganó fama es European Security Operations, quien asegura que puede ubicar una unidad completa de combate en cualquier punto del planeta en tan sólo cuarenta y ocho horas, por un coste más que aceptable (a ver qué ejército hace eso).